“Proclamad que el Reino de los cielos está cerca” (Mt
10, 7-15). En el mandato de Jesús a su Iglesia, se deben tener en cuenta diversos
elementos, para no caer en una errónea interpretación de sus palabras.
Primero, es un reino celestial, no intramundano, como el
proclamado por los sacerdotes tercermundistas, que, tergiversando el Evangelio
con la infausta Teología de la Liberación, convirtieron el Evangelio y su
anuncio del Reino de los cielos en una mera propaganda política para sus fines
terrenos y anticristianos.
Otro elemento a tener en cuenta es que el Reino de los cielos
está cerca y está “dentro de nosotros”, como dice Jesús en el Evangelio, pero
está “dentro de nosotros”, como en germen, cuando recibimos la gracia
santificante que nos comunican los sacramentos, sobre todo el Sacramento d de
la Penitencia y el Sacramento del Altar, la Sagrada Eucaristía: por el Sacramento
de la Penitencia, recibimos el Reino en germen, porque comenzamos a vivir, ya desde
el tiempo, la vida de la eternidad, la vida eterna que brota del Acto de Ser
del Ser divino trinitario. Pero además de esto, por el Sacramento de la
Eucaristía recibimos, mucho más que el Reino de los cielos, al Rey del Reino de
los cielos, Cristo Jesús, resucitado, glorioso, vivo, resplandeciente con la gloria
divina, en la Sagrada Eucaristía y esto es algo que debemos anunciar: no solo
el Reino de los cielos está cerca, tan cerca como estamos de recibir los Sacramentos
y vivir en gracia, sino que además el Rey del Reino de los cielos está cerca,
tan cerca de nuestros corazones como el recibirlo por la Sagrada Comunión con
el alma en gracia, libre de pecados, sobre todo de pecados mortales.
Es este el Reino de los cielos que, como católicos,
debemos proclamar, el Reino que se nos da en germen por la gracia santificante
de los Sacramentos, con el anuncio adicional que estando en esta vida terrena,
por la Sagrada Eucaristía, recibimos algo que es infinitamente más valioso que
el Reino de los cielos y es al Rey de los cielos, Jesús Eucaristía.
Ahora bien, no podemos hacer este anuncio si, siendo
cristianos, vivimos, pensamos, deseamos y obramos como mundanos, como paganos,
como anti-cristianos: no podemos anunciar al Reino de los cielos, si deseamos
los reinos de la tierra y las riquezas terrenas de los reinos de la tierra; si
deseamos puestos de honor mundanos y no terrenos; si obramos no por amor a Dios
y al prójimo, sino por propios intereses; si vivimos esta vida quejándonos de
la cruz, rechazándola o, peor aún, como si Cristo no hubiese dado su vida en la
cruz para quitarme mis pecados al precio de su Sangre; no podemos anunciar el
Reino de los cielos si vivimos en contrariedad con los Mandamientos de la Ley
de Dios, si vivimos tomando como palabra divina lo que dice la Inteligencia
Artificial y no Cristo, la Verdadera y Única Palabra de Dios. No podemos
anunciar el Reino de los cielos si hacemos obras para que los hombres nos aplaudan,
con lo cual ya tenemos nuestra mísera paga, cuando en realidad el anuncio del
Reino de los cielos lo debemos hacer obrando la misericordia, corporal y
espiritual, sin que los hombres nos halaguen ni aplaudan, sino que solo sea
Dios Padre quien sea testigo de las obras de misericordia que seamos capaces de
hacer. Solo así anunciaremos al Reino de los cielos y al Rey del Reino de los
cielos, Jesús Eucaristía.
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