“Recibirás cien veces más, persecuciones y la vida eterna”
(Mt 10, 28-31). Pedro le dice a Jesús que ellos, los Apóstoles, “han
dejado todo y lo han seguido”. En su respuesta, Jesús revela que es cierto que “Dios
no se deja ganar en generosidad”, como dicen los santos, ya que le afirma que “recibirá
cien veces más de lo que dejó” -entendido en bienes materiales y afectivos,
como la familia, por ejemplo-, pero además, quien lo siga, recibirá algo que no
tiene comparación con este mundo y que vale infinitamente más que cualquier
tesoro que alguien pueda dejar en pos de Jesús y es la vida eterna: “Recibirás
la vida eterna”.
Así podemos comprobar cómo Dios recompensa no solo con
bienes materiales, sino ante todo con bienes espirituales y dentro de estos, un
bien espiritual que no tiene comparación alguna y es la vida eterna, es decir,
la vida de la Trinidad. A cambio de dejar bienes materiales y afectivos en esta
vida, en el seguimiento de Jesús, Dios recompensa con una cantidad cien veces
mayor en bienes materiales y con algo que vale más que todo el oro del mundo,
la alegre y feliz eternidad en el Reino de Dios.
Pero hay algo más que recibirá aquel que siga a Jesús: la
persecución, y eso lo dice explícitamente Jesús: “Recibirás cien veces más,
persecuciones y la vida eterna”. La razón de la persecución es que si a Jesús,
que es el Maestro, lo persiguieron, sus discípulos no pueden seguir otro camino
que el recorrido por su Maestro; es decir, si a Jesús lo persiguieron, también
perseguirán a quienes sean discípulos de Jesús. ¿Quiénes serán los
perseguidores? Los que no posean el Espíritu de Cristo, es decir, los que pertenezcan
al Anticristo. El Anticristo quiere el mundo y las almas para sí, aunque las
almas le pertenecen a Jesús, por ser Él el Creador. El Anticristo ha perseguido
a la Iglesia y la perseguirá hasta el fin, pero esta persecución finalizará con
la Segunda Venida de Cristo en la gloria, por lo cual la victoria está
asegurada para el cristiano, para quien siga a Cristo hasta la victoria de la
cruz.
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