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miércoles, 3 de mayo de 2023

“Uno de ustedes me va a traicionar”

 


Judas traiciona a Jesús.

“Uno de ustedes me va a traicionar” (cfr. Jn 13, 16-20). Luego de lavarles los pies a sus Apóstoles y cuando ya están todos sentados alrededor de la mesa, en la Última Cena, Jesús les dice algo que los entristece. Primero, al lavarles los pies, lo que quiere Jesús es dejarles a los discípulos es la enseñanza de que unos a otros deben prestarse servicios mutuamente, aun en las cosas más humildes. Jesús les dice que no es el conocer que deben servirse mutuamente, sino el poner en práctica tales ejemplos, lo que hará la felicidad de los discípulos verdaderos. Con este ejemplo y con esta enseñanza, los discípulos experimentan felicidad, pero acto seguido esa felicidad se cambiará en un sombrío estado, al denunciar Jesús que uno de entre ellos lo traicionará: “Uno de ustedes me traicionará”. Jesús revela el hecho de la traición, pero no dice quién es la persona que lo traicionará. El mismo Jesús había elegido a los discípulos para que fueran sus Apóstoles y no es que Jesús no lo supiera; Él lo sabía y por eso dice: “Tiene que cumplirse la Escritura: El que compartía mi pan me ha traicionado”. El texto que cita Jesús es el del Salmo 40 (41) 10: se trata de la traición de Ajitofel, comensal y consejero íntimo de David, traición que por su brutalidad se describe como el cocear de un caballo contra su dueño. En este caso, Ajitofel, el que traiciona a David, es figura de Judas Iscariote, quien traicionó a Jesús por treinta monedas de plata[1].

A su vez, Jesús anuncia lo que va a ocurrir, para que esto sirva como una señal de su divinidad, ya que usa el mayestático “Yo Soy”, es decir, el nombre con el que los hebreos conocían a Dios: “Para que cuando suceda (la traición) creáis que Yo Soy”. En otras palabras, les dice: “Para que cuando suceda (la traición) creáis que Yo Soy el Hijo de Dios, el Mesías”.

“Uno de ustedes me va a traicionar”. En épocas de persecución, muchos cristianos han cedido a la presión de los perseguidores y han traicionado a Jesús y a su Iglesia; perseverar en la fe y en las buenas obras, aun a costa de la vida terrena, es una gracia que Dios la concede a quien Él más ama; pidamos entonces la gracia de no ser nosotros los traidores, en caso de persecución.



[1] Cfr. B. Orchard et al., Verbum Dei. Comentarios a la Sagrada Escritura, Tomo III, Editorial Herder, Barcelona 1957, 746.

sábado, 6 de noviembre de 2021

“Como el fulgor del relámpago, así será la Venida del Hijo del hombre”


 

“Como el fulgor del relámpago, así será la Venida del Hijo del hombre” (cfr. Lc 17, 20-25). Jesús profetiza cómo será su Segunda Venida, la Venida en la gloria, en el Día del Juicio Final: será algo repentino, imprevisto, que será visto por todos los hombres: será como “el fulgor del relámpago”, porque así es el fulgor del relámpago: repentino, imprevisto, y es observado por todos porque surca los cielos y no deja a nadie indiferente. Ahora bien, esta Segunda Venida de Jesús estará precedida por falsos cristos, por falsos mesías, quienes se harán pasar por Él, engañando a las multitudes y diciendo que es Él en persona: Entonces les dirán: ‘Está aquí’ o ‘Está allá’, pero no vayan corriendo a ver”. También hace una revelación que nos hace estar prevenidos en relación a futuras persecuciones, en las que se incluirán la supresión del Santo Sacrificio del Altar, la Santa Misa, con la consiguiente desaparición de la Eucaristía, tanto de los altares, como de los sagrarios. En efecto, Jesús dice una frase enigmática: “Llegará un tiempo en que ustedes desearán disfrutar siquiera un día de la presencia del Hijo del hombre y no podrán”. Esto es verdaderamente alarmante, porque la Presencia del Hijo del hombre la tenemos, cotidianamente, en la Eucaristía, en donde se encuentra en Persona; en la fe y en el amor, porque la fe y el amor nos hacen unir al Sagrado Corazón de Jesús y por último, en los Sacramentos, como por ejemplo, el Sacramento de la Confesión. Esto quiere decir que, antes de la Segunda Venida en la gloria de Nuestro Señor Jesucristo, se desencadenará una persecución –la última, según lo anuncia el Catecismo-, por medio de la cual se suprimirá el Santo Sacrificio del Altar, la Santa Misa y así no habrá Eucaristía ni ningún otro sacramento; faltará en consecuencia la gracia y al faltar la gracia, faltarán la fe sobrenatural en Jesucristo, además de la caridad hacia Dios y el prójimo, con lo cual se cumplirán las palabras de la Escritura: “En los últimos días, se enfriará la caridad de muchos”; además, será tal la apostasía, que en casi ningún lado se encontrará fe en Jesucristo, para que así se cumplan sus palabras: “¿Encontrará fe cuando vuelva el Hijo del hombre?”.

