“No
se puede servir a Dios y al dinero” (Mt
6, 24-34). Jesús nos advierte que, o servimos a Dios, o servimos al dinero. La razón
es que en el corazón humano no hay lugar para ambos: o el corazón adora a Dios
Uno y Trino o adora al dinero, no puede adorar a ambos a la vez. El corazón
humano tiene capacidad para amar a uno de los dos, al tiempo que tiene
capacidad para aborrecer al que no se ama: “No se puede servir a Dios y al
dinero, porque aborrecerá a uno y amará al otro”. Es decir, si se ama a Dios,
se aborrece el dinero; si se ama el dinero, se aborrece a Dios. Y para convencernos
de que debemos amar a Dios, Jesús nos hace ver que todo el universo, visible e
invisible, está en manos de Dios y que por lo tanto, no debemos preocuparnos
por las cosas materiales, puesto que Dios, que es nuestro Padre, sabe qué es lo
que necesitamos. Jesús da un ejemplo con la naturaleza: si Dios es quien
proporciona la vida y los alimentos a los seres irracionales, mucho más lo hará
con nosotros, que valemos más que ellos, desde el momento en que somos sus
hijos adoptivos.
“No
se puede servir a Dios y al dinero”. El consejo de Jesús es lo más acorde a
nuestra naturaleza, porque se trata de amar a Dios, que es para lo que fuimos
hechos. Si amamos a Dios y aborrecemos el dinero, estaremos cumpliendo el fin
para el que fuimos creados. Si hacemos lo opuesto, es decir, si amamos al
dinero y aborrecemos a Dios, no solo no alcanzaremos nunca el fin para el que
fuimos creados, sino que además seremos sumamente desdichados e infelices,
porque el dinero no puede, de ninguna manera, dar la verdadera felicidad, que es
interior y espiritual y solo puede ser dada por Dios.
“No
se puede servir a Dios y al dinero”. Pidamos la gracia de amar y servir a Dios,
que es el fin para el que fuimos creados; adoremos a Cristo Eucaristía en
nuestros corazones y aborrezcamos al dinero y así tendremos la seguridad de que
viviremos en paz en esta vida y seremos bienaventurados por toda la eternidad
en la otra vida.
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