miércoles, 6 de mayo de 2020

“Yo soy el camino y la verdad y la vida”




“Yo soy el camino y la verdad y la vida” (Jn 14, 1-6). En nuestros tiempos, caracterizados por un lado por un fuerte ateísmo y materialismo, que niega la realidad del espíritu y, por otro, por una espiritualidad gnóstica que niega la necesidad de la Iglesia y sus sacramentos, como es la espiritualidad de la Nueva Era, el camino hacia el Dios Uno y Único, Verdadero, está doblemente bloqueado. Por un lado, lo bloquea la mentalidad racionalista y atea, que termina glorificando al materialismo; por otro lado, lo bloque una espiritualidad gnóstica, centrada ya sea en el propio yo -que termina en el auto-endiosamiento- o en un universo en el que todo y todos son dios, un dios que no es persona, sino una “energía cósmica” que todo lo abarca. Por uno u otro camino, el acceso al Dios verdadero, como decimos, está bloqueado, porque ambos caminos son falsos, porque son en realidad callejones sin salida.
Quien desee encontrar verdaderamente a Dios, no debe emprender por lo tanto ninguno de estos falsos caminos; quien desee encontrar al Dios Verdadero y Único, que es el Dios de la Iglesia Católica, debe elevar la mirada del alma y centrarla en el Hombre-Dios Jesucristo, quien pende de una Cruz, además de estar en Persona en el Sacramento de la Eucaristía. Y quien se una a Cristo, sea en la Cruz o en la Eucaristía, recibirá en lo más profundo del ser la iluminación que concede Cristo, porque Él es en Sí mismo luz divina –“Yo Soy la luz del mundo”- y esa luz le proporcionará el conocimiento verdadero de Dios, como Uno en naturaleza y Trino en Personas. Por último, quien centre su mirada en Cristo, sea en la Cruz o en la Eucaristía, recibirá la vida, pero no esta vida terrena que vivimos y experimentamos desde que nacemos, sino la Vida divina, la Vida misma de Dios Trino, que es la Vida Increada, por eso es que Jesús dice: “Yo Soy la Vida”.
“Yo soy el camino y la verdad y la vida”. Para nuestro mundo desorientado, que o bien se topa de frente con el materialismo ateo, o bien se pierde en la nebulosa gnóstica de la falsa espiritualidad de la Nueva Era, las palabras de Jesús, Yo Soy el camino, la verdad y la vida, constituyen la única luz en medio de las densas tinieblas, que conduce a Dios. Jesús, en la Cruz y en la Eucaristía, es el Camino que conduce al seno del Padre Eterno; es la Verdad Absoluta y definitiva acerca de Dios Uno y Trino, y es la Vida divina, la Vida Increada, que hace partícipe al alma de la vida misma de la Trinidad.

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