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domingo, 14 de junio de 2020

“Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”




“Cuando hagas limosna, cuando reces, cuando ayunes, no lo hagas delante de todos, sino en lo secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6, 1-6.16-18). Al expresarse de esta manera, Jesús da a entender cómo la religión cristiana, si bien tiene actitudes y obras externas, es eminentemente interior y espiritual. Dar limosna, rezar, ayunar, son todas acciones exteriores, que pueden ser vistas por los demás y de hecho son vistas, pero además de eso, pueden ser obras hechas no con buena intención, sino con la intención, precisamente, de que sean vistas por los demás. Quien obra de esta manera, lo hace para ser admirado y recompensado por los hombres y no por Dios. Así, puede haber alguien que dé generosas limosnas, que rece mucho, y que también ayune mucho, pero si lo hace sólo para aparentar bondad a los demás, no lo hace con recta intención. Por otra parte, parafraseando a Jesús, estas obras así hechas, con el propósito de ser halagados por los demás, son obras que no son “vistas” por Dios, porque Dios “ve en lo secreto”, es decir, ve en lo más profundo del alma; Dios ve en la raíz del ser del hombre y ve con qué intención hace el hombre las obras que hace. Dios sabe si el hombre da limosnas, reza y ayuna para solamente ser considerado bueno por los demás hombres, o si lo hace para agradarlo a Él.
“Cuando hagas limosna, cuando reces, cuando ayunes”, no lo hagas delante de todos, sino en lo secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”. Podemos engañar a los hombres, pero no a Dios, puesto que “de Dios nadie se burla”. Entonces, cuando demos limosna, cuando recemos, cuando ayunemos, que no nos importen las adulaciones de los hombres y lo hagamos en secreto, porque así obtendremos recompensa de parte de Dios, que “ve en lo secreto”.

lunes, 17 de junio de 2019

“Cuando ores y hagas el bien hazlo en secreto y así recibirás la recompensa del Padre”




“Cuando ores y hagas el bien hazlo en secreto y así recibirás la recompensa del Padre” (Mt 6, 1-6. 16-18). Con estas indicaciones acerca de la oración y de las buenas obras, Jesús nos advierte contra la tentación de hacer estas cosas buenas sólo por pura exterioridad, para ser vistos por los hombres y para ser aplaudidos por ellos. El hombre, por el pecado original, tiene la tendencia de la presunción y de la soberbia y por esta razón, si hace alguna obra buena, como el rezar o hacer una obra de misericordia, busca el aplauso de los demás hombres. Pero haciendo esto, por un lado, arruina la buena obra realizada, ya que la soberbia y la presunción lo echan todo a perder; por otra parte, se olvida que a quien debe agradar con las buenas obras es a Dios y no a los hombres, porque es Dios quien da la verdadera recompensa, que es su gracia y amor, para toda obra buena.
“Cuando ores y hagas el bien hazlo en secreto y así recibirás la recompensa del Padre”. Cuando oremos, no busquemos que los hombres nos vean orar ni tampoco esperemos ser honrados por ellos ni ser tenidos como buenos; cuando hagamos alguna obra buena, no hagamos alarde de esa obra buena, porque así arruinamos todo lo que hayamos hecho. Cuando oremos, nos refugiemos en lo más profundo del corazón, en el interior de nuestras almas, que es en donde nos ve Dios y Dios responderá nuestra oración; cuando hagamos obras buenas, las hagamos pero no para que los demás nos aplaudan y hablen bien de nosotros: hagamos las obras buenas de cara a Dios, para que sea Dios quien nos recompense, con su gracia y su amor. No busquemos el aplauso de los hombres: busquemos, con la oración y las obras buenas, la gracia y el Amor de Dios.