“Esta generación malvada pide un signo pero no le será dado
otro signo que el de Jonás. Así como Jonás fue un signo para los habitantes de
Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación”. Jesús se queja
de aquellos que piden signos para recién creer en Él en cuanto Mesías, pero
Jesús les dice que no será dado otro signo que el de Jonás, porque así como
Jonás fue un signo para los ninivitas, así lo es Él para la humanidad. Los
ninivitas se convirtieron por la prédica de Jonás, abandonando el pecado y
haciendo penitencia. Ahora, que viene Él, que es el Hombre-Dios y el Mesías que
había sido anunciado, piden más signos, es decir, más prodigios y milagros,
para convertirse del pecado y dejar de obrar el mal. Pero Jesús les dice que no
va a haber otro signo que Él mismo, porque Él mismo es el Signo del Padre: Él
es Dios Hijo encarnado y no puede haber otro signo más que Él.
En nuestros días, sucede lo mismo con muchos cristianos:
piden signos, milagros y prodigios para creer, pero no les será dado otro
signo, otro milagro y otro prodigio, que la Eucaristía, porque la Eucaristía es
el mayor signo, el más grande milagro y el más asombroso prodigio que pueda
Dios hacer. Muchos cristianos piden signos, curaciones, resurrecciones de
muertos, para recién creer y convertirse, pero no va a haber eso, porque el
Signo más grande ya está dado y es la Eucaristía. Quien no crea en la
Eucaristía, aun cuando vea resucitar a un muerto, no creerá, porque cualquier
signo es inferior al Signo eucarístico.
“Esta generación malvada pide un signo”. No pidamos signos,
señales, milagros, prodigios, para recién creer, hacer penitencia y
convertirnos. Ya tenemos el Signo eucarístico, que es el Emanuel, el Dios con
nosotros, Jesús Eucaristía. Su Presencia Eucarística es el Signo que anuncia
que el Reino de Dios ya está entre nosotros y que Él está pronto a venir. Con
el Signo Eucarístico, no necesitamos nada más para decidirnos a convertir
nuestros corazones al Dios del sagrario, Jesús Eucaristía.
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