(Domingo VI - TP - Ciclo A – 2023)
“Yo le pediré al Padre que les envíe el Espíritu de la
Verdad” (Jn 14, 15-21). Antes de pasar de este mundo al otro, antes de
sufrir su Pasión, su Crucifixión y su Muerte, Jesús revela que resucitará y que
una vez resucitado, “le pedirá al Padre que les envíe el Espíritu de la Verdad”.
En esta frase Jesús revela dos elementos sobre los cuales es necesario
reflexionar, puesto que tienen relación directa con nuestra fe católica y con
nuestro ser cristiano. Por un lado, revela la constitución íntima de Dios, como
Uno y Trino: Él ya había revelado que Él era la Segunda Persona de la Trinidad,
el Hijo, Dios Hijo, y ahora revela que en Dios hay una Tercera Persona, la
Persona del Espíritu Santo; por otro lado, el Espíritu, además de ser el Divino
Amor que une eternamente en el Amor Divino al Padre y al Hijo, es además el “Espíritu
de la Verdad”, y esto en contraposición con el espíritu de la mentira, propia del Ángel caído, Satanás, quien es el “Padre
de la mentira”. Es decir, Jesús revela que en Dios hay Tres Personas y que la
Persona Tercera, el Espíritu Santo, es el “Espíritu de la Verdad”. La Verdad y
la Mentira se auto-excluyen mutuamente; no pueden existir ambas al mismo tiempo
y bajo el mismo aspecto: o algo es verdad, o algo es mentira, ya que una verdad
a medias o una mentira a medias, es siempre una mentira completa. Así se auto-excluyen
el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, que es “Espíritu de la Verdad”, con el espíritu demoníaco, que el espíritu de la mentira, el
espíritu de la tríada satánica formada por Satanás, por el Falso Profeta y por
la Bestia. El Espíritu de la Trinidad es la Verdad, mientras que el espíritu de
la tríada satánica es la mentira.
El Espíritu enviado por Cristo, en unión con su Padre,
a la Iglesia, es “Espíritu de Verdad”, de ahí que en la Iglesia no puede haber
jamás error alguno en su doctrina, puesto que el error no es verdad y por lo
tanto la Iglesia, si miente, dejaría de ser ipso facto la Esposa Mística del
Cordero. Una Iglesia falsa, que proclama la mentira en vez de la verdad, no
puede nunca ser la Iglesia Verdadera del Único Dios Verdadero. El Espíritu
Santo se caracteriza entonces, no solo por ser el Divino Amor, sino por ser la Verdad
en Sí misma, la Verdad Increada, de ahí que tanto la Iglesia como los
bautizados que aman a Cristo y poseen su Espíritu, el Espíritu de la Verdad, se
reconozcan entre sí por decir siempre la verdad y por no mentir jamás. Es tan
opuesto al Espíritu de Dios la mentira, que es una falta grave y tan grave, que
está sancionada en la Ley de Dios, en sus Mandamientos: “No mentirás y no
levantarás falso testimonio”. El pecado de la mentira -cuyos primos hermanos
son, por así decirlo, la calumnia y la maledicencia- es tan grave, que cierra
las puertas del Reino de los cielos a los mentirosos. En el Apocalipsis se nombra
a una serie de grupos de pecadores impenitentes que no entrarán en el Cielo: “(no
entrarán en el Cielo) los que se embriagan, los hechiceros, los idólatras, los
cobardes, los impuros, los que aman y practican la mentira” (cfr. Ap 22, 15). Es por esto que Santo Tomás de
Aquino decía que prefería creer que una vaca vuela, antes que creer que un
religioso estaba mintiendo. Y San Ignacio de Loyola decía que jamás había que decir
una mentira, aún si de esa mentira dependiera la subsistencia del mundo entero.
El cristiano que miente no solo demuestra que no tiene en sí al Espíritu Santo,
que es el “Espíritu de la Verdad”, lo cual ya es grave, sino que demuestra algo
todavía más grave y es que está asociado y participa de la mentira del Padre de
la mentira, Satanás, el Ángel caído. Jesús llama a Satanás “Padre de la mentira”
y la razón por la que Satanás es el Padre de la mentira es porque es el primer
mentiroso, es la primera creatura, de entre las creaturas inteligentes creadas
por Dios, el ángel y el hombre -dicho sea de paso, los extra-terrestres no
existen, y la ufología es una secta ocultista que promueve la adoración de
demonios bajo la pantalla encubierta de seres de otros planetas-, en decir una
mentira y esa mentira le costó el perder el Cielo para siempre. Satanás dijo la
primera mentira al decir, sacrílegamente: “Yo soy dios” y como Dios no puede
soportar la mentira ni al mentiroso que miente a sabiendas y explícitamente,
envió a San Miguel Arcángel para que expulsara del Reino de los cielos, para
siempre, al Demonio y es por eso que San Miguel Arcángel, ante la mentira de
Satanás de auto-proclamarse dios, San Miguel Arcángel, bajo las órdenes de la
Trinidad, exclama con voz potente: “¿Quién como Dios? ¡Nadie como Dios!” y es
en ese momento cuando, según el Apocalipsis, se entabla una "batalla en el Cielo" entre
los Ángeles de Dios y los ángeles apóstatas, siendo estos expulsados
definitivamente del Cielo. La razón de la victoria de San Miguel Arcángel no es
solo la omnipotencia de Dios, sino la naturaleza misma de la Verdad de Dios,
que en sí misma y por sí misma, es superior a la mentira. La lucha entre los ángeles,
seres inteligentes caracterizados por ser solo espíritu, sin materia, no se
lleva a cabo con armas materiales, sino con el intelecto y esta es la razón de
la victoria de San Miguel Arcángel sobre Satanás y sus ángeles apóstatas,
porque la Verdad Absoluta, Total y Plena, es siempre superior a la mentira.
“Yo le pediré al Padre que les envíe el Espíritu de la
Verdad”. Si queremos saber a quién servimos en nuestro corazón, si a Dios Uno y
Trino o a Satanás, revisemos los Mandamientos, sobre todo el que dice: “No
mentirás” y ahí sabremos si servimos al Padre de la mentira, Satanás, o al Espíritu
de la Verdad, el Espíritu Santo. Pidamos la gracia de servir al Espíritu de
Dios, el Espíritu de la Verdad.
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