“¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! El
Día del Juicio Final será más llevadero a Tiro y Sidón y a Sodoma que a vosotras”
(Mt 11, 20-24). El Evangelio es muy explícito en cuanto a lo que Jesús
dice: es un “reproche” a ciudades hebreas, a ciudades en donde Él hizo
abundantes milagros de todo tipo, pero a pesar de esto, “no se han convertido”,
es decir, no han cambiado su comportamiento, no han demostrado con un cambio de
vida que refleje que verdaderamente creen en Dios y en su Mesías, Jesucristo.
Esta indiferencia, por parte de las ciudades hebreas, a los milagros obrados
por Jesús, no será pasada por alto por Dios en el Día del Juicio Final: quienes
fueron testigos o receptores de milagros y aun así no cambiaron de vida, no convirtieron
sus corazones y continuaron viviendo como paganos, serán juzgados mucho más severamente
que aquellas ciudades -Tiro y Sidón, Sodoma y Gomorra- en las cuales Jesús no
hizo milagros. Jesús les reprocha a estas ciudades su dureza de corazón, su
frialdad y su indiferencia y les advierte que las ciudades en las que predomina
el pecado pero no se realizaron milagros, recibirán un mejor trato por la
Justicia Divina en el Día del Juicio Final.
Ahora
bien, las ciudades hebreas representan a los cristianos, a los bautizados en la
Iglesia Católica, por lo que el reproche quedaría así: “Ay de ti alma cristiana,
el Día del Juicio Final será más leve para los paganos que para ti”. La razón
del reproche para los cristianos que no llevan una vida cristiana y que serán
juzgados mucho más severamente en el Día del Juicio Final que los paganos, es que
dichos cristianos recibieron los más grandes milagros que Dios puede hacer por
un alma: entre otros muchísimos dones espirituales, Dios les concedió, por el
Bautismo, la gracia de quitarles el pecado original y los convirtió en hijos
adoptivos de Dios; por la Eucaristía, les dio como alimento de sus almas su
Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad; por la Confirmación, les dio su
Amor, el Amor de Dios, el Espíritu Santo y aun así no se convirtieron, continuaron
sus vidas como si Dios no hubiera hecho nada por ellos, continuando sus vidas
como si no hubieran recibido nada de parte de Dios y por eso mismo, en el Día
del Juicio Final, los paganos serán juzgados con más benevolencia que los
cristianos que recibieron todo tipo de dones, gracias y milagros por parte de
Dios y aun así no se convirtieron. Debemos vivir y obrar según la Ley de Dios y
los consejos evangélicos de Jesús, si no queremos escuchar estas severas pero
justas palabras de Jesús: “Ay de ti alma cristiana, el Día del Juicio Final
será más leve para los paganos que para ti”.
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