(Ciclo
C – 2019)
“Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto” (Jn 20,11-18). Al ver el sepulcro vacío,
María Magdalena interpreta en forma errónea lo sucedido: en vez de recordar las
palabras de Jesús, de que Él habría de resucitar, piensa que alguien se ha
llevado el cuerpo muerto de Jesús. Es decir, en vez de creer en la
resurrección, María Magdalena continúa en la cosmovisión de la humanidad
después del pecado: sólo conoce la muerte y el dolor y no puede ni siquiera
imaginarse en qué consiste la resurrección y esa es la razón por la cual llora
junto al sepulcro vacío. Es decir, tiene ante sí una prueba tangible de la
resurrección de Jesús, el sepulcro vacío y en vez de alegrarse porque Jesús
está vivo y resucitado, llora porque piensa que está muerto y que su cuerpo
simplemente ha sido cambiado de lugar.
“Se han llevado a mi
Señor y no sé dónde lo han puesto”. María Magdalena da la misma respuesta,
tanto a los ángeles, que le preguntan por primera vez por la causa de su
llanto, como cuando, por segunda vez, ahora sí Jesús en Persona, le pregunta
también por la causa de su llanto. Confundiéndolo con el “cuidador de la huerta”
y pensando que es él quien ha cambiado de sepulcro al cuerpo de Jesús, María
Magdalena responde a Jesús de la misma manera en que respondió a los ángeles: “Se
han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. Sólo cuando Jesús infunde
en ella el don del conocimiento sobrenatural, María Magdalena, iluminada por la
gracia, reconoce a Jesús y lo llama “Rabboní”, es decir, “Maestro” y se postra
ante sus pies.
“Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”.
Muchos, dentro de la Iglesia, se comportan, en relación a Jesús y a su misterio
pascual de muerte y resurrección, como María Magdalena: no recuerdan o más
bien, no creen en las palabras de Jesús y en el Magisterio de la Iglesia, que nos
enseña que Jesús ha resucitado y está, vivo y glorioso, en la Eucaristía. No debemos
repetir el error de María Magdalena; a diferencia de ella, que “no sabe adónde
está el cuerpo del Señor” y piensa que está muerto, nosotros sí sabemos dónde
está el Cuerpo de Jesús, vivo, glorioso y resucitado: está en el sagrario, en
la Sagrada Eucaristía. Y ésa es la razón de nuestra alegría, en medio de las
tribulaciones de esta vida y las persecuciones del mundo.
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