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miércoles, 16 de abril de 2025

Lunes Santo

 


(Ciclo C - 2025)

         “A los pobres los tendrán siempre con vosotros, pero a Mí no me tendrán siempre” (Jn 12, 1-11). Seis días antes de la Pascua, según relata el Evangelio, Jesús regresa a Betania, a casa de sus amigos Marta, María y Lázaro, en donde es convidado con una cena. En un momento determinado, María -muchos autores afirman que es María Magdalena, “de la cual había expulsado muchos demonios”- realiza un gesto que sorprende a todos: toma un frasco de “perfume de nardo puro, de mucho precio”, lo rompe y con él unge los pies de Jesús. Judas Iscariote, presente en la escena, finge incomodidad ante el gesto de María Magdalena y protesta ante Jesús, quejándose porque el perfume es de mucho valor y usarlo como lo hizo María Magdalena, ungiendo los pies de Jesús, es un derroche, teniendo en cuenta que ese dinero podría haber sido usado para los pobres. Pero Jesús, lejos de reprochar la obra de María Magdalena, la aprueba diciendo: “Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tendrán siempre con vosotros, pero a Mí no me tendréis siempre”.

         La respuesta de Jesús no solo aprueba la obra de María, sino que al mismo tiempo desenmascara la falsa preocupación de Judas Iscariote por los pobres: a Judas no le interesan los más necesitados; le interesa vender el perfume, sí, para obtener mucho dinero, pero para quedarse con el dinero, ya que, como dice el Evangelio, “era ladrón” y “robaba lo que se ponía en la bolsa”. Jesús predicaba y vivía la pobreza y Judas Iscariote se amparaba en esta prédica para hacerse con dinero mal habido, robando el dinero de las arcas de la Iglesia Naciente. Judas finge amar a los pobres, pero en realidad ama al dinero y esto porque, en su corazón, ha desplazado a Dios y ha entronizado al dinero, haciendo ver cuán reales son las palabras de Jesús: “No se puede servir a dos señores, a Dios y al dinero, porque se amará a uno y se aborrecerá al otro”. Judas eligió amar al dinero, las treinta monedas de plata que le ofrecieron por la ubicación de Jesús y en su lugar, aborreció a Dios Encarnado, Jesucristo. Pero también Jesús saca a luz las intenciones piadosas de María Magdalena: al usar un perfume caro, muy costoso, para ungir los pies de Jesús, María Magdalena no está cometiendo una falta contra la pobreza, sino que cumple con el deber de piedad y de adoración que se debe a Dios y solo a Dios, ya que, al ungir los pies de Jesús con el perfume, anticipa y profetiza la próxima muerte de Jesús en la Cruz. Jesús entonces no solo no reprocha el uso del perfume costoso por parte de María Magdalena, sino que lo aprueba, como anticipo profético de su Muerte redentora, y al mismo tiempo desaprueba la falsa solicitud de Judas Iscariote por los pobres.

         De esta manera Jesús nos enseña cuál es la verdadera pobreza de la Iglesia, al tiempo que nos previene contra las nocivas ideologías subversivas, materialistas y progresistas, que utilizan al pobre y a la pobreza para instrumentar a la Iglesia pervirtiéndola hacia sus fines ideológicos anti-cristianos: no es falta de pobreza utilizar lo mejor que el hombre pueda obtener con su industria, porque se  trata del culto debido a Dios, que es Creador, Redentor y Santificador y por eso mismo todo lo que se destina al culto litúrgico, a la adoración eucarística, a la celebración del Santo Sacrificio del Altar -el altar mismo, los manteles, los candelabros, los cálices, copones, etc.-no puede ser de mala calidad, o feo o mal hecho o de mal gusto: para Dios, para el Cordero de Dios, tiene que ser lo mejor de lo mejor, aunque sea costoso y esto no es falta de pobreza, sino debido culto piadoso a Dios, que merece todo lo mejor. Toda la liturgia, pero sobre todo la liturgia eucarística, debe brillar por su esplendor, por su riqueza, por su belleza, por su buen gusto, porque se trata de acciones que están dirigidas en honor a Dios Uno y Trino y no en dirección al hombre. Es una falsa humildad pretender quitar la pompa y el fasto de las celebraciones litúrgicas, porque el celebrante es “humilde”: quien esto piensa, comete un grave error de valoración, porque la liturgia no está dirigida al hombre, sino a Dios Trino y al Cordero. Por esto mismo, de ninguna manera es faltar a la pobreza el utilizar, por ejemplo, cálices o elementos litúrgicos de material costoso -oro, plata, rubíes, diamantes, etc.-, ni tampoco es faltar a la pobreza tener en el templo imágenes, esculturas, columnas, del mejor material. Sí es faltar a la virtud de la piedad y del amor debido a Dios el tener en el templo elementos de mala calidad, bajo el falso pretexto de la pobreza, porque como dijimos, a Dios le debemos lo mejor, sea en el campo material o espiritual.

