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sábado, 10 de marzo de 2018

"Es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna”



(Domingo IV - TC - Ciclo B – 2018)

         “De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna” (Jn 3, 14-21). Jesús profetiza su Pasión y Muerte y para hacerlo, utiliza el pasaje de la Sagrada Escritura en el que Moisés levanta la serpiente en alto, haciendo una analogía con su propia muerte: “De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna”. Para comprender la razón de esta analogía, es necesario considerar el episodio del desierto en el que Moisés levanta en alto la serpiente, porque en este episodio están representadas las realidades sobrenaturales del misterio de la salvación en Cristo.
En la Escritura se narra que, en su éxodo por el desierto hacia la Tierra Prometida, la Jerusalén terrena, el Pueblo Elegido sufre, en un determinado momento, el ataque de serpientes venenosas que provocan la muerte entre los integrantes del Pueblo Elegido, al inyectar su veneno con su mordida. Es entonces cuando Dios le ordena a Moisés que construya una serpiente de bronce y que la levante en alto, para que todo aquel que hubiera sido mordido por las serpientes del desierto, sea curado milagrosamente. Moisés acata las órdenes de Dios y los hebreos que habían sufrido las mordeduras de las serpientes, no murieron al contemplar la serpiente de bronce y pudieron así llegar a la Tierra Prometida. En este pasaje, cada elemento representa una realidad sobrenatural relativa al misterio de la salvación en Cristo: el desierto es imagen de la vida terrena y de la historia humana; la Jerusalén terrena, meta del Pueblo Elegido, es imagen de la Jerusalén celestial, meta del Nuevo Pueblo Elegido, los bautizados en la Iglesia Católica; Moisés es imagen de Dios Padre; la serpiente en alto, que en cuanto creatura es algo bueno y solo en sentido relativo es malo al ser atribuida su imagen al ángel caído, representa a Jesucristo elevado en la cruz –es decir, la serpiente es imagen de Jesús, pero en cuanto creatura, porque en cuanto creatura es algo bueno: jamás puede la serpiente ser imagen de Jesús cuando se toma la figura de la serpiente como imagen del Ángel caído, porque allí la serpiente es algo malo y jamás puede ser, en cuanto algo malo, figura de Jesucristo, el Hombre-Dios, el Cordero Inmaculado; el poder milagroso por el cual Dios había concedido a la imagen de la serpiente de bronce la curación de los que la contemplaran, es figura de la gracia santificante, que sana el alma al quitarle el pecado y concederle la participación en la vida de Dios Trinidad; las serpientes, cuyas mordeduras son mortales, son imágenes de la Serpiente Antigua, el Demonio, Satanás y todos los ángeles del Infierno, que debido a su perfidia inyectan en los hombres el veneno letal de la soberbia, de la lujuria, de la impenitencia, de la pereza, la avaricia y de todos los pecados mortales, envenenando el corazón del hombre con el pecado de la rebelión contra Dios y sus Mandamientos; el veneno de las serpientes que provoca la muerte del cuerpo es figura del pecado, que provoca la muerte del alma. Por último, la curación obtenida milagrosamente por los que contemplaban a la serpiente de bronce elevada en alto representa a los cristianos que, de rodillas ante la Cruz de Jesucristo, contemplan sus llagas sangrantes, sus golpes, sus heridas, su Costado traspasado y así reciben de Jesús, Médico Divino, la curación de sus almas y de cualquier clase de afección desordenada.
“De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna”. Todo aquel que sienta en su corazón la mordedura mortal del pecado, que se postre de rodillas, con el corazón contrito y el espíritu humillado ante Jesús crucificado, el Cordero de Dios, prefigurado en la serpiente de bronce elevada en lo alto por Moisés, y recibirá la curación de las heridas del alma, cualquiera que estas sean. Y si Jesús, elevado en la cruz, cura las heridas del alma a todo aquel que se postra ante las representaciones suyas en la cruz, mucho más lo hará en la Santa Misa, en donde se encuentra en Persona, porque la Santa Misa es la renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz. Quien se postra -quien se arrodilla- ante Jesús Eucaristía, se postra y se arrodilla ante Jesús crucificado y recibe mucho más que el milagro de la curación del cuerpo, como le sucedió a los israelitas: quien se postra, se humilla y se arrodilla ante Jesús Eucaristía, recibe el milagro inapreciable de no solo la curación de las heridas del alma, cualesquiera que estas sean, sino además la Vida eterna del Señor Jesús, contenida en la Eucaristía.


martes, 5 de abril de 2016

“Como Moisés elevó la serpiente en el desierto así tiene que ser elevado el Hijo del hombre”



       “Como Moisés elevó la serpiente en el desierto así tiene que ser elevado el Hijo del hombre” (Jn 3, 7-15). Jesús compara la acción de elevar la serpiente de bronce en el desierto, por parte de Moisés, con la elevación en la cima del Monte Calvario, de la cual Él mismo será objeto, para que el alma que lo contemple reciba algo mucho más grande que la curación de una herida, para que “todo aquel que crea en Él, tenga vida eterna”. Para poder aprehender el sentido sobrenatural de la frase de Jesús y el porqué de su comparación, hay que traer a colación el episodio bíblico. En el desierto, mientras peregrinaba hacia la Tierra Prometida, el Pueblo Elegido sufrió un ataque por parte de numerosas serpientes venenosas, ante lo cual Dios le ordenó a Moisés que fabricara una serpiente de bronce y la elevara en lo alto, para que el que hubiera sufrido la mordedura de la serpiente, fuera milagrosamente curado ante la vista de la serpiente de bronce, lo cual así sucedió. En este episodio, estamos representados los bautizados, como miembros de la Iglesia Católica: los integrantes del Pueblo Elegido representan a los integrantes del Nuevo Pueblo Elegido, los bautizados en la Iglesia Católica; la Jerusalén terrena representa a la Nueva Jerusalén, la Ciudad Santa que está en el cielo, no en este mundo; las serpientes representan a los demonios; el desierto es esta vida terrena, que se desarrolla en el tiempo y el espacio; las mordeduras de las serpientes y el veneno inoculado representan a los demonios que inoculan en el alma el veneno de la soberbia y de la rebelión contra Dios; la muerte en el desierto representa la muerte eterna; la serpiente de bronce representa a Jesús; los que miran a la serpiente, representan a quienes se arrodillan ante Jesús crucificado y contemplan sus llagas, su corona de espina, su Costado traspasado, sus manos y pies clavados, su Sangre; las curaciones milagrosas que reciben los que ven la serpiente, representan el don de la vida eterna que recibe aquel que contempla a Jesús crucificado con fe y con amor: la vida eterna.
“Como Moisés elevó la serpiente en el desierto así tiene que ser elevado el Hijo del hombre”. De manera análoga, y debido a que la Santa Misa es la renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz, también el que contemple a Jesús elevado en la Eucaristía, recibe el don de la vida eterna, don mediante el cual “nace de nuevo por el Espíritu”, no para este mundo, sino para el Reino de los cielos.

jueves, 29 de octubre de 2015

“Es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna”


“Es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna” (Jn 3, 11-16). Jesús anuncia la proximidad de su Pasión y Muerte en cruz y para hacerlo, recurre al episodio del desierto en el que Moisés levantó en alto la serpiente de bronce, para que todos los que la miraran quedaran curados. ¿Qué sucedió en el desierto, para que Jesús traiga a la memoria este episodio? En el desierto, aparecieron numerosas serpientes venenosas que atacaron a los integrantes del Pueblo Elegido, que peregrinaban hacia la Tierra Prometida, Jerusalén. Con sus mordeduras, las serpientes inoculaban un veneno mortal, por lo que los hebreos se encontraban indefensos frente a este enemigo; entonces, Dios dio a Moisés la orden de fabricar una serpiente de bronce y le dijo que la elevara en lo alto: quien así lo hiciera, quedaría inmediatamente curado, y así fue lo que sucedió, porque quien miraba la serpiente se curaba, debido a que era Dios quien, con su poder, curaba a los que obedecían las órdenes de Moisés. Todo el episodio del desierto y las serpientes, es una prefiguración de lo que sucede en el plano espiritual, con las realidades sobrenaturales, representadas en cada elemento del episodio: las serpientes son los demonios; el desierto es la vida y la historia humana; el Pueblo Elegido prefigura al Nuevo Pueblo Elegido, los bautizados en la Iglesia Católica, que peregrinan por el desierto de la vida hacia el Reino de los cielos; la Jerusalén terrena, es prefiguración de la Jerusalén celestial; Moisés es representación de Dios Padre, que eleva a la serpiente de bronce, representación de Cristo “elevado en lo alto”, en la cruz, para la salvación de los hombres; la curación milagrosa que experimentaban en el desierto los integrantes del Pueblo Elegido, representa a la sanación espiritual que la gracia santificante de Jesucristo concede al alma, al quitarle el pecado y concederle la participación en la vida eterna; la vida nueva, sin el peligro del veneno de la serpiente en sus venas, representa la vida nueva de la gracia; el veneno de las serpientes del desierto, representa al veneno letal para el espíritu, inoculado por la Serpiente Antigua, esto es, la soberbia, la lujuria, la pereza, y todos los pecados capitales; la elevación en lo alto de la serpiente por Moisés, representa la elevación en lo alto del Monte Calvario de Jesucristo, es decir, su crucifixión, de manera que así como los que miraban a la serpiente de bronce quedaban curados, así, de la misma manera, Él, al ser “levantado en alto”, es decir, crucificado, concede la vida eterna a todo aquel que lo contemple en la cruz. Así como la serpiente de bronce de Moisés emanaba un poder curativo milagroso, que permitía ser salvados de las mordeduras mortales de las serpientes venenosas, así también el Hombre-Dios Jesucristo, desde la cruz, emana una fuerza divina, celestial, sobrenatural, que sana el alma de quien lo contempla crucificado, quitando del alma el letal veneno de la soberbia, de la lujuria, del ateísmo, inoculados por la Serpiente Antigua, Satanás, y concediendo la vida nueva de la gracia, la vida eterna, la vida misma de Dios Trino.

“Es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna”. Contemplar a Jesús crucificado, aunque no se digan palabras, es ya recibir la vida eterna que Él nos concede desde la cruz.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Exaltación de la Santa Cruz



          "Es necesario que el Hijo del hombre sea elevado a lo alto, para que todo aquel que crea en Él se salve". La crucifixión de Jesús, evento salvífico para toda la humanidad, está representado simbólicamente en el episodio del Antiguo Testamento, en el cual Moisés eleva en alto una serpiente de bronce, la cual, milagrosamente, cura a todos aquellos que la miran. Por este motivo, para poder apreciar mejor el misterio de la Exaltación de la Santa Cruz, es necesario reflexionar acerca del episodio del Pueblo Elegido. Durante la travesía por el desierto, los hebreos sufren, en un momento determinado, el ataque de unas serpientes venenosas, cuya mordedura les inyecta un veneno mortal. Frente a este grave peligro, que amenaza con la supervivencia del Pueblo Elegido, Moisés recibe una orden divina: debe construir una serpiente de bronce y elevarla a lo alto, de modo que todo aquel que haya sido mordido por las serpientes y experimente el dolor del veneno y el ardor de la fiebre, sea curado, lo cual sucede efectivamente. En este episodio del Pueblo Elegido, está representada, simbólicamente, la historia de la salvación de la humanidad por el sacrificio de Cristo en la Cruz, puesto que cada elemento simboliza una realidad sobrenatural: el Pueblo Elegido, que peregrina por el desierto hacia la Tierra Prometida, representa al Nuevo Pueblo Elegido, los bautizados en la Iglesia Católica, que peregrinan, por el desierto del mundo y de la historia humana, hacia la Jerusalén celestial. Las serpientes venenosas, cuyas mordeduras inyectan un veneno mortal, representan a los demonios, quienes al morder el corazón del hombre les inyectan el veneno mortal del pecado, que aniquila la vida de la gracia y elimina todo rastro de vida espiritual. La serpiente de bronce, a su vez, que cura milagrosamente a todo aquel que la mira, representa a Jesucristo, quien, elevado en lo alto en la Cruz infunde, por su omnipotencia, la vida de la gracia, que mucho más que restituir la salud o la vida corporal y natural, hace partícipe al alma de la misma vida divina de la Santísima Trinidad. Entonces, así como Moisés levanta en alto la serpiente para que todo aquel que la mire quede curado de la mordedura de las serpientes, así Jesucristo, al ser levantado en alto, concede la gracia de la conversión del corazón a todo aquel que lo contemple en la Cruz. Y como la Santa Misa es la renovación incruenta del mismo y único sacrificio de la Cruz, también recibe esta gracia quien contempla, adorando, la Santísima Eucaristía.