“Como el fulgor del relámpago, así será la Venida del Hijo del hombre”. Persecución a la Iglesia, apostasía, falta de fe y de caridad, ausencia del Santo Sacrificio del Altar, proliferación de falsos mesías. De todas estas calamidades nos libra la Santísima Virgen María, y para ello debemos refugiarnos en su Inmaculado Corazón y rezar diariamente el Santo Rosario.

jueves, 19 de noviembre de 2020

“Serán odiados por causa mía”

 


“Serán odiados por causa mía” (Lc 21, 12-19). En este Evangelio, Jesús profetiza cómo será la vida de los cristianos en los tiempos previos a su Segunda Venida: serán perseguidos y apresados; serán llevados a tribunales y encarcelados; se los hará comparecer ante reyes y gobernantes; serán traicionados por sus parientes más cercanos; serán odiados por causa de Jesús. Todo esto habrán de sufrir los cristianos y estos sufrimientos se harán más intensos y agudos cuanto más cerca esté la Segunda Venida en la gloria de Nuestro Señor Jesucristo. Hay algo que se debe destacar en esta situación de persecución y es la asistencia del Espíritu Santo a quienes sean perseguidos por causa de Jesús. En efecto, el mismo Jesús lo dice: “No tienen que preparar de antemano su defensa, porque Yo les daré palabras sabias, a las que no podrá resistir ni contradecir ningún adversario de ustedes”. Es decir, quien sea perseguido por causa de Cristo, no debe ponerse a pensar en qué es lo que va a argumentar, cuando sea llevado delante de reyes y gobernantes, porque será Jesús en Persona y el Espíritu Santo quienes hablarán por sus bocas. Por esta razón es que las palabras de los mártires pueden ser consideradas, en sentido amplio, “palabra de Dios”, en el sentido en el que lo dice Jesús, esto es, que será Él quien inspirará lo que deban decir en los momentos previos a su ejecución.

“Serán odiados por causa mía”. En la última persecución, en momentos en que se desencadene la suprema tribulación, los cristianos que se mantengan firmes en la fe en Jesucristo, recibirán el odio del mundo, porque el mundo está bajo el gobierno del Príncipe de las tinieblas y es este quien infunde su espíritu anti-cristiano al mundo, un espíritu de aversión, rechazo y odio contra Dios y su Cristo. Ahora bien, la historia demuestra que han existido diversas persecuciones a lo largo de los siglos, incluso desde los primeros tiempos del cristianismo, por lo que la persecución es una nota característica no sólo de la Iglesia de los últimos tiempos, sino de la Iglesia de todos los tiempos.

