lunes, 11 de mayo de 2020

“Mi Padre y Yo haremos morada en aquél que me ame”




“Mi Padre y Yo haremos morada en aquél que me ame” (Jn 14, 21-26). Jesús hace una promesa que sería imposible siquiera de imaginar, si Él no la hubiera revelado en Persona: Él -que es Dios Hijo- y su Padre -Dios, Padre eterno-, “harán morada” en el corazón de aquél que cumpla sus Mandamientos. Es decir, Jesús va más allá de la revelación de que Él es Dios Hijo encarnado, lo cual es algo en sí más grandioso que la creación del universo visible e invisible: promete que, si alguien cumple sus Mandamientos, tanto Él como su Padre, “harán morada” en ese corazón. Se trata de una profundización de la revelación de Jesús como Hijo de Dios: ahora, Él no sólo es Hijo, no sólo se ha encarnado para salvarnos, sino que “hará morada” en los corazones de los que cumplan sus Mandamientos. Es la doctrina de la inhabitación de Dios Uno y Trino por la gracia en el alma del justo, algo propio del catolicismo y que revela que Dios ya inhabita en el alma del justo, aun antes de la muerte, es decir, aun antes de pasar, por la muerte, a la vida eterna.
          “Mi Padre y Yo haremos morada en aquél que me ame”. ¿Y cómo sabremos si amamos a Jesús y así estar seguros de que el Padre y el Hijo inhabitan en nuestras almas? Si cumplimos sus Mandamientos, ya que Él mismo lo dice: el que me ama, cumplirá mis mandamientos”. Y cumplir los Mandamientos significa tener en el corazón al Espíritu Santo, además del Padre y del Hijo, porque quien cumple los Mandamientos lo hace movido por un amor sobrenatural y éste amor lo da el Espíritu Santo, que es el Amor de Dios.
          Cumplamos los Mandamientos de la Ley de Dios y así el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, harán morada en nuestros corazones y esto ya en el tiempo terreno, como un anticipo de lo que habrá de suceder en la eternidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario