“Acumulen
tesoros en el cielo, porque donde estén tus riquezas, ahí estará tu corazón” (Mt 6, 19-23). Quien afirme que el
cristianismo es contrario a la riqueza y a su acumulación, solo tiene que leer
este pasaje del Evangelio, en el que Jesucristo insta explícitamente a acumular
riquezas. Ahora bien, lo que hay que tener en cuenta es qué tipo de riquezas
quiere Jesús que acumulemos y en dónde: las riquezas que Jesús quiere que
acumulemos no son las riquezas materiales, terrenas, sino las riquezas
espirituales, que son las obras buenas realizadas en gracia, la fe y la gracia
misma y el lugar en donde Jesús quiere que acumulemos estas riquezas, no es un
banco o un depósito terreno, sino en el cielo. Una obra buena, el deseo de
evitar el pecado y de vivir en gracia, el hacer actos continuos de fe en
Jesucristo como Hombre-Dios presente en la Eucaristía, son solo algunos de los
ejemplos de las riquezas que Jesús quiere que acumulemos en el cielo.
Las
razones por las cuales Jesús quiere que acumulemos esta clase de tesoros las
dice Él mismo: porque donde esté nuestro tesoro, ahí estará nuestro corazón. Si
nuestro tesoro son las riquezas materiales, entonces nuestro corazón estará en
las riquezas materiales y no estará en Dios, porque Dios no está en esas
riquezas; si nuestro tesoro son en cambio las riquezas espirituales, allí
estará nuestro corazón y nuestro corazón estará en Dios y con Dios, porque Dios
sí está en las riquezas espirituales. Ésta es la razón por la que Jesús quiere
explícitamente que acumulemos riquezas, pero de las espirituales, y en el
cielo, en donde está a salvo de la corrosión y de los ladrones.
“Acumulen
tesoros en el cielo, porque donde estén tus riquezas, ahí estará tu corazón”. Que
nuestro tesoro más grande y único sea la Sagrada Eucaristía: así nos aseguraremos
de que nuestros corazones estén en Dios, no sólo en esta vida, sino también por
toda la eternidad.
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