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miércoles, 21 de febrero de 2024

“Aquí hay alguien que es más que Jonás”

 


“Aquí hay alguien que es más que Jonás” (Lc 11, 29-32). Jesús trae a la memoria al profeta Jonás, recordado por advertir a los ninivitas sobre un inminente castigo de Dios si no hacían penitencia y se arrepentían de sus pecados, advertencia a la cual los ninivitas hicieron caso, por lo cual Nínive no fue castigada.

El hecho de que Jesús traiga a colación al profeta Jonás y se dirija a Él en tercera persona, como “alguien que es más que Jonás”, se debe a que, como Jesús mismo lo dice, al momento de su prédica, la generación que lo escucha es “malvada”, es decir, repite los pecados, la malicia de Nínive. Y si la generación repite los pecados de Nínive y si Jesús es como Jonás y todavía más que Jonás, entonces es claro que los está llamando al arrepentimiento y a la conversión a aquellos que lo escuchan, ya que, si no lo hacen, recibirán el castigo de Dios merecido por sus pecados: “Esta generación es malvada”, dice Jesús y como es malvada merece castigo si no se arrepiente.

Pero lo que hay que tener en cuenta es que cuando Jesús dice: “Esta generación es malvada”, lo dice no refiriéndose solamente a la generación de hace veinte siglos, a sus contemporáneos, sino a la humanidad en su totalidad: la humanidad, apartada de Dios por el pecado original, ha caído en la malicia del pecado, se ha dejado arrastrar por sus pasiones depravadas y por lo tanto es susceptible de recibir el castigo divino a causa de sus pecados si no se arrepiente y se convierte, tal como hicieron los ninivitas.

Por lo tanto, esta misma llamada al arrepentimiento y a la penitencia que hace Jesús a quienes lo escuchaban en su tiempo, nos la hace también a nosotros, desde el momento en que somos tanto o más pecadores que los ninivitas y también pertenecemos a la “generación malvada”, en cuanto somos descendientes de Adán y Eva. Es aquí en donde la figura de los ninivitas nos ayuda a comprender y a vivir la Cuaresma: los ninivitas son un ejemplo para nosotros acerca de cómo vivir la Cuaresma porque ellos escucharon la voz de Dios, escucharon su advertencia de cambiar de vida, hicieron penitencia y así no solo evitaron el castigo divino, sino que recibieron tantas bendiciones del Cielo, que son y serán recordados hasta el fin de los tiempos por su arrepentimiento y su buen obrar. Aprovechemos el tiempo de Cuaresma para que, al igual que los ninivitas, también nosotros hagamos penitencia, nos arrepintamos de nuestros pecados y recibamos el más grande don que Dios puede hacer a la humanidad, Cristo Jesús en la Eucaristía.

martes, 11 de marzo de 2014

“Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, así el Hijo del hombre es un signo para el mundo”


“Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, así el Hijo del hombre es un signo para el mundo” (Lc 11, 29-32). Jonás fue un signo de penitencia y de conversión enviado por Dios para los ninivitas y puesto que los ninivitas lo recibieron de buen corazón, Dios se retractó de su amenaza de justo castigo por los pecados y no los castigó. De la misma manera, Jesús elevado en la cruz, es el signo del perdón divino para toda la humanidad, para todos los hombres pecadores de todos los tiempos. Sin importar la inmensidad de los pecados que un hombre haya cometido, todo lo que un hombre necesita para que se le perdonen sus pecados, es que se arrodille ante Jesús crucificado, el signo de la Misericordia Divina, y permitir que la Sangre del Cordero caiga sobre su cabeza, para que de manera inmediata sus pecados queden borrados de la Memoria de Dios y las Puertas del Cielo le sean abiertas de par en par. Y puesto que el Santo Sacrificio de la cruz, que es el signo de la Misericordia Divina para el mundo, se perpetúa en la Santa Misa, por lo tanto, el signo de la Misericordia Divina para la humanidad pecadora que quiera salvarse, es la Santa Misa (aunque también lo es el sacramento de la confesión, porque es también allí en donde caen las gotas de Sangre del Salvador sobre el alma del penitente que se confiesa). No hay otro signo de la Divina Misericordia, para el pecador que desea salvarse, que Jesús elevado en la cruz, es decir, la Santa Misa, la renovación incruenta del Santo Sacrificio de la cruz. 
No hay otro signo del perdón, del Amor y de la Misericordia Divina, que Cristo Crucificado, que el Cordero “como Degollado”, que vierte su Sangre desde su Costado abierto, de manera ininterrumpida, desde hace veinte siglos, cada vez, en la Santa Misa, y lo seguirá haciendo, hasta el fin de los tiempos, hasta la consumación de los siglos, hasta el Último Día de la humanidad, en que dará inicio la Eternidad.