“Su
rostro resplandecía como el sol” (Mt 17, 1-9.). Jesús se transfigura
delante de sus discípulos en el Monte Tabor. La luz con la que resplandecen su
rostro y sus vestiduras y su humanidad toda, no es una luz ajena a Él; no es
una luz que venga de afuera, que le haya sido prestada o concedida. Es la luz
de su Ser divino trinitario, que en cuanto Ser divino es luz y Luz Eterna. En realidad,
resplandece más que miles de soles juntos, porque es una luz inefable,
desconocida, celestial, sobrenatural, viva, que vivifica con la Vida divina a
todo aquel que ilumina. La otra cuestión que hay que considerar en la Transfiguración
es la razón por la cual Jesús se transfigura, es decir, se reviste de luz y es
porque en poco tiempo se revestirá también, pero esta vez no de luz, sino de sangre,
de su propia sangre, en otro monte, el Monte Calvario. Por eso esta transfiguración
en el Monte Tabor hay que contemplarla a la luz de otro monte, el Monte Calvario,
en donde será la Sangre y no la luz la que cubrirá el Rostro y la Humanidad
Santísima del Redentor. Jesús se reviste de luz eterna, antes de la Pasión, para
que los discípulos, cuando lo vean cubierto por su Sangre y con sus heridas abiertas,
convertido en un guiñapo sanguinolento, no desfallezcan y recuerden que ese Hombre
malherido, que va camino del Calvario portando la Cruz, es el Hombre-Dios, es Dios,
que es Luz eterna, que ahora está cubierto de Sangre, que brota de sus heridas
abiertas, porque con su Sangre salvará a la humanidad.
“Su
rostro resplandecía como el sol”. No es necesario que estemos en el Monte Tabor
para contemplar el Rostro transfigurado de Jesús: lo contemplamos, con la luz
de la fe, cada vez que contemplamos la Eucaristía, porque allí se encuentra
Jesús, vivo, glorioso, radiante, resplandeciente de luz eterna. Y no es
necesario que acudamos al Monte Calvario para verlo cubierto de Sangre: cada
vez que asistimos a la Santa Misa, asistimos a la renovación, incruenta y
sacramental, de su Santo Sacrificio de la Cruz y cada vez que comulgamos,
bebemos su Sangre, la Sangre que derramó en el Monte Calvario.
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