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jueves, 17 de octubre de 2019

“Tened ceñidas las cinturas y encendidas las lámparas”




“Tened ceñidas las cinturas y encendidas las lámparas” (Lc 12, 35-38). Jesús está hablando de su Segunda Venida y para hacerlo, la compara con un servidor que está atento a la llegada de su amo, que ha partido para una boda y que regresará en cualquier momento, en horas de la madrugada. La Segunda Venida de Jesús puede acaecer de dos formas: para el que muere, el momento de su muerte es el momento equivalente a la Segunda Venida, pues se encontrará cara a cara con Cristo Dios en el Juicio Particular, en donde se decidirá su destino eterno; la segunda forma en la que acaecerá la Segunda Venida es para el que participe, en la historia, en el fin de la historia, de la Segunda Venida propiamente hablando. De una forma u otra, la Segunda Venida será repentina, inmediata, sin aviso previo, por lo cual el cristiano debe estar preparado siempre y en todo momento, y aquí es donde encaja la figura del servidor con la túnica ceñida y la lámpara encendida. La figura del servidor se comprende mejor cuando se hace una analogía entre los elementos naturales y los sobrenaturales: la túnica ceñida corresponde a quien está trabajando, ya que no es ropa de descanso: en este sentido, indica el alma que se preocupa por hacer obras de misericordia, sean corporales o espirituales; a su vez, la lámpara encendida significa que la luz de la fe está encendida en esta alma y es la que la mueve a realizar la misericordia, en la espera de su Señor, Cristo Jesús: la lámpara es el alma, el aceite que sirve de combustible para la llama es la gracia y la luz que da la mecha encendida, es una fe activa en el Hombre-Dios Jesucristo. Otro elemento a considerar es la hora de regreso del amo, a quien el servidor espera: el amo vendrá en horas de la madrugada, cuando todos estén durmiendo, de ahí que resalta la actitud activa de espera de la llegada del amo en el servidor: es el alma que, en medio del transcurrir de los segundos, los minutos, los días y los años, se encuentra en espera activa de la Segunda Venida del Señor Jesús.
“Tened ceñidas las cinturas y encendidas las lámparas”. Un último elemento, que provoca asombro, es la actitud del amo que, al regresar y ver a su servidor que lo está esperando, “se pondrá él a servirlo”, lo cual va más allá de toda lógica humana, pues lo lógico es que el amo simplemente, a lo sumo, felicite al servidor por haber cumplido su deber, pero de ninguna manera forma parte de la lógica humana que el amo se ponga a servir al servidor. Esta actitud de generosidad del amo está representando el don que Dios hará a quien espere con fe activa la Segunda Venida de Jesús, el Hombre-Dios: el Reino de los cielos, una recompensa que supera también a toda lógica humana y que demuestra el infinito Amor que Dios Trino nos tiene a todos y cada uno de sus hijos.

lunes, 22 de octubre de 2012

“Estén preparados y con las lámparas encendidas”



“Estén preparados y con las lámparas encendidas” (Lc 12, 35-38). Con la figura de un hombre que regresa de improviso de una fiesta de bodas, y es esperado por sus siervos, Jesús enseña cómo tiene que prepararse el hombre para su muerte: ceñido, esperando al dueño, con las lámparas encendidas.
Ceñido, quiere decir vestido, y vestido, quiere decir en gracia santificante; esperando al dueño, quiere decir esperando el encuentro con el Hombre-Dios Jesucristo, que adviene en el momento de la muerte; con las lámparas encendidas, quiere decir con la luz de la fe en Cristo Dios.
Así como la llegada del dueño de casa, luego de las bodas, será de improviso, sin que nadie sepa cuándo será –“a medianoche o antes del alba”, el horario incierto de la llegada es indicador de que nadie sabe cuándo llegará-, así también el hombre debe esperar a Jesús, el Dueño de las almas, quien llegará de improviso, al final de los días de la vida terrena, establecidos por la Divina Sabiduría, para el encuentro en el día de la muerte de cada uno.
Y de la misma manera, así como el servidor que sea encontrado con esas disposiciones –ceñido, esperando al dueño, con las lámparas encendidas-, será feliz, y será él servido por su mismo señor, así también el alma que, al momento de su muerte, se encuentre en estado de gracia santificante, con la luz de la fe encendida y activa, esperando el encuentro con Jesús, será servido por Jesús, es decir, recibirá como recompensa todos los frutos de la Pasión de Jesús, su alma será bañada en la Sangre del Cordero, quedando resplandeciente, y así será conducido al festín eterno de los cielos.
“Estén preparados y con las lámparas encendidas”. Estado de gracia, fe activa en obras de misericordia, firme esperanza del encuentro personal con Cristo resucitado. Estas condiciones, necesarias para el día de la muerte, son las mismas que se necesitan para la comunión eucarística, anticipo de la felicidad eterna en los cielos.