“El
Reino de los cielos es como un hombre que encontró un tesoro” (Mt 13,
44-46). Jesús utiliza la imagen de un hombre que encuentra un tesoro escondido
en un campo; regresa lleno de alegría, vende todo lo que tiene y compra el campo.
Para entender esta parábola de Jesús, o mejor dicho, para obtener el
significado espiritual y sobrenatural de la parábola, es necesario reemplazar
los elementos naturales -hombre, terreno, tesoro, etc.-, por elementos sobrenaturales.
Al
hacer esto, la parábola tendría este significado: el hombre que encuentra un
tesoro escondido es el alma de todo bautizado en la Iglesia Católica que, por
el hecho de haber sido bautizado, recibe en germen la vida de la gracia, es
decir, la participación a la vida trinitaria de las Tres Divinas Personas. Ahora
bien, esta fe está en germen y esto significa que debe crecer para desplegar
todo su potencial y este crecer se da a través de la misma gracia, cuando el alma
recibe la gracia santificante que es concedida por los sacramentos, sobre todo
la Confesión y la Eucaristía. El hecho de “encontrar el tesoro”, puede significar
un evento decisivo para la vida del espíritu y es precisamente el tomar
conciencia, el darse cuenta -siempre bajo la luz de la gracia-, del valor
invaluable, valga la expresión, de la gracia santificante, porque hace que el
hombre deje de vivir con su sola vida natural, para comenzar a vivir con la
vida de la Trinidad.
En
el relato de la parábola, Jesús destaca un aspecto en el estado no tanto de
ánimo, sino espiritual y es que después de encontrar el tesoro -después de
darse cuenta del valor de la gracia y del valor de la Eucaristía, en donde está
la Gracia Increada, Cristo Jesús-, regresa, con la decisión ya tomada de vender
todo lo que tiene para comprar el campo y así quedarse con el tesoro, “lleno de
alegría” y esto es muy importante para tenerlo en cuenta, porque la alegría que
experimenta no proviene de sí mismo, de su naturaleza humana, sino de la
naturaleza divina; en otras palabras, es una alegría sobrenatural, que le es
participada al alma por la gracia, de modo que el alma se alegra con la Alegría
Increada que es Dios en Sí mismo.
Otro
elemento a tener en cuenta es la decisión que el hombre toma de “vender todo lo
que tiene” con el objetivo de “comprar el campo” y así obtener el tesoro: la
expresión “vender todo lo que tiene” significa que el alma, descubriendo la
belleza y la alegría de la vida de la gracia, decide “vender todo lo que tiene”,
es decir, decide abandonar la vida sombría de pecado, para comenzar a vivir la
alegre vida de los hijos adoptivos de Dios. La causa de la alegría es la
conversión eucarística: ha encontrado a Jesús en la Eucaristía y eso llena su
alma de una alegría incontenible, inconmensurable, infinita, eterna, celestial.
En
esta parábola, entonces, Jesús nos relata lo que podemos llamar el proceso de
conversión del alma: desde las cosas bajas de la tierra, a lo más alto en el
Cielo, que es la Sagrada Eucaristía.
“El
Reino de los cielos es como un hombre que encontró un tesoro”. Nuestro tesoro
más preciado, nuestro tesoro más precioso, es el Sagrado Corazón Eucarístico de
Jesús; por esto mismo, pidamos la gracia de la conversión eucarística, tanto
para nosotros, como para nuestros seres queridos y para todo prójimo.
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