(Ciclo
C – 2019)
En el dogma de la Santísima Trinidad debemos considerar lo
siguiente: por un lado, no conoceríamos que Dios es Uno en naturaleza y Trino
en Personas, si Jesús no nos lo hubiera revelado, porque se trata de un
misterio absoluto sobrenatural de Dios, que está fuera del alcance de la
inteligencia de la creatura, sea hombre o ángel. Por otro lado, debemos
considerar que este Dios que es Uno y Trino está todo Él empeñado en nuestra
salvación y no de una salvación mundana, sino eterna: quiere salvarnos del
pecado, de la muerte y del demonio y quiere conducirnos al cielo como hijos de
Dios. De tal manera está empeñada la Santísima Trinidad en nuestra salvación y
en nuestro ir al cielo, que la Santísima Trinidad no se queda solo en
intenciones, pues Ella misma obra nuestra salvación: es Dios Padre quien envía
a su Hijo, por medio de Dios Espíritu Santo, para que se encarne, muera en cruz
por nuestra salvación derrotando a nuestros enemigos espirituales, el demonio,
el mundo y la carne y nos conduzca, al final de nuestras vidas terrenas, a su
Reino, el Reino de los cielos.
De esto se deduce cuán importante es nuestro paso por la
vida terrena y cuán importante es la misión que tenemos que cumplir, todos y
cada uno de los hombres, y es cumplir el plan de salvación que la Trinidad ha
trazado para todos y cada uno de los hombres, sin importar su raza, credo o
religión. Es decir, todos los hombres de todos los tiempos habrán de salvarse
si siguen el plan de salvación de la Trinidad que consiste básicamente en
cargar la cruz de cada día y seguir a Cristo camino del Calvario, para morir al
hombre viejo y nacer al hombre nuevo, el hombre que es hijo de Dios, hijo de la
luz, hijo de la gracia. Quien siga este plan, se salvará y evitará la
condenación eterna; quien no siga el plan de la Santísima Trinidad, se
condenará inevitablemente, porque es deseo de la Trinidad que no haya “otro
nombre por el que seamos salvados, que no sea el Santísimo Nombre de Jesús”.
Otro elemento que debemos tener en cuenta es que la
Santísima Trinidad renueva, en cada Santa Misa, su plan salvífico para
nosotros: en cada Santa Misa, Dios Padre pide a su Hijo que prolongue su
Encarnación y así lo hace el Hijo, quien es llevado por Dios Espíritu Santo a
las entrañas virginales de la Iglesia, el altar eucarístico, así como lo hizo
en la Encarnación, en donde fue llevado por el Espíritu Santo a las entrañas
virginales de María Santísima, para quedarse en la Eucaristía y donársenos como
Pan de Vida eterna, como Pan Vivo bajado del cielo y como Verdadero Maná
celestial.
Si Dios Uno y Trino está empeñado en nuestra salvación, que
no es una salvación intramundana, sino eterna, entonces también nosotros,
tomando conciencia de la necesidad absoluta que tenemos de salvarnos, pongamos
todo nuestro esfuerzo y todo nuestro empeño en la tarea de nuestra salvación,
que consiste esencialmente como ya dijimos en cargar la cruz de cada día e ir
en pos de Jesús, que camina hacia el Calvario.
Adoremos a Dios Uno y Trino por lo que es, Dios de infinita
majestad, honor y gloria y hagamos el propósito de empeñarnos, cada día, en
nuestra salvación eterna, para que continuemos adorando y dando acción de
gracias a Dios Uno y Trino no solo en esta vida terrena, sino luego, por toda
la eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario