“Matemos
al heredero” (Mt 21, 33-43. 45-46). La
frase corresponde a uno de los viñadores homicidas y es la “solución” que
propone y es aceptada por el resto de los viñadores homicidas y usurpadores,
para quedarse con la viña que ilegítimamente están ocupando y de la cual
quieren a toda costa apropiarse. El dueño de la viña quiere que le restituyan
la viña y para eso envía a sus mensajeros, pero muchos de estos son asesinados,
porque no tienen intención de devolver la viña. El dueño de la viña envía a su
hijo, pensando que lo respetarán y le devolverán la viña, pero no solo no lo
hacen, sino que conspiran para matarlo y finalmente lo matan. La parábola se
entiende cuando se comprende que los elementos naturales corresponden a elementos
sobrenaturales: la viña es la Iglesia, los viñadores homicidas son los
fariseos; los mensajeros son los profetas; el dueño de la viña es Dios Padre;
el hijo es Jesús, Dios Hijo; la muerte del hijo es la crucifixión de
Jesucristo.
Ahora
bien, los usurpadores de la viña no están movidos por puras pasiones humanas,
como la avaricia y la codicia y la usura: forman parte del plan del ángel caído
que pretende adueñarse, con la complicidad de los hombres malos, de la
verdadera y única Iglesia de Dios, la Iglesia Católica. Pretenden adueñarse de
ella para ocultar la Verdad Revelada en Cristo y así construir una Iglesia con
mandamientos, preceptos, ritos y cultos humanos, en donde el centro de la
adoración no sea Dios, sino el hombre mismo. Quieren matar al heredero para que
la viña, esto es, la Iglesia, le rinda culto y adore al hombre y no a Dios.
“Matemos
al heredero”. Cada vez que se desacraliza la liturgia, cada vez que se ensalza
al hombre y se lo adora, se renueva la muerte en cruz del Heredero del Padre,
Cristo Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario