“Id
a las ovejas descarriadas de Israel y proclamad que el Reino de los cielos está
cerca” (cfr. Mt 10, 1-7). Es muy importante reflexionar en la doble
misión que Jesús encarga a sus discípulos: una, que anuncien que “el Reino de los
cielos está cerca”; la segunda, que ese anuncio no se haga por el momento a los
paganos, sino “a las ovejas descarriadas de Israel”. Esto llama un poco la
atención: ¿porqué les dice “ovejas descarriadas” a los integrantes del Pueblo
Elegido? ¿No eran acaso ellos los únicos que, en la Antigüedad, eran los
depositarios de la revelación de Dios como Uno y por eso eran el único pueblo
monoteísta de ese tiempo? Es verdad que luego Jesús revela que ese Dios Uno que
conocen y adoran los judíos, es además Trino, es decir, Uno en naturaleza y
Trino en Personas, pero hasta el momento, eran los únicos que habían recibido
el don, la gracia, de saber que no había muchos dioses, sino un solo Dios
verdadero. Entonces, si eran depositarios de la Verdad Revelada hasta ese
momento, ¿Por qué Jesús los llama “ovejas descarriadas”?
Los
llama así porque sus jefes religiosos, los fariseos, los doctores de la ley, los
escribas, habían tergiversado de tal manera la ley de Dios, que habían
pervertido la esencia de la religión y en vez de hacerla consistir en la
adoración a Dios Uno y en el amor al prójimo como a sí mismo, como lo afirmaba
la ley, sostenían erróneamente que la justificación estaba en el mero
cumplimiento externo de mandamientos puramente humanos, como por ejemplo, daban
más importancia a la ablución de manos y objetos, antes que la piedad para con
Dios y el amor al prójimo. Los jefes religiosos habían distorsionado a tal
grado la religión, que literalmente no les importaba dejar sin comer a viudas y
huérfanos, siempre y cuando se cumplieran los preceptos externos de la ley, preceptos
por otra parte, en su inmensa mayoría, inventados por ellos mismos. Habían cambiado
el corazón de carne por un corazón de piedra, un corazón frío, insensible ante
el dolor humano, incapaz de obrar la caridad e incapaz por lo tanto de amar
sinceramente al Dios verdadero, porque quien no ama al prójimo, no ama a Dios,
ya que el prójimo es la imagen viviente y visible del Dios Viviente e invisible:
el prójimo está puesto por Dios para que sepamos la medida real de nuestro amor
para con Dios: así como tratamos al prójimo, así tratamos a Dios en la
realidad.
“Id
a las ovejas descarriadas de Israel y proclamad que el Reino de los cielos está
cerca”. El Nuevo Pueblo Elegido somos los integrantes de la Iglesia Católica;
por esto mismo, si no prestamos atención, también nosotros podemos caer en la misma
tentación de escribas y fariseos: endurecer el corazón para con el prójimo, con
lo cual, ni tenemos caridad cristiana para con el prójimo, ni amamos a Dios Uno
y Trino como Él merece ser amado, servido y adorado.
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