Mostrando entradas con la etiqueta Fiat. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Fiat. Mostrar todas las entradas

martes, 19 de julio de 2016

“El que hace la voluntad de mi Padre, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”


“El que hace la voluntad de mi Padre, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12, 46-50). Jesús, rodeado de discípulos, está predicando la Palabra de Dios. En medio de su prédica, le avisan que “su madre y sus parientes”, están afuera, esperándolo: “"Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte”. Jesús responde de manera enigmática, como dando a entender que su familia biológica pasa a un segundo plano: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? (…) Todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”. Es decir, con esta respuesta, Jesús pareciera dar a entender que su familia biológica –su Madre, la Virgen, y sus “hermanos”, que son sus primos en realidad-, pasa a un segundo plano, puesto que antepone a ellos a “todo el que hace la voluntad de su Padre”.
Sin embargo, no es verdad que Jesús deje de lado a su familia biológica –muchísimo menos a su Madre, la Virgen-: lo que sucede es que Jesús está revelando la creación, de parte suya, de una nueva familia, la familia de los hijos de Dios, congregados en la Iglesia, y esta familia nueva, a diferencia de la familia biológica, que está unida por lazos de sangre, la nueva familia de Jesús está unida por un lazo infinitamente más fuerte que los lazos biológicos, y es el lazo del Amor de Dios, el Espíritu Santo, donado por Él y el Padre, que uniendo a los hombres en Cristo, los plenifica con el Amor de Dios y es el Amor de Dios, el que lleva a cumplir la voluntad de Dios, que siempre es santa, benigna y amabilísima. La Nueva Familia de los hijos de Dios, adoptados por la gracia santificante, se caracteriza por cumplir la Divina Voluntad, por amor, no por obligación, ni por miedo. Ésa es la razón por la cual Jesús dice que “Todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”. Pero eso no significa que Jesús deje de lado, o haga pasar a un segundo plano a su familia biológica, y mucho menos a su Madre amantísima, la Virgen, por cuanto Ella es modelo perfectísimo de cumplimiento de la voluntad de Dios, y por partida doble: por ser Madre biológica de Jesús, y por ser la Madre celestial de los hijos adoptivos de Dios, es decir, de la Nueva Familia de Jesús, sus hermanos, adoptados por María Santísima al pie de la cruz.
La Virgen es la primera en cumplir la voluntad de su Padre, con su “Fiat” a la Encarnación y con su amoroso y perfectísimo cumplimiento de su rol materno, encargado por Dios Padre. La Virgen es así doble ejemplo de familia de Jesucristo unida en el amor al cumplimiento del Padre: por ser su Madre biológica, y por ser la Primera que cumple, de modo admirabilísimo y perfectísimo, la voluntad de Dios Padre, que es el ofrecimiento de todo el ser, para ser partícipes de su plan de salvación del género humano.

“El que hace la voluntad de mi Padre, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”. Por haber recibido la gracia santificante en el bautismo, formamos parte de la Familia de Jesús: somos hijos adoptivos de Dios Padre y hermanos de Jesús, y si queremos cumplir la voluntad de Dios, contemplemos a Nuestra Madre del cielo, la Virgen, Aquella que, movida por el Amor del Espíritu Santo, que inhabita en su Inmaculado Corazón, dice “Fiat” a la voluntad amabilísima de Dios.

jueves, 19 de diciembre de 2013

“El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”


