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sábado, 27 de marzo de 2021

Lunes Santo

 



(Ciclo B – 2021)

         “Déjala, lo tenía guardado para el día de mi sepultura” (Jn 12, 1-11). Estando Jesús en casa de sus amigos en Betania, María, hermana de Marta y Lázaro, derrama un costoso perfume de nardos en la cabeza de Jesús, unge sus cabellos y luego unge sus pies. El acto de María es premonitorio de la pronta muerte de Jesús, ya que era costumbre de los judíos derramar perfume sobre aquellos que acababan de fallecer. Justificando la acción de María, Jesús responde a Judas Iscariote –quien se preocupaba falsamente de los pobres, porque solo quería robar-, diciéndole: “Déjala, lo tenía guardado para el día de mi sepultura”. Un comentario aparte merece el pobrismo falso de Judas Iscariote: finge preocuparse por los pobres, pero en realidad lo que quiere es robar el dinero que los discípulos tienen en común; esta conducta delictiva de Judas será, en adelante, el modelo perfecto para los políticos populistas, quienes, como Judas Iscariote, fingen preocuparse por los pobres, pero lo que hacen es utilizar a los pobres para sus fines electorales y para robarles lo que les corresponde.

         Ahora bien, dejando de lado la figura del traidor pobrista Judas Iscariote, reflexionemos acerca del gesto de María. Como el mismo Jesús lo dice, es un anticipo premonitorio de su Muerte, que ocurrirá en la Cruz, para la salvación del mundo: lo que ha hecho María es anticipar, por designio divino, el rito fúnebre con el que honrarán el Cuerpo muerto de Jesús el Viernes Santo, tal como solían hacer los hebreos en sus ritos fúnebres. Movida por el Espíritu Santo, María derrama perfume exquisito sobre Jesús, en acción de gracias por el sacrificio expiatorio que hará Jesús el Viernes Santo y por el cual nos abrirá las puertas del Reino de los cielos.

         Pero hay otro elemento en el que podemos reflexionar y es la simbología presente en la escena evangélica: María representa al alma pecadora que ha sido perdonada por Jesús y que se postra en adoración y acción de gracias por la Divina Misericordia del Sagrado Corazón; el perfume de nardos, de muy alto precio y que inunda la casa de un perfume exquisito, significa la gracia santificante de Jesús, que obtenida al precio altísimo de la Sangre Preciosísima del Cordero sacrificado en la Cruz, inunda al alma con el “suave olor a Cristo”, con el perfume exquisito de la vida divina.

         “Déjala, lo tenía guardado para el día de mi sepultura”. El sentido de nuestra vida terrena es el de unirnos a Cristo por la gracia y morir con Él en la Cruz, para así morir al hombre viejo, el hombre dominado por el pecado, las pasiones y el Demonio y así renacer a la vida nueva de la vida la gracia, la vida de los hijos de Dios, hijos de Dios que, por la gracia, poseen el exquisito “olor a Cristo”.

domingo, 13 de septiembre de 2020

“Tu fe te ha salvado; vete en paz”

 


“Tu fe te ha salvado; vete en paz” (Lc 7, 36-50). La escena del Evangelio, que es real y sucedió verdaderamente en el tiempo y en el espacio, tiene a su vez un significado sobrenatural, que no se ve a simple vista, sino que es necesaria la luz de la fe. En efecto, la mujer pecadora representa a toda alma que viene a este mundo, que nace con el pecado original, aunque también representa a todo pecador y a cualquier pecador, independientemente del pecado que cometa; el perfume con el que la mujer pecadora unge los cabellos y los pies de Jesús y que invade la casa, es la gracia, que invade el alma cuando ésta acude a los pies del sacerdote ministerial, para recibir el perdón divino en la Confesión Sacramental, aunque también es la gracia que recibe el alma del que se bautiza, con lo que se le quita el pecado original; las lágrimas de la mujer representan la alegría de un corazón contrito y humillado que, por la Misericordia Divina, ha recibido el perdón de Dios; el perdón otorgado por Jesús a la mujer pecadora y que es lo que motiva su amor de agradecimiento, es el perdón que recibe toda alma en el Sacramento de la Confesión.

