“Santifícalos en la verdad” (Jn 17, 11b-19). Antes
de sufrir su Pasión y Muerte en Cruz, Jesús pide en la Última Cena al Padre por
sus Apóstoles y la última petición es la de “santificarlos en la verdad”,
puesto que la Palabra de Dios es la verdad. Lo que Jesús pide es que Dios los
consagre para la función sacerdotal de predicar la verdad, algo que San Pablo
llama el “sagrado ministerio del Evangelio” (Rm 15, 16). La misión de
los Apóstoles, ordenados ya como sacerdotes ministeriales, es la de continuar
con la misión de Jesús, anunciando el Evangelio a todas las naciones y
bautizándolas en nombre de la Trinidad.
Los Apóstoles deben ser santificados en la verdad, puesto
que son representantes de Cristo, que es la Verdad Increada de Dios; Cristo es
la Verdad Eterna, la Verdad que resplandece por Sí misma desde la eternidad y
en la cual no hay ni la más mínima sombra, ni de mentira, ni de error. La Iglesia
de Cristo posee la plenitud de la Verdad Absoluta acerca de Dios y de sus
misterios sobrenaturales absolutos, es decir, Dios como Uno y Trino y la
Encarnación del Verbo en el seno de la Virgen Madre, por obra del Espíritu
Santo, para ofrecerse como Víctima Inmaculada en el Ara de la Cruz y así salvar
a la humanidad. Es esta verdad la que tienen que propagar los Apóstoles, sin
agregar ni quitar nada, puesto que, si esto hicieran, se apartarían de la
verdad y caerían en el error, en la herejía, en la blasfemia. Si los Apóstoles
se apartan de la verdad revelada por Cristo -como ha sucedido y sigue
sucediendo, incluso en el seno mismo de la Iglesia-, dejando de lado todo lo
que la mente humana no puede comprender acerca del misterio de Cristo -como la
Santísima Trinidad y la Encarnación del Verbo-, entonces estarían propagando
una fe falsa, una fe acomodada a los estrechos límites y a la ínfima capacidad
de la razón humana, tal como sucedió con numerosos herejes a lo largo de la
historia de la Iglesia.
“Santifícalos en la verdad”. Así como los Apóstoles se
santificaron en la verdad, dando sus vidas por la Verdad Increada de Dios,
Cristo Jesús, así el bautizado en la Iglesia Católica también debe santificarse
en la verdad, lo cual quiere decir dejar de lado y no aceptar, bajo ninguna
circunstancia, una verdad distinta a la verdad de la Iglesia Católica, la Única
Iglesia Verdadera del Único Dios Verdadero.
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