Sin embargo, con respecto a nosotros mismos, sí cabe la pobreza, pero la verdadera pobreza, la pobreza santa de la Cruz, que consiste no en no tener nada –aunque a algunos, como a San Francisco de Asís, Dios les pida despojarse de todo lo material-, sino en no tener el corazón apegado a los bienes terrenos. Hay casos de santos, como Pier Giorgio Frassatti, que no renunciaron a sus bienes, pero con ellos ayudaron a los pobres, dando todo lo que tenían.

La pobreza santa de la Cruz se aprende contemplando a Cristo crucificado: no desear más bienes terrenos que los que nos lleven al Cielo –una Cruz de madera, una corona de espinas, tres clavos de hierro-, y acumular tesoros, pero tesoros espirituales, obras de misericordia corporales y espirituales que se acumulan en el cielo, los tesoros con los que pagaremos nuestra entrada en el cielo, además de un corazón contrito y humillado, y la Comuniones Eucarísticas hechas con fe, amor y piedad, y almacenadas y custodiadas en el corazón, con avidez mayor a la del avaro que atesora monedas de oro en su caja fuerte.

 


lunes, 3 de abril de 2023

Lunes Santo

 Lunes Santo



     María de Betania unge los pies de Jesús con perfume y Judas le recrimina. (Jn 12, 1-11). Seis días antes de la Pascua, Jesús acude a Betania, a casa de sus amigos Lázaro, Marta y María y allí le ofrecen una cena. Mientras Marta sirve a los comensales y Lázaro está con Jesús sentado a la mesa, María toma un frasco con perfume de nardo, "auténtico y muy costoso", dice el Evangelio, y con el perfume unge los pies de Jesús, enjugándolos no con un lienzo, sino con su cabellera. El perfume era de tan buena calidad, en tanta cantidad y de aroma tan exquisito, que "la casa se llenó de la fragancia del perfume".

    Frente a esta acción de María, Judas Iscariote, el traidor, se escandaliza falsamente, mostrando una falsa preocupación por los pobres, ya que no le importaban los pobres, sino que utilizaba la figura del pobre -como hacen los populistas entre los hombres- para adueñarse del dinero que debía ser utilizado para ellos. Es así que Judas Iscariote le recrimina a Jesús, reprochando la acción de María, pero Jesús, lejos de darle la razón, justifica plenamente a María de Betania: "Déjala, lo tenía guardado para el día de mi sepultura, porque a los pobres los tendréis siempre con vosotros, pero a Mí no me tendréis siempre". Con su respuesta, Jesús no solo desenmascara la falsa preocupación de Judas Iscariote por los pobres, sino que además anticipa proféticamente su muerte: "A Mí no me tendréis siempre". Jesús sabe que va a iniciar su Pasión, que culminará con su Muerte en cruz en el Calvario; sabe que derramará su Sangre, en medio de atroces dolores, para la salvación de los hombres; sabe que su Cuerpo será descolgado, ya sin vida, muerto, para luego ser ungido con perfumes, según la costumbre judía de sepultar a sus muertos. Es por eso que aprueba la acción de María, de ungir, con un carísimo perfume, sus pies. Nos enseña además que, en cuanto se refiere al culto de Dios, no caben los argumentos miserables del pobrismo, según el cual no se debe utilizar elementos litúrgicos de gran valor, porque ese dinero debería dárselo a los pobres. El argumento pobrista, falso y sin justificación, se basa en el criterio falsario, erróneo y delincuencial de Judas Iscariote y en este Evangelio Jesús lo deja al descubierto.

    Otro elemento a considerar en este Evangelio es que el perfume de nardos representa la gracia santificante que brota del Corazón traspasado de Jesús; el perfume exquisito de nardo representa "el buen perfume de Jesús", del que habla la Escritura y es la gracia santificante, que al ingresar al alma por medio de los Sacramentos, la colma con la vida divina trinitaria, vida divina simbolizada en la fragancia exquisita del perfume de nardos. No caigamos entonces en las falsedades del pobrismo pseudo-evangélico, que hace del pobre el centro del Evangelio, desplazando al Hombre-Dios Jesucristo, porque si eso hacemos estaremos siguiendo los siniestros pasos de Judas Iscariote, que conducen al abismo de la perdición.

Imitemos más bien a María Magdalena y como María Magdalena, postrémonos a los pies de Jesús Eucaristía y con el corazón perfumado por la gracia de Jesucristo, lo adoremos en espíritu y en verdad.

sábado, 27 de marzo de 2021

Lunes Santo

 



(Ciclo B – 2021)

         “Déjala, lo tenía guardado para el día de mi sepultura” (Jn 12, 1-11). Estando Jesús en casa de sus amigos en Betania, María, hermana de Marta y Lázaro, derrama un costoso perfume de nardos en la cabeza de Jesús, unge sus cabellos y luego unge sus pies. El acto de María es premonitorio de la pronta muerte de Jesús, ya que era costumbre de los judíos derramar perfume sobre aquellos que acababan de fallecer. Justificando la acción de María, Jesús responde a Judas Iscariote –quien se preocupaba falsamente de los pobres, porque solo quería robar-, diciéndole: “Déjala, lo tenía guardado para el día de mi sepultura”. Un comentario aparte merece el pobrismo falso de Judas Iscariote: finge preocuparse por los pobres, pero en realidad lo que quiere es robar el dinero que los discípulos tienen en común; esta conducta delictiva de Judas será, en adelante, el modelo perfecto para los políticos populistas, quienes, como Judas Iscariote, fingen preocuparse por los pobres, pero lo que hacen es utilizar a los pobres para sus fines electorales y para robarles lo que les corresponde.

         Ahora bien, dejando de lado la figura del traidor pobrista Judas Iscariote, reflexionemos acerca del gesto de María. Como el mismo Jesús lo dice, es un anticipo premonitorio de su Muerte, que ocurrirá en la Cruz, para la salvación del mundo: lo que ha hecho María es anticipar, por designio divino, el rito fúnebre con el que honrarán el Cuerpo muerto de Jesús el Viernes Santo, tal como solían hacer los hebreos en sus ritos fúnebres. Movida por el Espíritu Santo, María derrama perfume exquisito sobre Jesús, en acción de gracias por el sacrificio expiatorio que hará Jesús el Viernes Santo y por el cual nos abrirá las puertas del Reino de los cielos.

         Pero hay otro elemento en el que podemos reflexionar y es la simbología presente en la escena evangélica: María representa al alma pecadora que ha sido perdonada por Jesús y que se postra en adoración y acción de gracias por la Divina Misericordia del Sagrado Corazón; el perfume de nardos, de muy alto precio y que inunda la casa de un perfume exquisito, significa la gracia santificante de Jesús, que obtenida al precio altísimo de la Sangre Preciosísima del Cordero sacrificado en la Cruz, inunda al alma con el “suave olor a Cristo”, con el perfume exquisito de la vida divina.

         “Déjala, lo tenía guardado para el día de mi sepultura”. El sentido de nuestra vida terrena es el de unirnos a Cristo por la gracia y morir con Él en la Cruz, para así morir al hombre viejo, el hombre dominado por el pecado, las pasiones y el Demonio y así renacer a la vida nueva de la vida la gracia, la vida de los hijos de Dios, hijos de Dios que, por la gracia, poseen el exquisito “olor a Cristo”.

lunes, 15 de abril de 2019

Lunes Santo



María unge los pies de Jesús con perfume de nardo, símbolo de la gracia.

(Ciclo C – 2019)

          “María ungió los pies de Jesús con perfume de nardo puro la casa se impregnó con el perfume” (Jn 12, 1-11). Seis días antes de la Pascua, Jesús acude a casa de sus amigos, los hermanos Marta, María y Lázaro. Estando allí, María Magdalena realiza un gesto que escandaliza a Judas Iscariote: rompe un frasco de perfume de nardo puro, de mucho precio, y unge con él los pies de Jesús. Judas Iscariote se escandaliza falsamente, porque aparenta preocuparse por los pobres: ese perfume caro podría haberse vendido y dado el dinero a los pobres y no derramarlo en los pies de Jesús. Pero como dice el Evangelio, el escándalo de Judas es falso porque en realidad era ladrón y lo que quería era sí vender el perfume, pero para quedarse él con el dinero.
          Jesús no sólo no reprocha el acto de María Magdalena, sino que lo aprueba: “Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tendréis siempre con vosotros, pero a Mí no me tendrán siempre”. Con esta declaración, Jesús profetizaba su Pasión y muerte, al tiempo que les recordaba que la caridad para con los pobres la podrían hacer en cualquier momento.
          La acción de María Magdalena, de ungir los pies de Jesús con perfume de nardo, un perfume de mucho precio, tiene otro significado, además de anticipar la Pasión y Muerte del Redentor. El perfume es figura de la gracia; por lo tanto, simboliza la gracia que recibirá la humanidad con la muerte de Jesús. Con su muerte en cruz, Jesús conseguirá para la humanidad la gracia santificante, que brotando de su Corazón traspasado, se derramará sobre todas las almas, para quitar el pecado y para santificar las almas, convirtiéndolas en hijas adoptivas de Dios y en templos del Espíritu Santo. El hecho de que el aroma del perfume impregne “toda la casa” significa que la gracia santificante que infundirá Jesús luego de su muerte y resurrección abarcará toda el alma -simbolizada en la casa-, impregnándola con su perfume santo desde la raíz del ser, abarcando su ser y sus potencias, el intelecto, la voluntad, la memoria.
“María ungió los pies de Jesús con perfume de nardo puro la casa se impregnó con el perfume”. El perfume de la gracia que inunda la humanidad de Jesús, cuerpo y alma, en el momento de la Encarnación, simbolizado en el perfume de nardo con el que María Magdalena unge sus pies, se esparce luego “sobre la casa”, es decir, sobre el alma, al comunicarse por medio de los sacramentos. Cada vez que recibimos los sacramentos, nuestras almas quedan perfumadas con un perfume infinitamente más exquisito y valioso que el perfume de nardo, porque recibimos la gracia santificante que brota del Corazón traspasado de Jesús.

lunes, 10 de abril de 2017

Lunes Santo


(Ciclo A – 2017)

         “Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura” (Jn 12, 1-11). Jesús entra en casa de sus amigos Lázaro, Marta y María en Betania. Una vez sentado a la mesa, María –muchos dicen que no era la hermana de Marta y Lázaro, sino María Magdalena- se acerca a Él, se arrodilla, rompe el frasco de un perfume sumamente caro –“de nardo puro, de mucho precio”-, unge los pies de Jesús y los seca con sus cabellos. La cantidad de perfume derramado y la intensa fragancia que desprende, provocan que “la casa se llene” del aroma del perfume. Ante este gesto, Judas Iscariote, el traidor –“el que lo iba a entregar”-, se escandaliza falsamente, reprochándole a Jesús por el supuesto derroche que significaba haber derramado el perfume en sus pies, en vez de haber sido vendido para donarlo a los pobres. Jesús, lejos de darle la razón a Judas Iscariote, aprueba la acción de María, al mismo tiempo que niega rotundamente la pretendida falsa caridad de Judas, que prefería a los pobres antes que a Él, aunque en realidad tampoco le interesaban los pobres, sino que deseaba robar el dinero: “"Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre”.
Con su respuesta a Judas Iscariote, Jesús da a entender que Él conoce el destino que le espera, su muerte en cruz, y que lo que ha hecho María es anticipar, proféticamente, su muerte. Jesús demuestra así, por un lado, la radical falsedad de la Teología de la Liberación, que haciendo centro en los pobres, pretende que el servicio a los pobres está por encima de la adoración y el culto debido a Dios. El perfume usado por María, de un costo muy alto, podría haberse usado para los pobres, argumenta Judas Iscariote, pero Jesús no le da la razón; por el contrario, aprueba lo obrado por María y la razón es que Dios está por encima de los hombres. En el culto dado a Dios, no se deben escatimar gastos; todavía más, si hubiera dinero para comprar un cáliz de oro, no debería dudarse un instante, pues el cáliz está destinado a recibir la Sangre Preciosísima del Cordero de Dios. ¿Y los pobres? Por supuesto que la Iglesia no dejará de atenderlos en sus necesidades materiales, pero la tarea de la Iglesia no es terminar con la pobreza en el mundo –“a los pobres los tendréis siempre entre vosotros”, dice Jesús-, sino anunciar que el Reino de Dios está cerca y que Jesús Eucaristía es el Rey de ese Reino, que ya está en la tierra, en cada sagrario, y que desea reinar en los corazones de los hombres. Como una tarea anexa, es decir, subordinada, a su misión central de anunciar el Reino de Dios traído por Jesucristo, la Iglesia se ocupa de los pobres, sí, pero consciente de que su misión central no es la terminar con la pobreza, sino de la considerar a los pobres como destinatarios prioritarios, tanto en el aspecto material, como en el espiritual, dando prioridad al aspecto espiritual.

“Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura”. El perfume es símbolo de la gracia, que impregna al alma con el “buen olor de Cristo” (cfr. 2 Cor 2, 15); puesto que nosotros no tenemos una libra de nardo puro para ungir los pies de Jesús en la cruz, pero sí podemos ungir nuestras almas con el perfume santo de la gracia, acerquémonos así perfumados y, postrándonos a los pies de Jesús, en la cruz y en la Eucaristía, a imitación de María Magdalena, tributémosle el humilde homenaje de nuestro amor y de nuestra adoración.

lunes, 21 de marzo de 2016

Lunes Santo


María unge los pies de Jesús con un perfume de nardo puro.

         Seis días antes de la Pascua y de su Pasión, Jesús acude a casa de sus amigos María, Marta y Lázaro (cfr. Jn 12, 1-11). Una vez allí, María realiza un gesto cuyo significado sobrenatural lo dará Jesús: rompe un frasco de “perfume de nardo puro, de mucho precio” y unge con él los pies de Jesús. Judas Iscariote se escandaliza falsamente, argumentando que debía haberse vendido el perfume para dar el dinero a los pobres, pero su escándalo es falso y su intención también, ya que según el Evangelio, lo que pretendía no era la atención de los pobres, sino el dinero: “porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella”. Lejos de reprochar el gesto de María, Jesús lo aprueba, al tiempo que revela su significado sobrenatural: al ungir sus pies con perfume, María anticipa la unción con bálsamos que según la usanza judía, recibirá su Cuerpo cuando ya muerto, descanse en el sepulcro luego de su Pasión. En efecto, Jesús le contesta personalmente a Judas Iscariote: “Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura”. La falsa solicitud de Judas Iscariote queda al descubierto por el mismo Jesús, quien no solo no reprocha a María el haber gastado un perfume tan costoso, sino que justifica su gasto, aprobando el gesto que anticipa y revela, aunque veladamente, su muerte en cruz. Aun siendo costoso, el perfume de nardo puro derramado por María no es, de ninguna manera, un derroche o una falta contra la pobreza cristiana, porque es utilizado en Jesucristo, para anunciar una verdad de su misterio pascual. Análogamente, no vale entonces el argumento de que lo que es costoso no debe usarse en la Iglesia –por ejemplo, ornamentos litúrgicos, cálices, copones, etc.-, desde el momento en que Aquel a quien se homenajea no es un hombre, sino Dios encarnado, Jesucristo.

Pero además de anunciar la inminente muerte de Jesús y de honrar anticipadamente esta muerte salvífica, el perfume de nardo, costoso y exquisito, tiene otro significado: es símbolo del “buen olor de Jesús” (2 Cor 2, 15), su gracia santificante, con la cual es ungida el alma muerta por el pecado -y por lo tanto en estado de descomposición espiritual-, para recibir la participación en la vida divina. Y así como, luego de derramar María el perfume sobre Jesús “la casa se llenó del perfume”, así la “casa del hombre”, su alma, cuando recibe en ella al Hijo de Dios, se llena del perfume de la gracia santificante. Es decir, Jesús inicia la Semana Santa, semana en la que morirá de muerte cruel en la cruz para que nuestra casa -nuestra alma- no solo no posea el hedor del pecado, sino que se “llene del perfume de su gracia”, conseguida al precio de su Vida entregada en el sacrificio del Calvario.

lunes, 30 de marzo de 2015

Lunes Santo


(2015)
(Jn 12, 1-11). “Seis días antes de la pascua”, Jesús va a Betania, a casa de sus amigos Marta, María y Lázaro. Mientras “Marta servía” y Jesús se preparaba para la cena, con Lázaro como uno de sus comensales, María Magdalena, tomando “una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio”, unge los pies de Jesús y los seca con sus cabellos. La fragancia del perfume “invadió la casa”, relata el Evangelio. El hecho central reside, precisamente, en la unción de los pies de Jesús con el perfume de nardos, que era “muy costoso”, como lo remarca el Evangelio. Esto provoca el falso escándalo de Judas Iscariote, quien protesta argumentando que, en vez de haber gastado el perfume para ungir los pies de Jesús, se lo podría haber vendido para dar el dinero a los pobres. Por un lado, el escándalo de Judas Iscariote es falso porque, como dice el Evangelio, lo que quería era apropiarse del dinero, porque “era ladrón”. Por otro lado, sin embargo, aún si Judas Iscariote no hubiera intervenido con su falso escándalo, el uso del perfume por parte de María Magdalena para ungir los pies de Jesús está plenamente justificado, debido a que Jesús es el Hombre-Dios y lo que se haga en su honor, no se puede medir en costos económicos y, todavía más, todo lo que se haga en su honor, siempre será poco. Es verdad que la Iglesia y el cristiano deben ser misericordiosos para con los más necesitados, pero el deber primario y la función principal y esencial de la Iglesia es la de adorar a Dios y es por eso que la adoración de María Magdalena, realizada por medio de la unción de los pies de Jesús con el costoso perfume, no es, ni por mucho, un gasto inútil, sino un acto de amor debido que la Iglesia tributa al Hombre-Dios. Si se hubiera hecho lo opuesto -es decir, lo que pretendía Judas Iscariote, vender el perfume y dar el dinero a los pobres-, eso sí habría sido un gesto indebido, porque, como dice Jesús “a los pobres los tendréis siempre entre vosotros, pero a Mí no me tendréis siempre”, con lo cual está queriendo decir que la Iglesia siempre tendrá ocasión de ocuparse de los pobres, porque siempre habrá pobreza en el mundo, pero al mismo tiempo, está diciendo que la adoración a Él, en cuanto Hombre-Dios, tiene precedencia por sobre la atención al prójimo, lo cual a su vez es acorde al orden establecido en el Primer Mandamiento: “Amarás a Dios y al prójimo”, es decir, en la Ley de Dios lo primero es el amor a Dios y luego, en Dios, el amor al prójimo. En otras palabras, lejos de haber hecho un gasto inútil, María Magdalena, al derramar un costoso perfume y ungir con él los pies de Jesús, realiza el gesto de amor que la Iglesia debe tributar a Dios, que “es Amor”, porque siendo Dios Amor en sí mismo, no puede recibir otro tributo que no sea el del amor y la adoración, y mucho más, cuanto que este Dios, luego de declarar “amigos” a los hombres, está a punto de ofrendar su vida en la cruz, como suprema muestra de amor –“nadie tiene más amor que el que da la vida por los amigos-, para la salvación de la humanidad.
Ahora bien, la unción con el perfume, además de ser un gesto profético que anuncia la muerte de Jesús, como Él mismo lo anuncia, es una prefiguración del fruto de la muerte de Jesús, porque el perfume que unge la humanidad viva de Jesús, simboliza la gracia santificante, que concederá la vida divina a los hombres muertos por el pecado, y la fragancia exquisita que inunda la casa, simboliza “el buen olor” de Cristo que exhala el alma en gracia y el alma que vivirá en la gloria de la resurrección, libre ya de la pestilencia y de la corrupción del pecado y de la muerte.

Como la Magdalena, postrémonos en acción de gracias ante el Cordero de Dios, que dio su vida por amor a nosotros en la cruz y le tributemos el honor de la adoración y del amor debidos, con la oración y la misericordia.