Adorado seas, Jesús, Cordero de Dios, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios oculto en el Santísimo Sacramento del altar. Adorado seas en la eternidad, en el seno de Dios Padre; adorado seas en el tiempo, en el seno de la Virgen Madre; adorado seas, en el tiempo de la Iglesia, en su seno, el altar Eucarístico. Adorado seas, Jesús, en el tiempo y en la eternidad.

martes, 26 de noviembre de 2019
“Cuando sucedan estas cosas, está cerca el Reino de Dios”
miércoles, 25 de octubre de 2017
“Estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada”
jueves, 27 de noviembre de 2014
“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”
martes, 25 de noviembre de 2014
“Serán odiados por todos a causa de mi Nombre”
lunes, 24 de noviembre de 2014
“¿Cuál será la señal?” “Muchos dirán: ‘Soy Yo’, y oirán hablar de guerras y revoluciones, pero no será tan pronto el fin”
Entonces, más importante que saber cuándo será la Segunda Venida -aun cuando estarían comenzando a darse las señales que la anuncian-, es más importante, para el cristiano, el estar en estado de gracia permanente. De esa manera, sea que Jesucristo llegue hoy, mañana, pasado, o en cincuenta años, el cristiano estará con sus vestiduras ceñidas, con su lámpara encendida y con su corazón ardiente de amor, listo para recibir a Nuestro Señor Jesucristo, que viene para juzgar al mundo, y en esa espera, en todo momento, repite, en el silencio de su corazón, con todo el amor con el que es capaz: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22, 20).
domingo, 19 de octubre de 2014
“Estén preparados, ceñidas las vestiduras y con las lámparas encendidas”
miércoles, 9 de abril de 2014
“Abraham, el padre de ustedes, se alegró pensando ver mi día”
domingo, 15 de diciembre de 2013
“¿El bautismo de Juan viene del cielo o de los hombres?”
jueves, 24 de noviembre de 2011
Cuando sucedan estas cosas está cerca vuestra liberación

“Cuando sucedan estas cosas está cerca vuestra liberación” (cfr. Lc 21, 20-28). Jesús profetiza la destrucción de Jerusalén, y cuando finaliza esta profecía al decir: “Jerusalén será pisoteada por los gentiles”, profetiza acerca de lo que habrá de suceder al mundo antes de la parusía, es decir, de su Segunda Venida[1].
Tanto la destrucción de Jerusalén como las grandes tribulaciones que sobrevendrán al mundo antes de su Llegada –guerras, hambre, grandes terremotos-, tendrán una misma causa: el haber rechazado al Mesías.
Jerusalén lo rechazó, crucificándolo; el mundo lo rechazará, al no reconocerlo como el Salvador, pero también gran parte de la misma Iglesia lo rechazará, apostatando de Él, construyendo una falsa Iglesia y un falso Cristo, que serán falsos de toda falsedad, y la falsedad quedará demostrada porque esta falsa Iglesia y este falso Cristo serán permisivos con todas las desviaciones y pecados del ser humano.
Pero las consecuencias de rechazar a Jesús como Salvador de los hombres no se limita al plano físico y material: la destrucción de Jerusalén y los grandes cataclismos que sobrevendrán al mundo entero, son figura de lo que sucede en las almas que se niegan a aceptar a Jesucristo como su Redentor. El llanto de Jesús por la pronta ruina de Jerusalén anticipa y prefigura su llanto por la ruina de almas como Judas Iscariote, que se precipitan, libremente, en el infierno, por preferir servir al dinero y no a Dios, por preferir escuchar el tintineo metálico de las monedas de plata, antes que el suave latido del Sagrado Corazón.
Hoy, los Judas Iscariote se han más que centuplicado, pues son muchísimos los bautizados que, por pereza, negligencia e inoperancia, cuando no directa connivencia con el mal, colaboran con las tinieblas no solo para borrar el nombre de Dios y de Cristo del corazón de los hombres, sino para instaurar un falso salvador de los hombres, opuesto radicalmente a Cristo.
“Cuando sucedan estas cosas está cerca vuestra liberación”. No habrán señales para la parusía, pero como Jesús ha de venir “como el ladrón en la medianoche”, de improviso, el cristiano debe estar atento y vigilante, obrando la misericordia y viviendo en gracia para presentarse sereno y alegre el día del juicio y del examen.
[1] Cfr. Orchard, B., Verbum Dei. Comentario a