Después de haber reparado, con su triple declaración de
amor, su triple negación en la Pasión, el Vicario de Cristo, Pedro, se pone en
marcha para seguir a Jesús[1].
En ese momento, ve que viene Juan caminando inmediatamente detrás de él y, como
amigo suyo que es, siente interés por conocer el futuro de Juan, el discípulo
amado. Tanto el afecto como la curiosidad lo mueven a preguntarle a Jesús: “Señor,
¿y a éste, qué?”. La respuesta de Jesús, según muchos comentadores, debe leerse
como sigue: “Si yo quiero que éste permanezca hasta que Yo venga, ¿a ti qué? Tú
sígueme”. Esta respuesta significa en realidad: “Incluso si Yo permitiera que
Juan se quedara hasta la Segunda Venida, ¿por qué te importa esto? Tú sígueme y
deja el destino de los demás en mis manos”. Es decir, Jesús le está diciendo a
Pedro –y por lo tanto, también nos lo dice a nosotros-: “Tú, sígueme; no te
preocupes por el destino de los demás, porque el destino de los demás y de todo
el universo está en mis manos”.
A nosotros nos viene bien la respuesta de Jesús, porque
siempre tenemos tendencia a creer que todo o bien depende de nosotros, o bien que
a Dios no le importa nuestro destino. Este pasaje del Evangelio reafirma lo que
dice la Escritura en otro lugar: “No se cae una hoja de un árbol sin que Dios
lo permita”. Entonces, debemos rezar por nuestros hermanos, pero no
preocuparnos por su destino, pues el
destino, su vida, su existencia, al igual que el destino, la vida, la
existencia, de Pedro y de cada uno de nosotros, están en las manos de Jesús,
que son las manos del Padre. Y lo que está en las manos del Padre, nada ni
nadie puede arrebatarlo: “Nadie puede arrebatar lo que está en las manos de mi
Padre” (Jn 10, 29). Este párrafo nos enseña que, por lo que debemos verdaderamente preocuparnos es por seguir a Jesús y que a pesar de las tribulaciones,
pruebas y tristezas de esta vida, debemos vivir en santa paz, sabiendo que todo
–nuestra vida, la de nuestros seres queridos y el mundo entero- está en las
manos ensangrentadas de Cristo.
[1] Cfr. B. Orchard et al., Verbum
Dei. Comentario a la Sagrada Escritura, Tomo III, Editorial Herder,
Barcelona 1957, 780.
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