“Serán odiados por causa mía”. El odio del mundo y la persecución contra el Nombre de Cristo y todo lo que él representa, es una señal de que el cristiano está por el buen camino, porque está asistido por el Espíritu de Dios. Y aun cuando el mundo desencadene toda su furia contra la Iglesia de Dios y contra los cristianos, estos, aunque mueran, vivirán, porque morirán para la vida terrena, pero nacerán para la Vida eterna. Esto quiere significar Jesús cuando dice: “Ni un cabello de su cabeza perecerá”. No tengamos miedo, por lo tanto, de dar testimonio de Cristo Dios ante el mundo, pues es Él en Persona quien nos protege de todo mal. Es en nuestros tiempos, caracterizados por la apostasía masiva, el materialismo, el ateísmo y el ocultismo, cuando más se necesita el luminoso testimonio de vida de santidad de los cristianos.

lunes, 25 de noviembre de 2019

“Tendréis ocasión de dar testimonio”




“Tendréis ocasión de dar testimonio” (Lc 21, 12-19). Al profetizar acerca de su Segunda Venida en la gloria, Cristo revela que sus discípulos serán perseguidos y encarcelados “a causa suya” y que incluso muchos serán asesinados. Es decir, cuando esté por venir Jesucristo por Segunda Vez, se desencadenará una persecución hacia la Iglesia Católica, la cual será de una magnitud nunca antes conocida, que superará a las persecuciones ocurridas en la historia hasta ese entonces. Será una situación de persecución universal, en la que todos los cristianos católicos, seguidores de Cristo, serán perseguidos, encarcelados, interrogados, torturados, e incluso asesinados. Parecerá como si Dios estuviera ausente, porque no Dios, aunque sí podría hacerlo, no enviará legiones de ángeles desde el cielo para defender a los seguidores de su Hijo Jesús. Sin embargo, esto no significa que Dios, en ese entonces, esté ausente o sea indiferente a la persecución. Por el contrario, será una persecución deseada y querida por Dios, con un objetivo: el que los cristianos católicos den testimonio de que Cristo es Dios y está Presente en la Eucaristía con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Será ocasión para que los cristianos den sus vidas por todas y cada una de las frases del Símbolo de los Apóstoles o Credo, que es una síntesis de nuestra santa religión católica.
Será una persecución universal y cruenta, en la que Dios aparentará estar ausente, pero no será así, porque como lo dijimos, la persecución misma será querida por Dios, para que los cristianos puedan dar testimonio, incluso con sus vidas, de que Cristo es Dios y está Presente en Persona en la Eucaristía. A quien le toque vivir en esa época, le tocará ser perseguido y dar testimonio de Cristo; sin embargo, aunque con ese testimonio pierdan su vida terrena, todo su ser quedará intacto y además ganarán la vida eterna, y es esto lo que significan las palabras de Jesús” Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Parece una paradoja, porque muchos morirán y perderán, más que los cabellos de la cabeza, la vida terrena; sin embargo, por el testimonio dado en favor de Cristo, “ni un cabello de sus cabezas perecerá” y además, “con su perseverancia, salvarán sus almas”, es decir, con el testimonio de Cristo Dios Eucarístico conquistarán el Reino de los cielos y así vivirán para siempre, aun muriendo a la vida terrena.

martes, 9 de julio de 2019

“El Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros”



