En los días materialistas en los que vivimos, las fiestas
navideñas sufren una distorsión, incluso por parte de los mismos cristianos:
muchos piensan que la fiesta consiste en manjares y regalos y es por eso que se
ven compras frenéticas hasta último momento, además de ofertas gastronómicas de
todo tipo.
Sin embargo, la verdadera fiesta de Navidad es espiritual y
consiste en la Santa Misa de Nochebuena, porque allí tenemos todo lo que
deseamos, de parte de Dios: regalos y
manjares. Manjares, porque en la Santa Misa Dios Padre nos convida con un
manjar delicioso, exquisito, el Pan Vivo bajado del cielo, el Vino de la
Alianza Nueva y Eterna y la Carne del Cordero de Dios, asada en el fuego del
Espíritu Santo. También tenemos regalos: además de la gracia, el más grande y el mejor de todos,
el Niño Dios, la Gracia Increada, que nace en Belén, Casa de Pan, para donársenos como Pan de Vida
eterna, la Sagrada Eucaristía.
Por esto es que decimos que la verdadera fiesta de Navidad
es la Santa Misa de Nochebuena, porque allí tenemos manjares celestiales y
regalos del cielo: la Sagrada Eucaristía que nos dona Dios Padre, además del
regalo inimaginado que es el Emanuel, el Dios con nosotros, Jesús en la
Eucaristía.
No cedamos al consumismo, al materialismo y al ateísmo: los
manjares y regalos terrenos deben pasar a un segundo plano, solo como
consecuencia de tener primero el manjar de la Eucaristía y el regalo que es el
Niño Dios, en la Santa Misa de Nochebuena.
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