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viernes, 27 de octubre de 2023

“El Primer Mandamiento es amar a Dios y al prójimo como a ti mismo, con todas tus fuerzas”


 

(Domingo XXX - TO - Ciclo A – 2023)

“El Primer Mandamiento es amar a Dios y al prójimo como a ti mismo, con todas tus fuerzas” (Mt 22, 34-40). Le preguntan a Jesús cuál es el “mandamiento principal de la ley” y el que formula la pregunta a Nuestro Señor Jesucristo, está preocupado únicamente por el mandamiento que sea “el más grande de todos”[1]. Jesús le responde según lo que dice la Ley de Dios: “Amar al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser, agregando lo siguiente: "y al prójimo como a ti mismo”. La razón de la pregunta puede deberse a la gran cantidad de preceptos o mandamientos que poseía la ley: seiscientos trece (613) en total, la inmensa mayoría inventados por los hombres y por lo tanto cargados de superstición y de inutilidad -Jesús se los reprochará directamente en la cara-, los cuales se subdividían en “leves” y “graves”; los mandamientos “graves” se subdividen a su vez en “pequeños” y “grandes”. En cuanto a los mandamientos considerados “graves” y “grandes” se consideraban tan graves, que la profanación de estos últimos sólo se podía expiar con la muerte. Precisamente, será la supuesta profanación de los mandamientos “graves” y “grandes”, lo que servirá de soporte legal a los fariseos, para acusar injustamente a Jesús: la acusación es la de auto-proclamarse como Dios Hijo, al atribuirse Jesús la condición divina, cuando dice que Él “proviene del Padre” y que “nadie conoce al Padre sino el Hijo”. Ambas declaraciones son absolutamente verdaderas, puesto que Jesús es Dios, es la Segunda Persona de la Trinidad, Dios Hijo, que se encarna en la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth, adquiriendo para sí el nombre de “Hombre-Dios”. Pero esto, que es Verdad, constituye para los fariseos, un delito, una profanación de los mandamientos “graves” y “grandes” que solo pueden expiarse con la muerte y es la razón por la cual los fariseos piden a Pilato la pena máxima, la pena capital, la muerte en cruz. En otras palabras, decir la Verdad, proclamar la Verdad Absoluta sobre Dios que es Uno y Trino, constituye para los fariseos un delito gravísimo que merece la pena de muerte. Los fariseos no pueden recibir la Verdad Revelada, Cristo Jesús, porque voluntariamente han rechazado a la Verdad de Dios, a la Sabiduría de Dios, colocándose de modo inmediato como “hijos del Padre de la mentira”, esto es, Satanás; esta condición de los fariseos de adhesión voluntaria al Padre de la mentira y de rechazo de Jesús, que es la Sabiduría de Dios, hará que Jesús los califique como integrantes de la “sinagoga de Satanás”.

Con relación al Primer Mandamiento, es “el más importante” porque coloca al hombre, con todo su ser, su alma y su cuerpo, en relación de amor directa con Dios. Las palabras con las que comenzaba el Primer Mandamiento (Dt 6, 5), que iniciaban la oración que se rezaba dos veces al día, eran el “Shemá Israel” o “escucha Israel”, que es como decir: Escucha, oh hijo mío” y hacen que este mandamiento sea el más importante porque recomiendan, con amor paternal, desde el inicio, la sumisión del corazón (para los hebreos, el corazón era la sede de la inteligencia) y del alma (el alma era el principio de la sensibilidad: emociones, sentimientos, etc.) a Dios, es decir, la sumisión total del hombre a Dios y esto con todo amor y en verdad, porque Dios es el Creador del hombre en su cuerpo y en su alma y es justo por lo tanto que el hombre ame a Dios con todo su ser, su cuerpo y su alma y “con toda su fuerza”. Por otra parte, Nuestro Señor le agrega a este mandamiento el amor al prójimo (Lev 19, 18) considerándolo como un “segundo mandamiento”, lo cual demuestra que Jesús quiere unir el primero y el segundo en uno solo, sin separarlos o disociarlos, pero además de unirlos en uno solo, Jesús reduce y simplifica drásticamente la cantidad de preceptos que había que cumplir para ser justos ante Dios: de seiscientos trece, a dos y de dos, a uno: “Amarás a Dios y a tu prójimo como a ti mismo”. De esta manera, en el Primer Mandamiento, el hombre logra el objetivo y el fin de su existencia y de su ser en esta vida, al indicársele que debe hacer un triple acto de amor espiritual: a Dios, al prójimo y a sí mismo, teniendo siempre presente que no se puede amar al prójimo si no se ama a Dios, ya el verdadero amor al prójimo no es más que un desborde del verdadero amor a Dios. Luego, a partir de Cristo, se agrega otro aspecto, más profundo todavía, por el que se debe amar al prójimo: se ama al prójimo porque en el prójimo está Cristo misteriosamente presente y además porque el prójimo es “imagen y semejanza” de Dios, y esto quiere decir que no se puede amar al representado -Dios- sin amar su imagen -el prójimo-.

Nuestro Señor es el primero en presentar estos dos preceptos como uno, al tiempo que le da a la palabra “prójimo” un sentido más amplio. De estos dos preceptos penden la “ley y los profetas”. De esta manera, Jesús eleva a la perfección la ley de la caridad.

Llegados a este punto, debemos preguntarnos en dónde radica la novedad del Mandamiento de Jesucristo, porque si no hay novedad, entonces las religiones católica y judía girarían en torno a un mandato central y esencial, común a ambas religiones, pero esto no es así, desde el momento en que el mandamiento de Jesucristo, el de la religión católica, es tan diferente al mandamiento judío, que se puede decir que son verdaderamente distintos, aun cuando su formulación sea la misma. Entonces, ¿en dónde está la novedad del mandamiento de Cristo? La novedad del Primer Mandamiento después de Jesús, es que el amor con el que se debe amar a Dios, al prójimo y a sí mismo, no es más el limitado amor humano, débil por naturaleza, contaminado por la mancha del pecado original, que se deja llevar por las apariencias, sino en un amor desconocido para el hombre: el Amor de Dios, la Tercera Persona de la Trinidad, el Espíritu Santo. Entonces, para el cristiano, el Primer Mandamiento, el más importante, ya que “reúne o resume en sí a la Ley y los Profetas”, continúa siendo, en su formulación, el mismo de los judíos, en el que se debe hacer un triple acto de amor espiritual: a Dios, al prójimo y a uno mismo, solo que ahora el amor con el que se debe amar a Dios, al prójimo y a uno mismo, es el Divino Amor, la Tercera Persona de la Trinidad, que se comunica de modo universal a la Iglesia en Pentecostés y a cada alma en particular, si está en gracia, por supuesto, desde el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús. Así, por la Comunión Eucarística, recibimos el Amor de Dios, el Espíritu Santo, que nos permite amar a Dios, al prójimo y a nosotros mismos, no con nuestro limitado amor humano, sino con el Divino Amor, el Espíritu Santo.



[1] Cfr. B. Orchard et al., Verbum Dei. Comentario a la Sagrada Escritura, Tomo III, Editorial Herder,m Barcelona 1957, 444.

viernes, 13 de agosto de 2021

“¿Cuál es el Mandamiento más grande de la Ley?”

 


“¿Cuál es el Mandamiento más grande de la Ley?” (Mt 22, 34-40). Un doctor de la Ley le pregunta a Jesús cuál es el mandamiento más grande de todos y Jesús le responde que es “amar a Dios y al prójimo como a uno mismo”. Ahora bien, hay que entender que este mandamiento es válido hasta antes de Cristo, porque después de Cristo, el mandamiento, si bien seguirá siendo el más importante, poseerá un elemento que no lo posee antes de Cristo. ¿Cuál es ese elemento? El Amor de Dios, que no estaba presente en el Antiguo Testamento. En efecto, hasta antes de Cristo, el mandamiento más importante mandaba amar a Dios y al prójimo como a uno mismo “con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente”, es decir, se enfatiza que el amor con el que se debe cumplir el Primer Mandamiento, el más importante, es un amor humano, con todas las características que esto tiene. El amor humano, por definición, es limitado, porque el ser humano es limitado; además, está “contaminado”, por así decirlo, con el pecado original, de ahí su debilidad y su tendencia a hacer acepción de personas.

Entonces, hasta Cristo, el Primer Mandamiento, el más importante, se cumplía mediante el amor humano; después de Cristo, el amor con el que se debe cumplir el Primer Mandamiento es el Amor de Dios, el Espíritu Santo, porque así lo dice Jesús: “Ámense los unos a los otros como Yo los he amado”. Jesús introduce esta salvedad en el Primer Mandamiento y es el amar al prójimo –y también a uno mismo y por lo tanto a Dios- “como Él nos ha amado”, por lo que surge la pregunta: ¿con qué amor nos ha amado Jesús? Y la respuesta es: Jesús nos ha amado con el Amor de su Sagrado Corazón, que es el Amor de Dios, el Espíritu Santo. Entonces, a partir de Jesús, el Primer Mandamiento sigue siendo el más importante, pero ahora se cumple no con el amor humano, sino con el Amor del Sagrado Corazón, el Amor de Dios, el Espíritu Santo, quien es el que lleva al alma a dar la vida en la cruz por amor a Dios y al prójimo. Ésta es entonces la diferencia en el Primer Mandamiento, antes de Jesús y después de Jesús.

lunes, 19 de octubre de 2020

“Amarás al Señor (…) amarás a tu prójimo como a ti mismo”

 


(Domingo XXX - TO - Ciclo A – 2020)

“Amarás al Señor (…) amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22, 34-40). Un doctor de la ley le pregunta a Jesús cuál es el mandamiento más importante y Jesús le dice: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas”. En síntesis, en la respuesta de Jesús, no hay nada nuevo para agregar a lo que los judíos ya sabían: el mandamiento más importante, tanto para Cristo como para los judíos, es amar a Dios y al prójimo como a sí mismos. Si esto es así, podemos preguntarnos lo siguiente: si no hay diferencias en el mandamiento más importante entre la Iglesia de Cristo y la de los judíos, entonces debemos concluir que Jesús no viene a aportar nada de nuevo, en lo substancial, en cuanto a Mandamientos de Dios se refiere y que por lo tanto, los judíos y los cristianos tienen el mismo mandamiento y la misma ley, con lo cual, en lo esencial, serían una misma cosa.

Sin embargo, Jesús hará algunas profundizaciones acerca del mandamiento de la caridad, que lo harán distanciar substancialmente del mandamiento del amor de los judíos, al punto tal que, aunque se formulen de igual manera, serán substancialmente distintos. ¿Cuáles son esas diferencias que agrega Jesús al Primer Mandamiento y que lo hacen distanciar del mandamiento de la ley judía?

Ante todo, en la ley judía se especifica que se debe amar a Dios y al prójimo, sí, pero con un amor meramente humano, ya que se enfatiza el origen del amor, que es el corazón humano: “Amarás al Señor y a tu prójimo con todas tus fuerzas, con todo tu ser”. Es decir, se manda amar a Dios y al prójimo, pero este amor es solamente humano, con todas las limitaciones que tiene el amor humano; además, el concepto de “prójimo” es distinto en el judaísmo y en el catolicismo: en el judaísmo, es sólo el que comparte la raza y la religión; en el catolicismo, es todo ser humano, sin importar su raza y religión.

Otras diferencias son las siguientes: en un pasaje, Jesús dice: “Ámense como Yo los he amado” (Jn 13, 34-35), con lo cual nos podemos preguntar cómo nos ha amado Jesús y la respuesta es que nos ha amado con amor de Cruz, hasta la muerte de Cruz y así tiene que ser el amor cristiano y esto es algo que no está contemplado en la ley judía.

También dice Jesús: “Amen a sus enemigos” (Mt 5, 443-48) y aquí también está la noción de la Cruz, porque debemos amar a nuestros enemigos no solo porque Jesús lo dice, sino porque Jesús nos amó a nosotros siendo nosotros sus enemigos, porque fuimos nosotros, con nuestros pecados, quienes lo crucificamos y esto también está ausente en el judaísmo.

Por último, en el mandamiento de Jesús está incluido el dar la vida por el prójimo, lo cual no está presente en la ley judía; en efecto, Jesús dice: “Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13) y el primero en dar la vida por sus amigos es Él, quien nos llama “amigos” en la Última Cena y muere por nosotros en el Calvario, para salvarnos, todo lo cual no está en la ley judía.

Entonces, el mandamiento de la caridad según Jesús y no según la ley judía, queda así: “Amen a Dios y al prójimo con el Amor de Dios, el Espíritu Santo y no con el simple amor humano; ámense unos a otros como Yo los he amado, hasta la muerte de Cruz, hasta dar la vida por sus hermanos y sólo así serán verdaderamente hijos de Dios y hermanos entre ustedes”.

Como vemos, aunque la formulación del Primer Mandamiento sea similar en el catolicismo y en el judaísmo, su realidad y su aplicación son substancialmente distintos, lo cual hace que sean mandamientos distintos y que el mandamiento de Jesús sea verdaderamente nuevo: “Os doy un mandamiento nuevo” (Jn 13, 34-35).

Por último, si queremos cumplir con el mandamiento de Jesús de amar a Dios y al prójimo como a nosotros mismos, hasta la muerte de Cruz y con el Amor de Dios, el Espíritu Santo, como no tenemos ese amor, lo debemos adquirir y a este Amor de Dios lo adquirimos en la Comunión Eucarística, puesto que en cada Comunión Eucarística, Jesús Eucaristía nos comunica el Espíritu Santo, Amor Divino con el cual podemos amar a Dios y al prójimo como Dios quiere que lo amemos.

 

martes, 17 de marzo de 2020

“¿Cuál es el Primer Mandamiento?”



“¿Cuál es el Primer Mandamiento?” (Mc 12, 28b-34). Un escriba se acerca a Jesús y le pregunta cuál es el Primer Mandamiento y Jesús le responde que amar a Dios y al prójimo como a uno mismo. Cuando uno se pone a ver, este mandamiento es exactamente igual al mandamiento cristiano, al mandamiento católico, con lo que se podría decir que son la misma cosa. Sin embargo, hay una diferencia radical entre el mandamiento del Antiguo Testamento y el del Nuevo Testamento: en el Nuevo Testamento, Jesús manda amar al prójimo: “como Él nos ha amado” y Él nos ha amado “hasta la muerte de Cruz”. Entonces, aunque la formulación sea la misma en el Primer Mandamiento, entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, hay una diferencia radical y substancial y es el Amor con el que nos ha amado Jesús: es un amor “hasta la muerte de Cruz” y es además el Amor de Dios, el Espíritu Santo, porque Jesús no nos ama con un amor meramente humano, sino con el Amor de Dios, el Espíritu Santo.
Al poner en práctica el Primer Mandamiento, entonces, recordemos que debemos amar "como Cristo nos amó", es decir, hasta la muerte de Cruz y con el Amor del Espíritu Santo.

jueves, 27 de marzo de 2014

“El primer mandamiento es: “Amarás al Señor tu Dios (…) y al prójimo como a ti mismo…”


“El primer mandamiento es: “Amarás al Señor tu Dios (…) y al prójimo como a ti mismo…” (Mc 12, 28-34). Un escriba se acerca a Jesús y le pregunta acerca del primer mandamiento. Jesús le dice que es amar a Dios por sobre todas las cosas, con todas las fuerzas del ser, del pensamiento y del corazón de que es capaz el hombre, y que el segundo es amar al prójimo. Luego, en el Catecismo, se enseña a los niños cristianos, estos mandamientos, con lo que alguien podría deducir que Jesús no enseñó nada nuevo y que entre la religión judía y la cristiana no hay diferencias esenciales, porque sus mandamientos centrales son substancialmente idénticos. Sin embargo, no es así, porque Jesús enseña un mandamiento verdaderamente nuevo y solo en su formulación es similar, y es tan nuevo, que se puede decir que es completamente distinto al de la religión judía. Primero, porque en lo que respecta a Dios, se trataba de Dios Uno y no Trino, y era el amor meramente natural que todo hombre debe a Dios por ser Él su Creador; y con respecto al prójimo, los judíos consideraban como “prójimos” solamente a los que pertenecían a su raza, de modo que quedaban excluidos de este mandamiento todos aquellos que no eran hebreos de nacimiento.
Pero la novedad radical del Mandamiento Nuevo de Jesús hay que buscarla en la Última Cena, cuando Jesús dice: “Un mandamiento nuevo os doy: ‘Amaos los unos a los otros como Yo os he amado’”. Jesús re-formula el mandamiento: ahora ya no se trata de amar al prójimo con las solas fuerzas del amor humano, como antes, sino “como Él nos ha amado”, es decir, con la fuerza del amor de la cruz, y como en este mandamiento está implícito el amor a Dios, también a Dios hay que amar ahora no como antes, con las solas fuerzas del ser humano, “con todo el corazón, con toda la mente”, es decir, con todas las fuerzas de que es capaz el hombre: ahora se trata de amar a Dios “como Él nos ha amado”, con la cruz, con la fuerza del Amor de la cruz, y es por esto que el mandamiento de Jesús es radicalmente nuevo, porque el Amor de la cruz es el Amor del Hombre-Dios, que es el Amor del Espíritu Santo, la Persona Tercera de la Trinidad, la Persona-Amor.

“¿Cuál es el primero de los mandamientos?”. También nosotros le hacemos esta pregunta a Jesús en el sagrario y en la cruz, y Jesús nos contesta: “Amar a Dios y al prójimo, como Yo los he amado, desde la cruz, y como los continúo amando, desde la Eucaristía”.