“El Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros” (Mt 10, 16-23). Jesús envía a sus discípulos a misionar, pero les advierte dos cosas: que los envía como “ovejas en medio de lobos” y que “deben ser astutos como serpientes y mansos como palomas”. Con esto, les está anticipando el medio hostil que encontrarán frente a la predicación y la razón es que el mundo, hacia el cual va dirigida la predicación de la Buena Noticia, está bajo el poder del Maligno, del Príncipe de la mentira, Satanás, el Ángel caído. Por esta razón, porque está bajo el poder del Maligno, el mundo es absolutamente contrario a la Buena Noticia, la cual implica que el mundo dejará de estar bajo el poder del Maligno, porque éste será derrotado por Jesucristo en la cruz. En esta tarea de evangelizar, los discípulos tendrán que tener bien en cuenta los consejos de Jesús: deberán ser “mansos como corderos” para no responder con violencia a la violencia ejercida por los esbirros del Maligno; deberán ser “astutos como serpientes” para no caer en las trampas de aquellos que usan la mentira como forma de conseguir sus planes contra Cristo; por último, deberán ser como verdaderas “ovejas en medio de lobos”, porque el misionero, el que predica el Evangelio, es literalmente como una oveja en medio de lobos, porque su fortaleza es la mansedumbre y la humildad del Cordero de Dios, Jesucristo, frente a los dientes afilados y las garras de quienes se oponen a la Buena Noticia. En apariencia, la Iglesia de Cristo -esto es, los misioneros, los que anuncian la Buena Noticia en medio del mundo- están inermes, porque los que son partidarios del Maligno utilizan la violencia en todas sus formas para oponerse a la difusión del Evangelio de Jesucristo. Esto es patente en gobiernos de países comunistas, como Corea del Norte, Cuba, China, en donde existen campos de concentración para cristianos, en los que son recluidos y obligados a trabajos forzados e incluso hasta morir de extenuación y de hambre, no por haber cometido delitos, sino por el simple hecho de ser cristianos, esto es, de creer en Cristo como Salvador. En países no comunistas también se da la persecución, aunque incruenta, contra la Iglesia Católica y esto se ve en la sanción de leyes que atentan directamente contra la Ley de Dios, como el aborto, la ideología de género, la Educación Sexual Integral, el divorcio, la eutanasia y tantas otras leyes contrarias a la voluntad de Dios.
“El Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros”. Ahora bien, si bien es cierto que la persecución contra la Iglesia arrecia, tanto en países comunistas como en países no comunistas, es también cierto que la asistencia divina para quien proclame el Evangelio de Jesucristo no faltará en ningún momento. Esta asistencia del cielo se verá patente cuando los cristianos sean llevados ante las autoridades para dar cuenta de qué es lo que están diciendo -que Dios se hizo hombre para redimir al hombre y que ha de venir al fin del mundo para juzgar a vivos y muertos-, porque quien asumirá la defensa de los cristianos será el Espíritu Santo en Persona: “El Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros”. Es decir, cuando los cristianos sean apresados, será el Espíritu de Dios quien, supliendo la debilidad humana, hablará a través de sus frágiles hijos, los cristianos, para anunciar al mundo lo que está escrito desde el inicio en las Escrituras: el Hijo del hombre aplastará la cabeza de la Serpiente Antigua, el Príncipe de este mundo, para arrojarlo al lago de fuego ardiente y para instaurar un reino mesiánico de paz divina, de justicia divina, de amor divino.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

“Serán odiados por todos a causa de mi Nombre”


“Serán odiados por todos a causa de mi Nombre” (Lc 21, 12-19). Jesús profetiza la persecución a la cual será sometida su Iglesia en tres tiempos distintos: luego de su muerte, en el tiempo de la Iglesia, y al final de los tiempos, en el tiempo previo a su Segunda Venida en la gloria o Parusía. La razón de la persecución será el odio luciferino –preternatural, angélico, diabólico- a la Verdadera y Única Iglesia de Cristo, la Esposa del Cordero, que en cuanto tal, está inhabitada por el Espíritu Santo. Esta persecución está anunciada en el Apocalipsis, en el pasaje en el que “la Mujer vestida de sol huye al desierto con dos alas de águila” para salvar a su Niño de la furia homicida del Dragón, que pretende ahogarlo con su vómito (cfr. Ap 12, 1-17). La Mujer es la Virgen, quien es a su vez prefiguración de la Iglesia; el Niño es Jesús, el Niño Dios; el desierto es la soledad de la Iglesia Santa que huye de la mundanidad; el Dragón es el Demonio, que por medio de los hombres malvados busca la destrucción de la Iglesia desde su inicio hasta el fin de los tiempos.

“Serán odiados por todos a causa de mi Nombre”. La Iglesia será perseguida, como lo profetiza Jesús, y esta persecución se acentuará  a medida que la Humanidad se acerque al Día del Juicio Final, pero las fuerzas diabólicas que pretenden su destrucción “no prevalecerán” (cfr. Mt 16, 18), tal como el mismo Jesús lo promete y la razón es que la Iglesia –los miembros de su Cuerpo Místico, los bautizados- estarán asistidos por el Espíritu Santo, razón por la cual “no deberán preocuparse por su defensa”, porque será el mismo Espíritu de Dios el que los asistirá en su defensa. La Iglesia será perseguida, parecerá débil, pero solo en apariencia, porque en su debilidad radica su fortaleza, que no es humana, sino sobrenatural, y por lo tanto, superior a las fuerzas angélicas diabólicas de sus perseguidores.

jueves, 7 de julio de 2011

Quien persevere hasta el fin se salvará

Sólo en la Consagración
al Inmaculado Corazón de María
estarán las almas a salvo
de la inmensa corrupción
de cuerpo y espíritu
que se ha abatido
sobre el mundo entero.


“Quien persevere hasta el fin se salvará” (Mt 10, 16-23). Jesús habla de la persecución que habrá de sufrir la Iglesia naciente por parte de los judíos, ya que menciona a la sinagoga, pero habla también de la última persecución, la que sufrirá la Iglesia hasta el fin de los tiempos.

“Quien persevere hasta el fin se salvará”. ¿Por qué la advertencia de Jesús?

Porque antes de la persecución cruenta, final, habrá otra persecución, incruenta, orquestada y dirigida por los medios masivos de comunicación, tendientes a hacer desaparecer del horizonte de la humanidad hasta la idea de Dios y a corromper el alma y el cuerpo de los hombres. De esta manera, a medida que se acerque el fin, la presencia e influencia del infierno y de sus agentes se hará sentir cada vez más intensamente, al punto tal que no parecerá no haber nada sin corrupción, y tal será la situación, que si Dios no acortase los tiempos, se contaminarían con el mal hasta los elegidos.

¿Estamos viviendo esos tiempos? Sólo tres signos, de entre muchos, parecieran inclinarnos a responder afirmativamente.

Un signo es el intento de convertir, mediante la ideología del género, a todo el mundo en un inmenso Sodoma y Gomorra, por medio de las leyes de educación sexual y por la legalización del homomonio. Dentro de poco, de seguir la tendencia actual, no quedará nadie, ni siquiera los niños, puesto que se enseña esto desde el jardín de infantes, sin aceptar la liberalización total de la sexualidad humana.

El otro signo es el aparente triunfo de la “cultura de la muerte”, que busca eliminar a la vida humana en sus extremos, en la concepción y en la vejez, por medio de la legalización del aborto y la eutanasia.

El tercer signo se da dentro de la Iglesia Católica, y es la negación de la Presencia real de Jesús en la Eucaristía. Dice Ana Catalina Emmerich: “Vi a la nueva iglesia, la cual (los apóstatas) estaban tratando de construir. No había nada sagrado en ella... La gente estaba amasando el pan en la cripta de abajo... pero no recibían el Cuerpo del Señor, sino solo pan. Los que estaban en el error, pero sin culpa propia, y que piadosamente y ardientemente deseaban recibir el Cuerpo de Jesús, eran consolados espiritualmente, pero no a causa de su comunión. Entonces, mi Guía (Jesús) dijo: “Esto es Babel”.

La consideración, aunque sea ligera, de nuestros tiempos, nos lleva a recordar las palabras del Apocalipsis: “Fuera los perros, los hechiceros, los fornicadores, los asesinos, los idólatras, y todo el que ama la mentira” (22, 15).

Pero el Apocalipsis también describe a aquellos que perseveraron hasta el fin, que no se dejaron contaminar por la idolatría a la Bestia: “Estos son los que vencieron a la bestia y al Dragón con la Sangre del Cordero, y por el testimonio que dieron” (cfr. 15, 2. 12, 11).

“Quien persevere hasta el fin se salvará”. Sólo por medio de la Consagración al Inmaculado Corazón de María Santísima podrán los hombres salvarse, porque sólo ahí se estará al abrigo de la corrupción del alma y del cuerpo que ya inunda al mundo entero.