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lunes, 1 de junio de 2020

Solemnidad de la Santísima Trinidad


SOLEMNITAT DE LA SANTÍSSIMA TRINITAT, cicle C

(Ciclo A – 2020)

          Jesús revela no sólo que Él es el Hijo de Dios, con lo cual introduce dos personas divinas en Dios -Él y el Padre-, sino que revela cuál es la constitución íntima de Dios, al revelar que en Dios hay Tres Personas Divinas: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. La revelación de Jesús es importantísima para la Iglesia y también para la humanidad, porque revela cómo es Dios en Sí mismo: una naturaleza, un único Acto de Ser divino trinitario y una Trinidad de Personas Divinas. Un solo Dios en Tres Personas Divinas; no tres dioses, sino un solo Dios y Tres Personas Divinas. Podemos decir que la revelación de Jesús hace que el Dios de la Iglesia Católica sea, por un lado, católico, porque ninguna otra religión en el mundo tiene esta fe; por otro, hace que sea el Único Dios Verdadero y que la Iglesia sea la depositaria y custodia, con su Magisterio, de esta verdad acerca de Dios, revelada por la Persona Segunda de la Trinidad, Cristo Jesús. Esta revelación, por lo tanto, además de decirnos cómo es Dios en Verdad, hace del Dios de la Iglesia Católica un Dios Único, ya que es el Único Dios Verdadero. Implica también una gran responsabilidad para la Iglesia, puesto que, a Ella, como Esposa Mística del Cordero, le ha sido confiada esta Verdad, para que la mantenga tal como ha sido revelada, para que profundice en esta Verdad y, sobre todo, para que la revele al mundo. De aquí se desprende el fundamento para el verdadero ecumenismo y para el verdadero diálogo interreligioso: la Iglesia no dialoga con las iglesias cristianas -ecumenismo- y con las no-cristianas, para encontrar la Verdad acerca de Dios, sino que dialoga con estas iglesias para revelarles la Verdad acerca de Dios, puesto que Ella posee esta Verdad. Ninguna iglesia tiene nada para decirle a la Iglesia Católica acerca de Dios, puesto que Ella sabe que es Uno en naturaleza y Trino en Personas; por el contrario, las iglesias acuden a la Iglesia Católica para aprender de Ella la Verdad Absoluta acerca de Dios. Y estas iglesias se acercarán a la Verdad, en la medida en que no deformen ni desvirtúen lo que la Iglesia Católica les revela; se acercarán a la Verdad de Dios en tanto y en cuanto sean fieles a lo que la Iglesia Católica les revela sobre Dios. Estas iglesias -sean cristianas o no cristianas-, que abandonen sus errores acerca de la naturaleza y constitución de Dios y se conformen a la Verdad que la Iglesia Católica les revele, son las “ovejas que pertenecen a Cristo, pero que por el momento están fuera del redil”.
          Parte de la alegría de ser católicos es que poseemos la Verdad Absoluta, plena, sobrenatural, divina, celestial, de saber que Dios es Uno y Trino, que se nos ha revelado en Cristo Jesús y que Él ha venido para morir en cruz y hacernos partícipes de la vida de la Santísima Trinidad, incoada en este mundo y en su plenitud en la otra, en el Reino de los cielos.

miércoles, 18 de mayo de 2016

“El que no está contra nosotros, está con nosotros”


“El que no está contra nosotros, está con nosotros”.  (Mc 9, 38-40). Frente a uno que “hacía milagros” en nombre de Jesús, pero que no pertenecía al círculo de sus discípulos, estos últimos “tratan de impedírselo”, argumentando precisamente que no forma parte de ellos: “no es de los nuestros”. La respuesta de Jesús abre el camino para comprender el verdadero ecumenismo: lejos de aprobar la conducta de sus discípulos, que pretendían callar a quien “no era de ellos”, Jesús les dice que “no se lo impidan”, porque –según da a entender-, si alguien hace milagros en su Nombre, no puede hablar mal de Él, lo cual quiere decir que, en cierta medida, está asistido por Él, ya que da buenos frutos: “No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí”. Y quien está asistido por Él, como en el caso de la persona que hacía milagros en su Nombre, “está con Cristo”: “El que no está contra nosotros, está con nosotros”.  
Comentando este pasaje del Evangelio, el Beato Pío XII, en la Encíclica Mystici Corporis Christi, y parangonando la acción de la Iglesia con la de Cristo, da las claves acerca de en qué consiste el verdadero ecumenismo: la Iglesia Católica es la que posee la Verdad Revelada en su plenitud, mientras que las otras iglesias, en las que no se encuentra esta verdad plena, están llamadas a integrarse en esta plenitud. Dice así el Santo Padre: “La esposa de Cristo, la Iglesia, es única. Sin embargo, el amor del divino Esposo se extiende con largueza, de manera que, sin excluir a nadie, abraza en su Esposa al género humano entero”[1]. El Santo Padre extiende, por analogía, la actitud de Jesús de no rechazar a quien no forma parte del círculo más íntimo de los discípulos, con la actitud de la Iglesia que, en un verdadero ecumenismo, y sabiéndose portadora de la plenitud de la Revelación, abraza y llama a toda la humanidad, porque todos los hombres son “hermanos de Cristo según la carne” y están todos “llamados a la vida eterna”: “Cristo (…) abraza en su Esposa (la Iglesia) al género humano entero (…) (incluidos los hombres) todavía no incorporados al Cuerpo de la Iglesia, a los hermanos de Cristo según la carne, llamados con nosotros a la misma salvación eterna”[2].
Seguidamente, hace una velada alusión a las ideologías –liberalismo, marxismo, comunismo, socialismo, nazismo- que “exaltan el odio, la lucha, la violencia”, y por lo tanto enfrentan al hombre contra el hombre mismo, provocando crueles guerras fratricidas, y las contrapone con la Iglesia que, basada en el Mandamiento de su Señor, ama a todos los hombres, sin distinción alguna de ninguna clase, incluidos “a los enemigos”: “Nuestro Rey pacífico (…) nos ha enseñado no solamente amar a los que no son de los nuestros, de nuestra nación ni de nuestro origen (Lc 10, 33ss) sino (a) amar incluso a nuestros enemigos”[3].
“El que no está contra nosotros, está con nosotros”. Como miembros de la verdadera y única Iglesia de Jesucristo, el Hombre-Dios, nuestra misión es llamar a todos los hombres, cualquiera sea su raza, credo o condición social, para que ingresen a la Nueva Arca de salvación, la Iglesia Católica.



[1] Venerable Pio XII, Papa, Encíclica Mystici Corporis Christi.
[2] Cfr. ibidem.
[3] Cfr. ibidem.