En el siglo XXI, la Navidad se
ha tergiversado tanto en su sentido original, que se ha convertido en una
fiesta mundana y pagana, en la que el personaje central, Cristo, ha sido dejado
de lado por la fiesta misma, por los regalos, los festejos y por un usurpador
llamado “Santa Claus”. Esto que decimos no lo inventamos nosotros, sino que,
además de ser una experiencia que puede ser comprobada por nosotros mismos, lo
afirma un diario inglés, llamado The
Guardian Unlimited[1].
En dicho diario, en un artículo, se dan toda una serie de consejos mundanos,
banales, triviales e incluso anti-cristianos, para festejar una Navidad “super”
–en inglés le dicen “cool”- o, también, una "Navidad mundana". Es decir, el artículo da consejos para que la
Navidad sea una fiesta divertida, sorprendente, que sea recordada por todos
precisamente por lo divertida que resultó ser. En estos consejos, se incluyen
todo tipo de detalles, que van desde la ropa, los zapatos, los accesorios,
hasta qué elementos decorativos colocar, qué comidas preparar, qué bebidas
servir, etc. Tal y como se realiza con una fiesta mundana, así se aconseja
hacer para Navidad. El problema no radicaría tanto en esto, puesto que una
fiesta sí debe ser, además de elegante, divertida, y por eso no están demás
algunos consejos dados en buena fe: el problema radica en que se reduce la
Navidad a eso, a una fiesta, quitándole lo esencial, lo mistérico, lo
sobrenatural, lo que es la causa de la Navidad, esto es, el Nacimiento del Hijo
de Dios en forma de Niño humano en el Portal de Belén.
Es decir, en el artículo se dan toda clase de consejos para
que la Navidad sea una fiesta “inigualable” e “inolvidable”, pero se olvidan de
lo esencial de la Navidad, el Niño Dios, por quien tiene sentido toda fiesta y
sin el cual ninguna fiesta tiene razón de ser. Una fiesta así, en la que se
deja de lado al personaje central de la fiesta, carece de sentido.
Ahora bien, hay otro error en el artículo y es el pensar
que la fiesta de Navidad se da en un solo ambiente, el mundano: no toman en
cuenta que es en otro ambiente, no de origen mundano o terrestre, en donde se
origina la verdadera fiesta de Navidad y es la Santa Misa de Nochebuena. La razón
es que allí, en la Santa Misa –como en cada Santa Misa- el Niño Dios prolonga
su Encarnación en la Eucaristía, para nacer en los corazones de aquellos que lo
reciban con un corazón humilde, con fe y en gracia. Es decir, la verdadera
fiesta de Navidad es la Santa Misa de Nochebuena, la cual se origina no en la
tierra sino en los cielos, porque es desde de los cielos desde donde desciende
el Niño Dios para prolongar su Encarnación en la Eucaristía y nacer en los
corazones convertidos en otros tantos portales de Belén.
El Niño que nace indefenso, temblando de frío, llorando por
el hambre, es el Niño que fue engendrado en la eternidad en el seno del Padre y
ahora viene a este mundo para cumplir su misterio salvífico y pascual de muerte
y resurrección.
El Niño que nace en
Belén y actualiza su Nacimiento por la liturgia eucarística en el altar
eucarístico es el Rey de los cielos y es por lo tanto, en Sí mismo, la Alegría
Increada y la causa de toda alegría participada. Este Niño que nace en Belén es
el que le da a la fiesta de Navidad su verdadera y única alegría, ya que la
alegría de la fiesta terrena es sólo una alegría refleja de esta alegría
celestial.
La fiesta que no
tiene en cuenta a la Santa Misa de Nochebuena, es una fiesta mundana, pagana,
sin razón de ser, en donde la alegría es vana y banal, pasajera, sin fundamento
alguno que la sustente y esto porque dejan de lado a Aquél que es la razón de
ser de la fiesta de Navidad, Cristo Jesús, el Niño Dios. La verdadera fiesta,
lo volvemos a decir, es la Santa Misa de Nochebuena, Santa Misa en la que Dios
hecho Niño sin dejar de ser Dios, actualiza por la liturgia eucarística del
altar su milagroso nacimiento del seno virginal de María Santísima, al nacer
también de modo milagroso en otro seno virginal, el de la Iglesia, esto es, el
altar eucarístico y esto lo hace para luego convertir a cada corazón en un
nuevo Portal de Belén.
La verdadera fiesta
y el verdadero banquete es la Santa Misa de Nochebuena, porque allí Dios Padre
organiza para nosotros un banquete celestial, un manjar suculento,
substancioso: nos convida con el Pan de Vida eterna, la Sagrada Eucaristía; con
el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre de Jesús y con la Carne del
Cordero de Dios, asada en el fuego del Espíritu Santo. Sin esta fiesta
celestial, toda fiesta terrena es mundana, pagana y anti-cristiana, carente de
toda razón de ser.
Por último, una
fiesta mundana, en la que se deje de lado al Verdadero y Único protagonista,
Cristo Jesús, es incluso peligroso, tal
como lo dice San Hilario: “¿Hay algo más peligroso para el mundo que el hecho
de no querer aceptar a Cristo?”[2].
[2] Cfr. In
Evang. Matth. Comment. XVIII, 3, PL 9, 1019; cit. en Iván Kologrivoff, Il Verbo di Vita, Libreria Editrice Fiorentina, Florencia 1956,
128.
No hay comentarios:
Publicar un comentario