“Quien
cumpla los preceptos será grande en el Reino de los cielos” (Mt 5, 17-19). Jesús
afirma que quien cumpla los preceptos “será grande en el Reino de los cielos”.
Esta afirmación es de suma importancia para nuestros días, caracterizados,
entre otras cosas, en que los hombres no solo no viven los preceptos de la Ley
de Dios, sino que viven “como si Dios no existiera”. En efecto, cuando se ven a
quienes difunden y practican los postulados de la cultura de la muerte, como el
aborto y la eutanasia, o los postulados de la ideología de género, está más que
claro que quienes esto hacen es porque han desplazado absolutamente a Dios y
sus preceptos de sus vidas, viviendo como si Dios no existiera y como si nunca
hubiera formulado su ley. En estos casos, estas personas viven como si no
estuviera prescripto por Dios el “no matar”, porque postulan el asesinato de
niños por nacer en cualquier etapa de su concepción, o bien postulan la
eutanasia de forma indiscriminada, incluidos los niños pequeños. Y los que
viven según la ideología de género, no tienen en cuenta los mandamientos de “no
fornicar”, de “no cometer actos impuros”. Si queremos ser grandes en el Reino
de los cielos, debemos por lo tanto oponernos con todas nuestras fuerzas a la
cultura de la muerte y a la ideología de género, pero sobre todo, vivir en
nosotros la pureza de vida y el respeto y el amor a la vida y al prójimo que la
Ley de Dios supone. Sólo así seremos “grandes en el Reino de los cielos”.
Adorado seas, Jesús, Cordero de Dios, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios oculto en el Santísimo Sacramento del altar. Adorado seas en la eternidad, en el seno de Dios Padre; adorado seas en el tiempo, en el seno de la Virgen Madre; adorado seas, en el tiempo de la Iglesia, en su seno, el altar Eucarístico. Adorado seas, Jesús, en el tiempo y en la eternidad.
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