“Yo
soy el camino y la verdad y la vida” (Jn 14, 1-6). En nuestros tiempos,
caracterizados por un lado por un fuerte ateísmo y materialismo, que niega la
realidad del espíritu y, por otro, por una espiritualidad gnóstica que niega la
necesidad de la Iglesia y sus sacramentos, como es la espiritualidad de la
Nueva Era, el camino hacia el Dios Uno y Único, Verdadero, está doblemente
bloqueado. Por un lado, lo bloquea la mentalidad racionalista y atea, que termina
glorificando al materialismo; por otro lado, lo bloque una espiritualidad gnóstica,
centrada ya sea en el propio yo -que termina en el auto-endiosamiento- o en un
universo en el que todo y todos son dios, un dios que no es persona, sino una “energía
cósmica” que todo lo abarca. Por uno u otro camino, el acceso al Dios
verdadero, como decimos, está bloqueado, porque ambos caminos son falsos,
porque son en realidad callejones sin salida.
Quien
desee encontrar verdaderamente a Dios, no debe emprender por lo tanto ninguno
de estos falsos caminos; quien desee encontrar al Dios Verdadero y Único, que
es el Dios de la Iglesia Católica, debe elevar la mirada del alma y centrarla
en el Hombre-Dios Jesucristo, quien pende de una Cruz, además de estar en Persona
en el Sacramento de la Eucaristía. Y quien se una a Cristo, sea en la Cruz o en
la Eucaristía, recibirá en lo más profundo del ser la iluminación que concede Cristo,
porque Él es en Sí mismo luz divina –“Yo Soy la luz del mundo”- y esa luz le
proporcionará el conocimiento verdadero de Dios, como Uno en naturaleza y Trino
en Personas. Por último, quien centre su mirada en Cristo, sea en la Cruz o en
la Eucaristía, recibirá la vida, pero no esta vida terrena que vivimos y experimentamos
desde que nacemos, sino la Vida divina, la Vida misma de Dios Trino, que es la
Vida Increada, por eso es que Jesús dice: “Yo Soy la Vida”.
“Yo
soy el camino y la verdad y la vida”. Para nuestro mundo desorientado, que o
bien se topa de frente con el materialismo ateo, o bien se pierde en la
nebulosa gnóstica de la falsa espiritualidad de la Nueva Era, las palabras de
Jesús, Yo Soy el camino, la verdad y la vida, constituyen la única luz en medio
de las densas tinieblas, que conduce a Dios. Jesús, en la Cruz y en la
Eucaristía, es el Camino que conduce al seno del Padre Eterno; es la Verdad Absoluta
y definitiva acerca de Dios Uno y Trino, y es la Vida divina, la Vida Increada,
que hace partícipe al alma de la vida misma de la Trinidad.
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