“Tu fe te ha salvado; vete en paz”. Si alguno tiene la desdicha de no estar en estado de gracia, que recuerde el perdón otorgado por Jesús a la mujer pecadora y acuda, con prontitud y agradecimiento, al Sacramento de la Penitencia, para recibir con amor la Divina Misericordia.

lunes, 15 de abril de 2019

Lunes Santo



María unge los pies de Jesús con perfume de nardo, símbolo de la gracia.

(Ciclo C – 2019)

          “María ungió los pies de Jesús con perfume de nardo puro la casa se impregnó con el perfume” (Jn 12, 1-11). Seis días antes de la Pascua, Jesús acude a casa de sus amigos, los hermanos Marta, María y Lázaro. Estando allí, María Magdalena realiza un gesto que escandaliza a Judas Iscariote: rompe un frasco de perfume de nardo puro, de mucho precio, y unge con él los pies de Jesús. Judas Iscariote se escandaliza falsamente, porque aparenta preocuparse por los pobres: ese perfume caro podría haberse vendido y dado el dinero a los pobres y no derramarlo en los pies de Jesús. Pero como dice el Evangelio, el escándalo de Judas es falso porque en realidad era ladrón y lo que quería era sí vender el perfume, pero para quedarse él con el dinero.
          Jesús no sólo no reprocha el acto de María Magdalena, sino que lo aprueba: “Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tendréis siempre con vosotros, pero a Mí no me tendrán siempre”. Con esta declaración, Jesús profetizaba su Pasión y muerte, al tiempo que les recordaba que la caridad para con los pobres la podrían hacer en cualquier momento.
          La acción de María Magdalena, de ungir los pies de Jesús con perfume de nardo, un perfume de mucho precio, tiene otro significado, además de anticipar la Pasión y Muerte del Redentor. El perfume es figura de la gracia; por lo tanto, simboliza la gracia que recibirá la humanidad con la muerte de Jesús. Con su muerte en cruz, Jesús conseguirá para la humanidad la gracia santificante, que brotando de su Corazón traspasado, se derramará sobre todas las almas, para quitar el pecado y para santificar las almas, convirtiéndolas en hijas adoptivas de Dios y en templos del Espíritu Santo. El hecho de que el aroma del perfume impregne “toda la casa” significa que la gracia santificante que infundirá Jesús luego de su muerte y resurrección abarcará toda el alma -simbolizada en la casa-, impregnándola con su perfume santo desde la raíz del ser, abarcando su ser y sus potencias, el intelecto, la voluntad, la memoria.
“María ungió los pies de Jesús con perfume de nardo puro la casa se impregnó con el perfume”. El perfume de la gracia que inunda la humanidad de Jesús, cuerpo y alma, en el momento de la Encarnación, simbolizado en el perfume de nardo con el que María Magdalena unge sus pies, se esparce luego “sobre la casa”, es decir, sobre el alma, al comunicarse por medio de los sacramentos. Cada vez que recibimos los sacramentos, nuestras almas quedan perfumadas con un perfume infinitamente más exquisito y valioso que el perfume de nardo, porque recibimos la gracia santificante que brota del Corazón traspasado de Jesús.

martes, 27 de marzo de 2018

Lunes Santo



"Fiesta en la casa de Simón el fariseo", Rubens.

(Ciclo B – 2018)

