“El que deje todo por Mí, recibirá el ciento por uno,
persecuciones y la vida eterna” (Mc
10, 28-31). A la frase de Pedro, que le dice que ellos “lo han dejado todo y lo
han seguido”, Jesús revela qué les espera a cambio a quienes esto hagan:
recibirán en esta vida el ciento por uno en lo que dejaron –casas, familias,
bienes-, pero también persecuciones y, en la otra vida, recibirán la vida
eterna.
Es decir, para aquel que deje todo –literalmente hablando-
por Jesús, recibirá cien veces más, pero además persecuciones y la vida eterna.
Esto es así porque es verdad lo que dice la Escritura, que “Dios no se deja
ganar en generosidad” y si alguien le da una manzana, dice San Alfonso, Dios le
da un buey. Es decir, si alguien deja casa, familia, bienes materiales, por
causa de Dios, siguiendo la vida consagrada, recibirá el ciento por uno, porque
a partir de entonces tendrá una nueva casa, la Iglesia Católica; tendrá una
nueva familia, la familia de los hijos de Dios y los bienes materiales de la
Iglesia pasarán, en un modo amplio, a ser suyos, en el sentido de que podrá
aprovecharse de ellos. Esto es válido, ante todo, para los que siguen la vida
consagrada, lo cual requiere un desprendimiento total de lo que pertenece a la
vida previa a la consagración, aunque también se puede aplicar, pero en un
sentido más amplio, a un laico que, aun sin haberlo dejado todo literalmente,
sin embargo se dedica con mucho ahínco y dedicación al servicio de Dios y su
Iglesia.
Pero el que deja todo por Jesús no solo recibe el ciento
por uno en lo que dejó, sino que recibe, dice Jesús, dos cosas más, que antes
no tenía: persecuciones y la vida eterna. Esto es así porque quien lo deja todo
por Jesús, pasa a participar con más plenitud de su misterio pascual de muerte
y resurrección, misterio que implica la persecución por parte de los poderes de
este mundo, poderes que están al servicio del Príncipe de este mundo, el
Demonio, Satanás, porque Jesús fue perseguido hasta que le dieron muerte de
cruz. Esta persecución está implicada en el seguimiento de Jesús y quien quiera
seguir a Jesús, debe estar dispuesto a afrontar, con la ayuda de Jesús, la
persecución que Él mismo sufrió. Quien deja todo por Jesús no puede olvidar
estas palabras, porque la persecución forma parte de la herencia que el
seguimiento de Jesús implica.
Por último, Jesús revela que quien lo deje todo por Él,
recibirá algo que no puede ni siquiera imaginar en qué consiste y es en la vida
eterna: “El que deje todo por Mí, recibirá el ciento por uno, persecuciones y
la vida eterna”, es decir, el Reino de los cielos, en donde el mayor premio
será no solo la ausencia de persecuciones y tribulaciones, sino que consistirá
en algo que superará infinitamente lo dejado en la tierra por Jesús y hará
olvidar por completo las tribulaciones y persecuciones sufridas en su Nombre, y
es la contemplación cara a cara de la Santísima Trinidad. Es entonces una señal
de bienaventuranza eterna dejarlo todo por Jesús y recibir a cambio
persecuciones y tribulaciones.
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