(Ciclo
C – 2019)
“Creían ver un espíritu” (Lc 24,35-48). Jesús resucitado se aparece en medio de sus
discípulos, pero estos, al no tener experiencia de la resurrección y al no
haber visto nunca a un cuerpo resucitado, ahora que lo ven a Jesús, reaccionan
con temor y pensando que “era un espíritu”: “Creían ver un espíritu”. Sin
embargo, entre otras cosas, lo que queda de manifiesto en este evangelio es la
realidad del Cuerpo resucitado de Jesús: para que se convenzan que es Él en
persona, con su propio Cuerpo –el mismo que tenía antes de morir, pero ahora
resucitado-, los invita a que lo vean y a que palpen su Cuerpo, para que
terminen de darse cuenta de que es Él en Persona y no un espíritu o un
fantasma: “Y él les dijo: “¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en
vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos
cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo”.
Jesús los insta a que palpen sus manos y sus pies y así comprueben, por sí
mismos, que es Él y no un espíritu, porque un espíritu no tiene “carne y
huesos”, como los tiene Él. “Carne y huesos” de resucitado, pero carne y huesos
al fin. Luego, para darles otra prueba de que es Él y no un espíritu, les pide
de comer: “¿Tenéis ahí algo de comer?”. Ellos le ofrecieron un trozo de pez
asado. Él lo tomó y comió delante de ellos”. Con esta prueba de la comida, los
discípulos se convencen de que es Jesús en Persona, con la realidad de su
Cuerpo resucitado y no un espíritu. Ahora, pasan del temor a la alegría extrema
y es precisamente la alegría de ver a Jesús resucitado el otro componente de la
reacción de los discípulos: “No acababan de creer por la alegría”. Se trata de
una alegría no mundana, no originada por las cosas del mundo, sino de una
alegría que emana del Ser divino de Jesús, que en cuanto tal es la “Alegría
Infinita” y la “Alegría Increada”.
“Creían ver un espíritu”. Jesús resucitado no se nos aparece
visiblemente; sin embargo, se nos aparece real y verdaderamente, con su Cuerpo
resucitado, oculto en la Eucaristía. Si alguien escribiera la reacción de
quienes asisten a Misa y su relación y reacción con la Eucaristía,
probablemente escribirían: “(Al ver la Eucaristía) creían ver un poco de pan
bendecido”. La Eucaristía no es un poco de pan bendecido, sino Jesús
resucitado, vivo y con su Cuerpo glorioso, lleno de la vida, de la luz y del
Amor de Dios. Y a diferencia de los discípulos, Jesús no nos pide de comer pez
asado, sino que nos da a comer de la Carne del Cordero de Dios, asada en el
fuego del Divino Amor, el Espíritu Santo, lo cual es motivo de alegría
celestial, sobrenatural, para el alma y para la Iglesia toda.
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