         Narra el Evangelio que Jesús va a casa de sus amigos de Betania María, Marta y Lázaro (cfr. Jn 12, 1-11). Es en una etapa posterior al clamoroso milagro de la resurrección de Lázaro: “Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado”. Sus amigos, siempre contentos y agradecidos con la visita de Jesús a su casa, “le preparan una cena”. Mientras están a la espera de sentarse a la mesa, sucede la siguiente escena que, en las palabras de Jesús, anticipa y profetiza su muerte redentora: María –muchos dicen que se trata de María Magdalena- toma un perfume de nardo, sumamente costoso, rompe el frasco y unge los cabellos y los pies de Jesús: “María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos”.
Al ver esta escena Judas Iscariote se escandaliza falsamente, recriminando la actitud de María y reprochándole que haya malgastado el perfume en Jesús en vez de dárselo a los pobres: “¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?”. Pero el Evangelio aclara con precisión que en realidad a Judas no le interesaban los pobres, sino que su lamento era por no haber podido robar el perfume: “Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella”.
La respuesta de Jesús es la que revela cómo la escena toda es un anticipo de su muerte en cruz: “Jesús le respondió: “Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre”.
La razón por la cual la escena anticipa la muerte de Jesús, además de que es Jesús mismo quien lo revela, es la siguiente: en María Magdalena está representada toda la humanidad pecadora que, movida por la gracia, como la Magdalena, se arrepiente de sus pecados con una contrición perfecta del corazón y en agradecimiento se postra ante Jesús, reconociéndolo como al Hombre-Dios, Salvador y Redentor. El perfume de nardos, sumamente costoso, es símbolo a su vez de la gracia santificante, también costosa, porque fue obtenida para nosotros los hombres al altísimo precio de la Sangre Preciosísima del Cordero derramada en la cruz. Es símbolo de la gracia con la cual el Padre unge a Dios Hijo desde la eternidad, porque en cuanto como Dios es la Gracia Increada y esta unción es realizada en el momento de la Encarnación del Verbo. Es este el significado simbólico de la unción de los cabellos y los pies con el perfume de nardos por parte de María Magdalena: Jesús es el Ungido por excelencia, porque en la Eternidad Él recibe la unción de la divinidad de parte del Padre y en la Encarnación su Humanidad recibe la unción del Espíritu Santo, por parte del Padre y del Hijo. Otro detalle es la calidad y la exquisitez del perfume –la gracia- que llena la casa de su aroma exquisito luego de que María rompe el frasco: “La casa se impregnó con la fragancia del perfume”. La casa es símbolo del alma humana y el perfume de la gracia, por lo que significa que la Presencia de Jesús en el alma –como la Presencia de Jesús en la casa de sus amigos de Betania- la colma con el aroma exquisito de su gracia, así como la casa de los amigos de Jesús se colmó del aroma del perfume.
Una última observación es con relación a Judas Iscariote, el Apóstol traidor, el que lo entregó por treinta monedas de plata: representa a todos aquellos que, desde el interior de la Iglesia, pero perteneciendo sólo exteriormente a ella, se valen de la Iglesia para robar sus bienes y apoderarse de ellos, con el falso pretexto de “atender a los pobres”. La Iglesia pauperista, propia de la Teología de la Liberación marxista que, bajo excusa de los pobres empobrece a la Iglesia no solo en sus bienes materiales, sino ante todo dogmáticos y espirituales, es la que está representada en Judas Iscariote. A quienes pertenecen a esta Iglesia, como a Judas Iscariote, “más les valdría no haber nacido” (cfr. Mt 26, 24).

lunes, 21 de marzo de 2016

Lunes Santo


María unge los pies de Jesús con un perfume de nardo puro.

         Seis días antes de la Pascua y de su Pasión, Jesús acude a casa de sus amigos María, Marta y Lázaro (cfr. Jn 12, 1-11). Una vez allí, María realiza un gesto cuyo significado sobrenatural lo dará Jesús: rompe un frasco de “perfume de nardo puro, de mucho precio” y unge con él los pies de Jesús. Judas Iscariote se escandaliza falsamente, argumentando que debía haberse vendido el perfume para dar el dinero a los pobres, pero su escándalo es falso y su intención también, ya que según el Evangelio, lo que pretendía no era la atención de los pobres, sino el dinero: “porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella”. Lejos de reprochar el gesto de María, Jesús lo aprueba, al tiempo que revela su significado sobrenatural: al ungir sus pies con perfume, María anticipa la unción con bálsamos que según la usanza judía, recibirá su Cuerpo cuando ya muerto, descanse en el sepulcro luego de su Pasión. En efecto, Jesús le contesta personalmente a Judas Iscariote: “Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura”. La falsa solicitud de Judas Iscariote queda al descubierto por el mismo Jesús, quien no solo no reprocha a María el haber gastado un perfume tan costoso, sino que justifica su gasto, aprobando el gesto que anticipa y revela, aunque veladamente, su muerte en cruz. Aun siendo costoso, el perfume de nardo puro derramado por María no es, de ninguna manera, un derroche o una falta contra la pobreza cristiana, porque es utilizado en Jesucristo, para anunciar una verdad de su misterio pascual. Análogamente, no vale entonces el argumento de que lo que es costoso no debe usarse en la Iglesia –por ejemplo, ornamentos litúrgicos, cálices, copones, etc.-, desde el momento en que Aquel a quien se homenajea no es un hombre, sino Dios encarnado, Jesucristo.

