Adorado seas, Jesús, Cordero de Dios, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios oculto en el Santísimo Sacramento del altar. Adorado seas en la eternidad, en el seno de Dios Padre; adorado seas en el tiempo, en el seno de la Virgen Madre; adorado seas, en el tiempo de la Iglesia, en su seno, el altar Eucarístico. Adorado seas, Jesús, en el tiempo y en la eternidad.

lunes, 4 de noviembre de 2019
“No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos”
martes, 30 de julio de 2013
“El Día del Juicio Final, los que obraron el mal serán condenados (…) y los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre”
miércoles, 21 de noviembre de 2012
“Si hubieras comprendido el mensaje de paz”
martes, 30 de octubre de 2012
“Apártense de Mí los que obran el mal”
miércoles, 22 de junio de 2011
No todo el que dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos

“No todo el que dice: ‘Señor, Señor’ entrará en el Reino de los cielos (…) En aquel día les diré: ‘Nunca los he conocido. Aléjense de Mí, malvados’” (cfr. Mt 7, 21-29). De buenas a primera, la actitud de Jesucristo parece ser muy dura, excesiva, y hasta injustificada, o falta de justicia, para aquellos que serán condenados en el Último Día. Se tiene esa impresión desde el momento en que los candidatos a la condenación –que por otra parte, se enterarán ese día- eran personas practicantes de la religión, ya que conocían a Jesucristo –en tu Nombre obramos, le dirán- y mostraban signos de ser asistidos desde lo alto: profetizaban, exorcizaban o expulsaban demonios, y hasta “hacían milagros”. Es decir, quienes se condenarán, no serán aquellos que no conocían a Jesucristo, o que no tenían fe, sino, por el contrario, bautizados que habían recibido muchos dones y gracias, porque nada de lo que hacían –profetizar, expulsar demonios, hacer milagros- lo podían hacer por cuenta propia, con sus solas fuerzas de la naturaleza.
Necesariamente, se trata de personas practicantes, y con mucha fe.
Sin embargo, se condenan.
¿Cuál es el motivo?
Es verdad que tienen fe, y que reciben muchos dones de lo alto, pero hay algo en lo que fallan, y es esencial, ya que esa falla es “estructural”, como cuando fallan los cimientos de un edificio, tal como se los grafica Jesús con el ejemplo del necio que construye sobre arena, y es tan grave, que todo el edificio espiritual se viene abajo.
¿En qué consiste la falla?
Lo dice Jesús más adelante: escucharon sus palabras y no las pusieron en práctica. Escucharon que debían “amar a Dios y al prójimo como a ellos mismos”, y en vez de eso, despreciaron al prójimo y no lo amaron, y así creyeron que amaban a Dios, cuando en realidad no amaban ni a Dios ni al prójimo, sino a ellos mismos. Son todos aquellos que hacen obras buenas y santas, pero sólo para ser vistos y alabados, o para acallar la conciencia, o por algún motivo oculto, que no es la sola y única gloria y alabanza de Dios.
Escucharon que debían “amar al enemigo”, y no hicieron caso de esas palabras, y en vez de amar a sus enemigos –rezar por ellos, desearles el bien, y estar dispuestos a hacerles el bien, si se presenta la oportunidad, que es en lo que consiste el amor al enemigo, según Santo Tomás-, se comportaron como paganos, como si nunca hubieran escuchado esas palabras, y en vez de amar a los enemigos, y perdonar las ofensas en nombre de Cristo, buscaron aplicar la ley del Talión, el “ojo por ojo y diente por diente”, o bien se comportaron como paganos, buscando modos de aplicar la venganza.
Pero también estarán aquellos que prefirieron cerrar los ojos y los oídos a las necesidades de sus prójimos, y así, refugiados en sus cómodos sillones, no visitaron enfermos, ni presos, ni dieron de comer a los hambrientos, ni de beber a los sedientos; allí estarán padres que no se preocuparon por dar a sus hijos buenos consejos, ni de enseñarles a rezar, y estarán hijos, que no supieron o no quisieron escuchar a sus padres. No entrarán quienes no obren la misericordia, aún cuando hayan profetizado, expulsado demonios, o hecho milagros.
“No todo el que dice: “Señor, Señor”, entrará en el Reino de los cielos”. Sólo entrarán quienes escuchan las palabras del cielo, y las ponen en práctica.