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lunes, 3 de julio de 2023

"Dos endemoniados le salieron a su encuentro"

 


“Dos endemoniados le salieron a su encuentro” (Mt 8, 28-34). En este breve pasaje del Evangelio, se relata casi la totalidad del misterio salvífico de Jesús: por un lado, se encuentran dos seres humanos, poseídos por demonios, por ángeles caídos; por otro lado, está Jesús, que expulsa a los demonios que poseían a los hombres, dejándolos liberados y en completa calma.

Es decir, en este Evangelio no solo se describen los únicos tres tipos de personas que hay en el universo -las Personas Divinas, las personas angélicas, las personas humanas-, sino también una de las principales victorias de Jesús, el Hombre-Dios, con su Encarnación: vino para quitarnos el pecado, para destruir la muerte, para concedernos la gracia de la filiación divina y, también, para vencer al Demonio, el Ángel rebelde. Este Evangelio destruye la negación de uno de los aspectos de la fe por parte de quienes eligen qué creer y qué no creer y es la existencia del Demonio. El Demonio no es un “hábito malo”, o un “mal impersonal” o una “fantasía”, o una “creación de una sociedad antigua religiosa” como la hebrea pre-cristiana: el Demonio es un ángel y un ángel es una persona y como persona, se caracteriza por lo que caracteriza a toda persona, el tener inteligencia y voluntad, es decir, capacidad de entender y capacidad de amar. En el caso del Demonio, es un ángel que, haciendo mal uso de su libertad, decidió, libremente, oponerse a la razón por la cual Dios Uno y Trino creó a los ángeles y a los hombres: para que lo amen, lo sirvan y lo adoren. El Demonio se observó a sí mismo con la hermosura con la cual había sido creado y, en vez de amar y dar gracias a la Trinidad por haber sido creado con tanta hermosura y perfección, decidió renegar de Dios e invertir el fin para el que había sido creado; por lo tanto, en vez de adorar y amar a las Tres Divinas Personas de la Trinidad, decide amarse a sí mismo y adorarse a sí mismo, perdiendo en el acto la gracia que lo unía a Dios, pero sin perder su naturaleza angélica, por lo cual sigue poseyendo las características de un ángel, todas inmensamente superiores a la naturaleza humana, como por ejemplo la inteligencia, la velocidad de desplazamiento, etc. Creer en el Demonio forma parte del Depósito de la Fe de la Santa Iglesia Católica; quien dice: “yo no creo en el Demonio”, no cree en un punto esencial de la Fe de la Iglesia, porque Jesucristo, además de vencer en la Cruz del Calvario a la muerte y al pecado, vence al Demonio, enemigo de Dios y de la humanidad.

“Dos endemoniados le salieron a su encuentro”. Jesús exorciza a los endemoniados, expulsando los demonios a una piara de cerdos, los que terminan precipitándose desde un abismo hacia un lago; con esto demuestra su divinidad, porque ni el hombre ni el ángel, pueden realizar un exorcismo, esto es, la expulsión del demonio del cuerpo de un ser humano poseso. A quien no quiera creer en la existencia del Demonio, debería leer y releer este pasaje del Evangelio, para no salir de la Fe de la Iglesia Católica, o para retornar a la misma, si es que en algún momento no fue. El católico debe creer en el Demonio como Ángel caído, para obviamente alejarse de él y unirse a Jesucristo, el Hombre-Dios, el Único que puede librarnos de este monstruo del Infierno.

miércoles, 23 de junio de 2021

Jesús exorciza a los endemoniados gerasenos

 


Jesús exorciza a los endemoniados gerasenos (cfr. Mt 8, 28-34). Al llegar Jesús a la región de los gerasenos y cuando estaba pasando por el cementerio, le salen al encuentro dos endemoniados que le dicen: “¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?”. Jesús les ordena a los demonios que salgan de los cuerpos de los endemoniados y que entren en los cuerpos de una piara de cerdos; los demonios obedecen al instante y luego la piara corre hacia el precipicio, cayendo en el lago y pereciendo todos los cerdos.

En este episodio del Evangelio, en el que Jesús exorciza a los endemoniados, podemos encontrar varias enseñanzas. Una de ellas, es la existencia de los demonios, de los ángeles caídos, es decir, de los ángeles rebeldes que, obedeciendo a Satanás, se opusieron a Dios y fueron expulsados inmediatamente del Cielo, para siempre. Muchos católicos dicen: “No creo que exista el Diablo”, o “No creo en las brujas” y cuando dicen esto, no se dan cuenta de que están negando su propia fe católica, pues la fe nos enseña que “Jesús vino a destruir las obras del Diablo” y el mismo Jesús lo nombra en numerosas oportunidades, además de realizar exorcismos, como en este caso. Entonces, negar la existencia del Demonio, es negar una parte importante de la fe católica. Lo mismo sucede con las brujas, puesto que las brujas trabajan con el Diablo: quien no crea que las brujas existen y actúan maliciosamente invocando y adorando al Diablo, está también dejando de lado una parte importante de la fe católica.

Otro aspecto que podemos contemplar es la realidad de la posesión demoníaca, puesto que cuando los dos gerasenos le salen al encuentro y le hablan a Jesús, no son las personas humanas las que lo hacen, sino los ángeles caídos quienes, habiendo tomado posesión de sus cuerpos, hablan y se desplazan por medio de sus cuerpos. Muchos, erróneamente, califican a los endemoniados como epilépticos o como afectados por alguna enfermedad, pero la realidad es que son propiamente endemoniados, es decir, seres humanos cuyos cuerpos –no las almas- han sido poseídas por los demonios y el único que tiene poder para desalojarlos es el Hombre-Dios Jesucristo.

Otro aspecto es la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, reconocida por los mismos demonios y esto se ve en lo que los demonios dicen: tratan a Jesús de “Hijo de Dios”, con lo cual reconocen que es Dios Hijo encarnado y, por otro lado, saben que Jesús vendrá al fin del tiempo para encadenarlos en el Infierno por toda la eternidad: “¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?”. Paradójicamente, aquellos que se equivocaron al negarse a servir a la Trinidad en el Cielo, ahora deben obedecer a la Justicia Divina para siempre, por toda la eternidad, en el Infierno. Y aunque el Demonio es el Padre de la mentira, hay cosas que dice y que, a su pesar, son ciertas, como el reconocimiento de la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y es esto lo que podemos aprender de la declaración de los demonios: que Cristo es Dios.