Pero además de anunciar la inminente muerte de Jesús y de honrar anticipadamente esta muerte salvífica, el perfume de nardo, costoso y exquisito, tiene otro significado: es símbolo del “buen olor de Jesús” (2 Cor 2, 15), su gracia santificante, con la cual es ungida el alma muerta por el pecado -y por lo tanto en estado de descomposición espiritual-, para recibir la participación en la vida divina. Y así como, luego de derramar María el perfume sobre Jesús “la casa se llenó del perfume”, así la “casa del hombre”, su alma, cuando recibe en ella al Hijo de Dios, se llena del perfume de la gracia santificante. Es decir, Jesús inicia la Semana Santa, semana en la que morirá de muerte cruel en la cruz para que nuestra casa -nuestra alma- no solo no posea el hedor del pecado, sino que se “llene del perfume de su gracia”, conseguida al precio de su Vida entregada en el sacrificio del Calvario.

domingo, 1 de abril de 2012

Lunes Santo




         Ante la falsa queja de Judas Iscariote por el presunto derroche de un costoso perfume, que podría haber sido vendido para dar de comer a los pobres, Jesús, además de salir en defensa de María Magdalena y de justificar su accionar, profetiza su muerte: “Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tendréis siempre con ustedes, pero a Mí no me tendrán siempre (cfr. Jn 12, 1-11). De esta manera, la Semana Santa comienza con negras nubes en el horizonte, nubes que presagian y adelantan el drama que habrá de vivir Jesús en el Calvario, durante su Pasión 
         Ante la inminencia del desenlace de los acontecimientos que se sucederán y que finalizarán con su muerte en Cruz, los seres humanos son llamados a decidirse o por Jesús o contra Jesús, como lo hacen, respectivamente, María Magdalena y Judas Iscariote.
         Mientras María Magdalena, inspirada por el Espíritu Santo, unge con perfume a Jesús, anticipando, como Él mismo lo dice, la unción de su cadáver en el sepulcro, Judas Iscariote, instigado, seducido y comandado por el Espíritu del mal, el ángel caído, estrecha lazos con sus enemigos y acuerda con ellos el lugar y el momento de la traición, y la paga que habrá de recibir por la misma.
         La Pasión de Jesús significará también, tanto para María Magdalena como para Judas Iscariote, recorrer caminos opuestos, que llevan a lugares también opuestos: para María Magdalena, ver a su Señor ser flagelado, golpeado, insultado, crucicifado, significará un dolor lacerante, desgarrador, pero que luego se cambiará en alegría incontenible cuando lo vea resucitado. Aquí está representada el alma en gracia que carga su Cruz todos los días, en el seguimiento de Jesús.
         Para Judas Iscariote, en cambio, en un primer momento, la detención y posterior juicio inicuo de Jesús significarán un placer y una alegría, momentáneos, pero que no dejan de ser placer y alegría, porque consiguió lo que buscaba: el dinero, las treinta monedas de plata, aunque para conseguirlo haya tenido que entregar al Hombre-Dios.
Pero este placer y esta alegría, fugaces, pasajeros, superficiales, se desvanecen muy pronto, para dar lugar a los reales sentimientos que anidan en su corazón como serpientes: el odio, la amargura, la tristeza, la desesperación, que llevarán a Judas Iscariote a perder la vida terrena por el suicidio y luego la vida eterna al condenarse en el infierno. Aquí está representada el alma que, renegando de la cruz, vive en el pecado, alimentándose de él: el pecado da una ligera satisfacción, para dar luego paso a la amargura y a la desesperación, consecuencias de la ausencia de la gracia en el alma.
Cuando María Magdalena rompe el frasco de perfume de nardo puro para ungir los cabellos de Jesús, el evangelista hace notar un detalle: “La casa se impregnó de la fragancia del perfume”. Esto, que podría ser un detalle secundario, es sin embargo la prefiguración de lo que sucede en el alma en gracia: está impregnada no solo del “buen aroma de Cristo”, sino de Cristo mismo. A este estado del alma debe conducir el meditar y el vivir la Pasión de Jesús en Semana Santa.

