“El
que se enseñe a cumplirlos, será grande en el Reino” (Mt 5, 17-19). Haciendo referencia a los Mandamientos de la Ley de Dios,
Jesús advierte que quien no los cumpla y no los enseñe a cumplirlos, no será
grande en el Reino, mientras que el que los cumpla y los enseñe, será grande. Jesús
no ha venido a abrogar la ley mosaica, sino a hacerla más perfecta y esta
perfección implica que el cumplimiento sea ante todo espiritual, interior, pero
sin dejar de obrar exteriormente[1].
Así, quien quiera ser grande en el Reino de los cielos, debe él mismo cumplir
interiormente los Mandamientos, pero al mismo tiempo, debe obrar exteriormente
y ese obrar exterior es enseñar a otros a cumplir los Mandamientos. Quien esto
haga, “será grande en el Reino de los cielos”, es decir, recibirá una
recompensa en la vida eterna y esa recompensa consiste en un mayor grado de
gloria. De esta manera, a mayor grado de gracia en la tierra, le corresponde un
mayor grado de gloria en el cielo. Hace así una analogía a lo que sucede entre
los hombres: un rey, cuando ve que un súbdito se preocupa por hacer cumplir las
normas rectas del reino, premia a ese súbdito de diversas maneras, ya sea económicamente
o con ascensos en el reino. Si eso sucede entre los hombres, que son malos por
lo general y se mueven por bajos intereses, cuánto más Dios, que es bueno,
premiará con mayor grado de gloria en el cielo a quien en la tierra enseñe a
vivir a su prójimo los Mandamientos y preceptos de la Ley de Dios. La exigencia
de santidad es mayor en el nuevo orden instaurado por Jesús que en el orden
mosaico, porque la gracia hace participar al alma de la vida divina y por esto la espiritualidad
cristiana es más profunda y elevada que la mosaica, pero exige que se acompañe
de obras de misericordia, las cuales pueden ser corporales o espirituales, como
el caso señalado por Jesús, el de enseñar a un prójimo dándole consejos de cómo
amar a Dios y vivir los Mandamientos,
etc. Por esta razón, si hay alguien que tiene sed de grandeza y quiere ser verdaderamente
grande, entonces lo que debe hace es humillarse en esta tierra, cumplir y vivir
los Mandamientos de la Ley de Dios y enseñar a los demás a hacerlo; de esa
manera, Dios lo recompensará con un alto grado de gracia en esta vida y de
gloria en la vida eterna.
[1] Cfr. B. Orchard et al., Verbum
Dei. Comentario a la Sagrada Escritura, Tomo III, Editorial Herder, Barcelona
1957, 360.
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