En Cuaresma, la Iglesia
ingresa místicamente con Cristo en el desierto. ¿Por qué el desierto? En el
desierto hay soledad, calor abrasador durante el día, frío que hiela los huesos
durante la noche; hay alimañas de todo tipo, como arañas, escorpiones,
alacranes; hay animales y bestias peligrosas y feroces, como las serpientes y
también felinos como los leones. El desierto es un lugar árido, en donde solo
crecen matas secas; el desierto es lugar en donde no florece la vida; el
desierto es sinónimo de muerte; el desierto es sinónimo de carestía de todo
tipo; es sinónimo de sed y de hambre; es sinónimo de muerte, porque quien se
adentra en el desierto, corre el serio riesgo de morir, por cualquiera de los
factores mencionados. ¿Por qué Jesús se interna en el desierto y qué significa
que la Iglesia ingrese, místicamente y sobrenaturalmente, pero realmente, en el
desierto?
Ante todo, el desierto
es sinónimo también de esta vida terrena, porque si vivimos en esta vida, es
porque hemos perdido el Paraíso original, a causa del pecado original. Además,
el desierto y su soledad son un símbolo del alma sin Dios, que ha perdido el
jardín florido de la gracia a causa del pecado. Así como en el desierto hay un
calor abrasador, así el alma en esta vida, sin Dios, experimenta el ardor de
las pasiones que, sin el control de la razón iluminada por la gracia, la hacen
arder en la concupiscencia; así como en el desierto hace frío glacial durante
la noche –la temperatura desciende varios grados por debajo del cero-, así en
esta vida, cuando está sin Dios, el alma experimenta el frío del corazón sin
amor ni a Dios ni al prójimo. Así como en el desierto hay alimañas de todo
tipo, además de bestias salvajes, que ponen en riesgo la vida del que se
interna en él, así en esta vida terrena, cuando el alma está sin Dios, se ve
expuesta a la acción de seres inmensamente más dañinos y peligrosos que las
serpientes, los alacranes y los leones y son los ángeles caídos, los espíritus
de las alturas que viven en la oscuridad y en sombras de muerte, al estar
alejados de Dios, vida y luz eterna, para siempre, y cuyo único objetivo en
esta tierra es conducir al hombre a la eterna perdición de su alma. Así como en
el desierto se pasa hambre y sed, así también en esta vida, el alma que vive
sin Dios, aun cuando beba y se alimente con manjares hasta el hartazgo, se
encuentra con sed y hambre espirituales, al no beber la Sangre del Cordero y al
no alimentarse con el Pan de Vida eterna, la Eucaristía. Por último, así como
en el desierto se corre peligro de muerte, así también en esta vida, que es el
desierto espiritual, sin el auxilio de la gracia, el alma cae en pecado mortal,
lo cual significa muerte del alma a la vida de Dios, aun cuando el alma viva
con aparente vida plena esta vida terrena. Por estas razones, y porque el
desierto es símbolo del alma que, por el pecado, vive sin Dios, es que el
Hombre-Dios se interna en el desierto, porque bajó del cielo para buscar no a
los santos, sino a los pecadores, es decir, a aquellos que viven en el desierto
de esta vida terrena, alejados de Dios.
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