"¿Por qué buscan entre los muertos, al que está vivo?
No está aquí, ha resucitado".
(Ciclo C – 2019)
“Las mujeres no hallaron en el sepulcro el Cuerpo del Señor
Jesús” (Lc 24, 1-12). En la madrugada del “primer día de la semana”, esto es,
el Domingo de Resurrección, las santas mujeres de Jerusalén acuden al sepulcro
con los perfumes y ungüentos aromáticos para ungir al Cuerpo de Jesús, tal como
se acostumbraba entre los judíos en ese entonces. Pero el Evangelio dice que,
por un lado, encontraron “removida la piedra del sepulcro” que servía a modo de
puerta y, por otro lado, cuando entraron, “no hallaron el Cuerpo del Señor
Jesús”. Es decir, las mujeres van a buscar a un Jesús muerto, que teóricamente
está en un sepulcro ocupado con su Cuerpo frío y sin vida. Esto demuestra, por
lo menos, falta de fe en las palabras de Jesús, de que Él habría de resucitar
al tercer día, luego de padecer su Pasión. Que sea una falta de fe en las
palabras de Jesús, es un hecho corroborado por lo que les dicen los ángeles a
las santas mujeres, ya que ellos les recuerdan lo que Jesús les había dicho, al
tiempo que les reprochan que lo busquen entre los muertos, cuando Él ya está
vivo, ya ha resucitado, como lo había prometido. En efecto, los ángeles les
dicen a las mujeres: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?”. Es
decir, ¿por qué acudir al cementerio, al sepulcro, a buscar a un Jesús muerto,
cuando Él había dicho que habría de resucitar? Luego continúan diciéndoles: “No
está aquí, ha resucitado”. Es decir, el lugar en donde hay que buscar a Jesús
no es el sepulcro, porque Él lo ha dejado vacío, lo ha abandonado, porque ha
vuelto a la vida, no a la vida terrena que tenía antes de morir, sino a la vida
gloriosa que tenía antes de la Encarnación, cuando vivía en el seno del Eterno
Padre: ha resucitado con su Cuerpo glorioso y por eso no está ahí, en el
sepulcro. Luego, los ángeles les recuerdan a las santas mujeres las palabras de
Jesús: “Recuerden lo que Él les decía cuando aún estaba en Galilea: “Es
necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que
sea crucificado y que resucite al tercer día”. Es decir, los ángeles les
recuerdan a las mujeres que Jesús les había profetizado su misterio pascual de
muerte y resurrección: Él les había dicho que iba a padecer, que sería
crucificado y que habría de resucitar al tercer día. Ellas, aunque piadosas, se
habían quedado sólo con el dolor del Viernes Santo y con el llanto y el
silencio del Sábado Santo, pero su fe no había llegado a creer en el Domingo de
Resurrección, por eso es que lo buscan entre los muertos a Aquel que está vivo.
Es entonces cuando las mujeres recuerdan las palabras de Jesús: “Y las mujeres
recordaron sus palabras”. Es en ese momento en el que las santas mujeres no
solo recuerdan las palabras de Jesús, sino que, ante la vista del sepulcro
vacío, creen en la totalidad del misterio pascual de Jesús, que no sólo
comprende el dolor del Viernes Santo y el silencio y el llanto del Sábado
Santo, sino también el gozo y la alegría del Domingo de Resurrección y es
entonces cuando las santas mujeres salen corriendo para avisar a los Apóstoles
que Jesús ha resucitado como Él lo había prometido y que, en consecuencia, el
sepulcro está vacío.
“Las mujeres no hallaron en el sepulcro el Cuerpo del Señor
Jesús”. Hasta un cierto punto, es lógico que las santas mujeres se hayan
detenido en la muerte del Viernes Santo y en el llanto y silencio del Sábado
Santo, porque es más natural al ser humano la experiencia de la muerte y del
llanto y del dolor, en cambio, la experiencia de la resurrección no. Las santas
mujeres comienzan a creer cuando la luz de la gracia ilumina sus mentes y
corazones a través de las palabras de los ángeles, quienes se convierten en
mensajeros de la Resurrección de Jesús. Resucitar, es decir, volver a la vida,
con una vida nueva y distinta, una vida no terrena, sino celestial y gloriosa,
es algo que excede absolutamente a todo ser humano y de ahí la dificultad de las
santas mujeres en creer. Ahora bien, nosotros tampoco tenemos la experiencia de
la Resurrección y no se nos aparecen ángeles para decirnos que Jesús está
resucitado, pero sí tenemos el testimonio de los santos y el Magisterio de la
Iglesia de más de dos siglos, que nos dicen lo mismo que los ángeles: “No
busquen a Jesús entre los muertos, porque ha resucitado”. Pero además, hay algo
que nosotros sabemos y que no lo sabían las santas mujeres y tampoco se lo
habían dicho los ángeles, pero sí nos dice la Iglesia con su Magisterio y
Catecismo: Jesús ha resucitado y está vivo y glorioso, con su Cuerpo lleno de
la vida y de la gloria de Dios, en la Eucaristía, por lo que tenemos que buscar
a Jesús no en el mundo, entre los muertos a la vida de Dios, sino en el lugar
en donde está con su Cuerpo glorioso, en la Eucaristía, en el sagrario.
“¿Por qué buscan entre
los muertos al que está vivo?”. Muchos en la Iglesia buscan a un Jesús muerto,
no resucitado; muchos cristianos viven incluso como si Jesús estuviera muerto y
no resucitado, tal como lo creían las santas mujeres antes del anuncio de los
ángeles. Muchos buscan a un Jesús muerto y lo buscan en donde no está; no vamos
a encontrar a Jesús en el mundo; debemos buscar a Jesús no entre los muertos,
sino allí donde está Jesús, vivo, en el sagrario, en la Eucaristía. Los
cristianos no podemos buscar a Jesús en medio del mundo, debemos acudir al
sagrario, allí donde está Jesús con su Cuerpo glorioso, resucitado, lleno de la
vida, de la luz, de la gloria y del Amor de Dios. Y, una vez que lo hayamos
encontrado, debemos hacer como hicieron las santas mujeres cuando comprendieron
que Jesús había resucitado: debemos anunciar al mundo la alegría de que Jesús
no solo ha resucitado, dejando vacío y desocupado el sepulcro, sino que está
vivo y ocupa, con su Cuerpo glorioso y luminoso, resucitado en la Eucaristía,
todos los sagrarios de la tierra.
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