Jesús entrega el bocado a Judas Iscariote y Satanás entra en él.
(Ciclo
C – 2019)
“En cuanto (Judas Iscariote) recibió el bocado, Satanás
entró en él (…) Judas salió. Afuera era de noche” (Jn 13, 21-33). El Evangelio no puede ser más explícito en describir
una posesión satánica, la posesión de Judas por parte de Satanás. El momento de
la posesión se da en el instante en el que Judas “toma el bocado”. Muchos dicen
que se trataría de la Eucaristía, pero otros afirman que no, que se trataba de
la comida que los discípulos estaban cenando. El hecho de tratarse de un simple
bocado de comida y no de la Eucaristía, estaría simbolizando las pasiones que
dominan a Judas, entre otras, la de la gula. Es en ese momento en el que Satanás
entra en Judas Iscariote, configurándose así una especie de contra-comunión, o
de comunión sacrílega, o de comunión invertida, porque mientras los otros
discípulos, terminada la cena, comulgan la Eucaristía, esto es, la Carne del
Cordero de Dios en apariencia de pan y con la Eucaristía es Jesús, Dios
encarnado, quien ingresa en sus almas, en la contra-comunión o anti-comunión de
Judas, lo que comulga no es la Eucaristía, sino un manjar terreno, indicando
que está dominado por la gula entre otras pasiones y el que ingresa en su alma
no es Cristo, sino el Demonio: “En cuanto (Judas Iscariote) recibió el bocado,
Satanás entró en él”. Las consecuencias de esta anti-comunión son inmediatas,
siniestras y abominables para el alma: el Evangelio dice que Judas, después de
ingerir el bocado, “salió del Cenáculo” y que “afuera era de noche”, esto no
significa que solamente Judas realizó la acción de salir físicamente del
Cenáculo para internarse en la noche cósmica, sino que con su traición y con el
Demonio ya en su alma, salió definitivamente del Cenáculo, es decir, del
Corazón de Jesús, para internarse en las tinieblas vivientes, los ángeles
caídos, quienes serían desde entonces y hasta su muerte por suicidio, su
compañía inseparable.
“En cuanto (Judas Iscariote) recibió el bocado, Satanás
entró en él (…) Judas salió. Afuera era de noche”. No es indistinto recibir a
Jesús Eucaristía y su gracia; quien recibe a Jesús Eucaristía, recibe al Hijo
de Dios, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía, pero para eso, debe
despojarse de sí mismo, negarse a sí mismo y a sus pasiones. De lo contrario,
quien no se niega a sí mismo y quien no se despoja de sí mismo, le sucede lo
que a Judas Iscariote: comulga con el Demonio, el Demonio entra en él y toma
posesión de su cuerpo. Y si no hay exorcismo de por medio, la compañía del
Demonio será para toda la eternidad, como sucedió con Judas Iscariote, a
quien su sed por el dinero lo llevó a comulgar con el Ángel caído.
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