“El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lc 1, 26-38). La escena de la Anunciación del Ángel Gabriel a la Virgen María pasa totalmente desapercibida para el mundo, desde el momento en que se produce en un pueblo pequeño y perdido de Palestina, muy lejos del centro del poder del mundo en ese momento, la Roma imperial, muy lejos de la capital religiosa del Pueblo Elegido, Jerusalén, y muy lejos de todo centro de poder mundano, puesto que el Anuncio es hecho a una humilde joven virgen, desconocida e ignorada por todos, menos por Dios.
Pero la sencillez, la humildad y el ocultamiento del Anuncio a los ojos del mundo, se contrastará luego con la magnitud de los efectos de ese anuncio aceptado por la Virgen con su “Fiat”, y es la salvación del género humano. Esto nos muestra que el decirle “Sí” a la Voluntad de Dios, como lo hace la Virgen, aunque en su momento parezca que no sucede nada o que se trata de algo insignificante, nunca es así, puesto que Dios obra con su infinito poder a través de lo que para el mundo no tiene valor ni significa nada y obra a través de sus instrumentos pequeñísimos de manera tal que, cuanto más pequeño es el instrumento, más muestra Dios su Omnipotencia, su Sabiduría y su Amor.
Con su “Fiat”, la Virgen es modelo perfectísimo de aceptación de la Voluntad Divina, y es por eso que debemos contemplarla en su “Sí” al Anuncio del Ángel, un “Sí” que abre las Puertas del cielo que de esta manera derrama sobre los hombres una bendición de alcance y magnitud imposibles de imaginar.
Al aceptar la Voluntad de Dios expresada en el anuncio del Ángel Gabriel, la Virgen da inicio al plan de salvación que la Trinidad ha dispuesto para la humanidad. Es la Trinidad en pleno la que interviene en el plan salvífico: Dios Padre dona a su Hijo; Dios Hijo obedece el mandato del Padre; Dios Espíritu Santo, el Amor del Padre y el Hijo, es el Don Final que sella con Amor Divino el perdón de Dios a los hombres, coronando así la obra de la salvación.
Con su “Fiat”, la Virgen da inicio a la obra más asombrosa que jamás hayan contemplado los hombres y los ángeles: la Encarnación de la Palabra del Padre, la unión hipostática, es decir, en la Persona del Verbo de Dios, de una humanidad creada, la humanidad de Jesús de Nazareth, humanidad que al contacto con la divinidad recibe de esta la plenitud de la santidad y así se convierte en la ofrenda agradable al Padre, ofrenda sacrificial que será inmolada en el ara de la Cruz para la salvación de los hombres.
Por el “Fiat” de la Virgen, la Palabra de Dios, Invisible en sí misma, se vuelve visible, porque al recibirla en su mente y en su Corazón Inmaculado primero y en su seno y útero virginal después, la Virgen le proveerá de su carne y de su sangre, para tejerle un cuerpo humano, un cuerpo que primero es embrión y que luego, cuando llegue a término, será dado a luz virginalmente como un Niño humano.
Por el “Fiat” de la Virgen el Dios omnipotente, que se hace frágil como un niño en su seno virginal, es cobijado, protegido, nutrido y alimentado con amor inefable por la Madre de Dios, para que luego de nacer como un Niño, una vez adulto, ofrezca su Cuerpo en la Cruz para derrotar con su Divino Poder a los tres enemigos mortales del hombre: el demonio, el mundo y la carne.
Por el “Fiat” de la Virgen, el Verbo de Dios, engendrado eternamente en el seno del Padre, es llevado por el Amor Divino al seno de la Virgen Madre, en el tiempo, para encarnarse y nacer virginalmente en el tiempo y así poder ofrecerse al mundo como Pan de Vida eterna para la salvación de los hombres.
Por el “Fiat” de la Virgen, Ella misma se convierte en modelo y anticipo de la transubstanciación eucarística obrada en la Santa Misa por el mismo Espíritu Santo que condujo al Verbo del Padre hasta su seno virginal: así como el Amor de Dios une a la Persona Increada del Hijo con la Humanidad santísima creada de Jesús, confeccionando así la Primera Eucaristía, al unir en el seno virginal de María a la Humanidad santísima de Jesús –Cuerpo, Sangre, Alma- con la Divinidad del Hijo de Dios, así esta Encarnación en el seno de la Virgen se continúa y prolonga en la Santa Misa, cuando el Espíritu Santo, una vez pronunciadas las palabras de la consagración por parte del sacerdote ministerial, convierte el pan y el vino en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesús, confeccionando la Eucaristía en el altar eucarístico, tal como lo hizo en el seno de la Virgen en la plenitud de los tiempos.

Decir “Sí” a la Voluntad de Dios, como lo hizo la Virgen con su “Fiat” en la Anunciación, abre un mundo infinito de dones, regalos, gracias, venidas del Amor de Dios, cuya magnitud no puede ni siquiera imaginarse, ni en esta vida ni en la otra. La Virgen, con su “Fiat” inmediato a la Voluntad de Dios, es nuestro modelo para aceptar siempre y en todo momento la adorable, santísima y bondadosísima Voluntad Divina, que solo quiere darnos bienes y más bienes en el Niño Dios, que nacerá para Navidad.