domingo, 17 de abril de 2011

Lunes Santo

María llorando a los pies de Jesús
es figura del alma
que llora sus pecados
por la contrición del corazón

“María ungió los pies de Jesús con perfume de nardo” (cfr. Jn 12, 1-11). Todo el pasaje del Evangelio está cargado de un tinte funesto, puesto que está centrado en una muerte, en un asesinato, que es en realidad un deicidio, la muerte de Jesús en cruz, a manos de los fariseos y de los judíos. En primer lugar, es Jesús quien habla de su propia muerte –“No siempre me tendréis entre vosotros”-, y luego, hacia el final del pasaje, son los mismos fariseos quienes, deciden matar también a Lázaro, ya que antes ya habían decidido matar a Jesús.

Jesús profetiza acerca de su muerte luego de la intervención falsa de Judas Iscariote; ante su queja fingida, de que se desperdiciaba un perfume costoso que podría haber servido para ser vendido y dar el dinero a los pobres, Jesús explica el sentido de la acción de María: lo que ella está haciendo es un anticipo de lo que luego se hará con su cadáver, una vez retirado de la cruz: será ungido con perfumes, según la usanza judía.

Jesús profetiza, de esta manera, su muerte en cruz, muerte que será facilitada por Judas Iscariote, el mismo que ahora finge interés por los pobres. Es así como todo el Evangelio habla de muerte, y es la muerte de Jesús: Jesús habla de su muerte, y los fariseos hablan también de muerte.

Pero como el mismo Jesús lo dice, la acción misma de María -algunos autores sostienen que no se trata de María, una de las hermanas de Lázaro, sino de María Magdalena- habla también de muerte, y presagia las horas amargas de la Pasión del Señor, que habrán de ser vividas pocos días después, cuando Jesús muera en la cruz el Viernes Santo.

La unción de María prefigura otra unción, la unción que la Virgen hará sobre el cuerpo muerto de su Hijo, al ser descendido de la cruz, solo que aquello con lo que lo ungirá, será algo distinto: en vez de perfume de nardos, es decir, un perfume extraído de una flor, muy preciado por lo exquisito de su fragancia y de elevado precio por su escasez, la Virgen derramará sobre su Hijo muerto las lágrimas de su amor, que perfumarán el cuerpo de Jesús con un aroma exquisito, porque provienen de la Flor Inmaculada, el Corazón de María, que se encuentra única y exclusivamente en el jardín de los cielos, el seno de Dios Padre, y que es lo más preciado por Dios Padre, porque es la única entre todas las criaturas, capaz de dar tan exquisito aroma, el aroma de su amor de Madre de Dios.

“María ungió los pies de Jesús con perfume de nardo”. La imagen de María, hermana de Lázaro, ungiendo los pies de Jesús con perfume de nardos, y secándolos con sus cabellos, es anticipo de la unción que hará la Virgen, con su amor de Madre, del cuerpo muerto de su Hijo Jesús, al ser bajado de la cruz, y es imagen también de la Iglesia en el Viernes Santo, que llora la muerte de su Esposo, el Sumo y Eterno Sacerdote Jesucristo, y lo unge con su dolor; muerte que es simbolizada con la postración del sacerdote ministerial, signo de que el Dios de los cielos ha muerto en la cruz.

Pero María ungiendo los pies de Jesús, es también figura del alma que, en el Viernes Santo llora la muerte de su Señor, y llora también por sus pecados: el frasco de alabastro que se rompe y deja escapar el perfume, es figura del corazón que, recibida la gracia del dolor de los pecados, a la vista de las ofensas cometidas contra su Dios y Señor, se duele, se lamenta y se quiebra en llanto, dejando escapar el perfume de la contrición, expiando sus ofensas con lágrimas de arrepentimiento y de amor hacia Jesús.

María llorando a los pies de Jesús es figura del alma que por la contrición del corazón llora sus pecados.