(Domingo
II - TP - in Albis - Ciclo C – 2019)
El segundo Domingo del Tiempo Pascual es llamado “Domingo in
Albis” o también “Domingo de la Misericordia” y esto por expreso pedido de
Nuestro Señor Jesucristo a Sor Faustina Kowalska: “Quiero que la fiesta de la
Misericordia se celebre solemnemente el segundo Domingo después de Pascuas”.
Es decir, en este Domingo se celebra la Misericordia del
Señor, por lo que es motivo para hablar de ella. ¿Por qué Jesús se presenta
como Jesús Misericordioso? Para que nosotros sepamos que Él es la Divina
Misericordia encarnada, lo cual quiere decir que la Divina Misericordia es tal
y como Jesús se le aparece a Santa Faustina y no de otra forma. Si Jesús se
presenta como Jesús Misericordioso, es para que nosotros sepamos que la
Misericordia de Dios es una sola y no la que, según algunos, es. Jesús se
presenta como Jesús Misericordioso para que sepamos que existe una falsa
misericordia y una verdadera misericordia y que la verdadera Misericordia es Él.
¿Cómo es la falsa misericordia y cómo es la verdadera misericordia? Según la
falsa misericordia, el hombre puede vivir tal y como le plazca en esta vida,
sin preocuparse ni por la vida sacramental, ni por vivir la fe, ni por vivir
los Mandamientos: puesto que Dios es tan misericordioso, no importa qué clase
de vida llevemos aquí, Dios nos perdonará igual. Es decir, según la falsa
misericordia, el hombre puede vivir en el pecado, cualquiera que este sea,
porque Dios, que es infinita misericordia, lo perdonará al final de sus días.
Sin embargo, esto es falso, porque es verdad que Dios es
Misericordia Infinita, pero también es verdad que es Justicia Infinita y que si
alguien no quiere arrepentirse de sus pecados, Dios no puede obligarlo a
arrepentirse, por lo que ese tal se hace objeto de la Justicia Divina y no de
la Misericordia Divina, tal como lo dice Jesús: “Que los más grandes pecadores
[pongan] su confianza en Mi misericordia. Ellos más que nadie tienen derecho a
confiar en el abismo de Mi misericordia. Hija Mía, escribe sobre Mi
misericordia para las almas afligidas. Me deleitan las almas que recurren a Mi
misericordia. A estas almas les concedo gracias por encima de lo que piden. No
puedo castigar aún al pecador más grande si él suplica Mi compasión, sino que
lo justifico en Mi insondable e impenetrable misericordia. Escribe: Antes de
venir como Juez Justo abro de par en par la puerta de Mi misericordia. Quien no
quiere pasar por la puerta de Mi misericordia, tiene que pasar por la puerta de
Mi justicia”[1].
De estas palabras se deduce claramente que, por un lado, no hay pecado, por
grande que sea, que Dios no perdone en su infinita misericordia; por otro lado,
que no hay pecador que no sea perdonado, por gran pecador que sea, con la
condición de que se arrepienta de sus pecados, pero si el pecador no se
arrepiente, entonces Dios no puede perdonarlo y esa alma, en vez de recibir la
Misericordia Divina, recibirá la Justicia Divina. Esto es así porque Dios es
infinitamente Justo: Dios sería injusto si concediera a un pecador impenitente
el perdón, porque precisamente, el impenitente no quiere el perdón, por eso
Dios no se lo puede conceder, porque respeta esta libre decisión del pecador de
ser impenitente. Ese tal se condenará, pero no porque Dios le niegue su
Misericordia, sino porque el hombre impenitente no quiere recibirla. Quien se
condena, no es por falta de Misericordia, porque Dios a todos ofrece su Divino
Perdón y a todos concede la gracia de la Misericordia Divina, pero resulta que
no todos los hombres quieren recibir este Divino Perdón.
Entonces, un primer motivo por el cual Jesús se aparece como
la Misericordia encarnada, es para que sepamos distinguir entre verdadera y
falsa misericordia.
El otro motivo por el que Jesús viene como Jesús
Misericordioso es para que sepamos que su Segunda Venida, para juzgar al mundo,
está cerca y esta imagen, la imagen de la Divina Misericordia, es un aviso de
que Él está por venir y que debemos estar preparados para su Segunda Venida.
Dice así Sor Faustina: “Una vez cuando en lugar de la oración interior comencé
a leer un libro espiritual, oí en el alma estas palabras, explícitas y fuertes:
“Esta imagen es la última tabla de salvación para el hombre de los Últimos
Tiempos (…) La humanidad no encontrará la paz, hasta que no se vuelva con confianza
a mi Misericordia (…) Doy a la humanidad un vaso del cual beber, y es esta
imagen (…) Anunciarás al mundo mi Segunda Venida”. Jesús vino por primera vez,
en la humildad de un pesebre y muy pocos se enteraron de su Primera Venida;
vendrá por Segunda Vez, en la gloria del cielo y toda la humanidad lo verá y
cuando venga, juzgará a vivos y muertos y es para esta Segunda Venida en la
gloria, para la cual Jesús nos advierte que debemos estar preparados. Ese día,
le dijo la Virgen a Sor Faustina, “hasta los ángeles del cielo temblarán de
espanto ante la ira de Dios”. La imagen de Jesús Misericordioso es la última
devoción para el hombre de los Últimos Tiempos: ya no habrán más devociones y
quien desprecie o deje pasar la Misericordia, inevitablemente pasará por la
Justicia Divina. Así dice Jesús a Santa Faustina: “(…) habla al mundo de Mi
misericordia para que toda la humanidad conozca la infinita misericordia Mía
(...) (Esta imagen) es una señal de los últimos tiempos, después de ella vendrá
el día de la justicia. Todavía queda tiempo, que recurran, pues, a la Fuente de
Mi misericordia, (y) se beneficien de la Sangre y del Agua que brotó para
ellos”[2].
La imagen de Jesús Misericordioso es la señal de que su Segunda Venida está
próxima; tal como Él le dice a Sor Faustina, es “una señal de los últimos
tiempos”, los tiempos que precederán a su Segunda Venida en la gloria, Segunda
Venida en la que tendrá lugar “el día de la justicia”, el cual está descripto
en la Sagrada Escritura como “Día de la Ira de Dios” (Rm 1, 18). Dios es Amor
infinito, pero los pecados de la humanidad han traspasado los cielos y claman
la intervención de la Justicia Divina, porque además de las innumerables
crueldades y blasfemias que se cometen en todo lugar, gracias a la
globalización tecnológica y a una falsa concepción de la Divina Misericordia, todo
el mundo se ha convertido en una inmensa Sodoma y Gomorra, lo cual enciende la
ira de Dios. Sólo quien se ampare bajo los rayos que brotan del Corazón de
Jesús Misericordioso, estarán a salvo de la ira de Dios: “Estos rayos protegen
de la ira de mi Padre”. A Jesús Misericordioso le decimos: “Oh Jesús
Misericordioso, Tú eres la infinita y Divina Misericordia encarnada; nos
reconocemos pecadores y necesitados de tu Misericordia; que tu Misericordia
Divina nos ampare de la ira del Padre, justamente encendida por nuestros
pecados. Oh Sangre y Agua, que brotasteis del Corazón de Jesús, como manantial
de misericordia para el mundo entero, ampáranos y líbranos de la ira de Dios”.
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