martes, 22 de noviembre de 2022

Adviento, tiempo de gracia para el encuentro personal con Cristo Jesús

 


(Domingo I - TA - Adviento - Ciclo A - 2022 – 2023)

          El Adviento, que tiene una duración aproximada de cuatro semanas, es un período de preparación espiritual para dos eventos: en las dos primeras semanas, la Segunda Venida de Jesús, y en las dos últimas semanas[1], de preparación para la conmemoración y participación de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo.

Etimológicamente, la palabra adviento proviene del latín adventus, que significa “llegada” o “venida”; de manera que en este período litúrgico se hace referencia a las dos Llegadas o Venidas de Nuestro Señor Jesucristo: la Primera Venida, en Belén y la Segunda Venida en la gloria[2], en el Día del Juicio Final.

Entonces, debido a su significado, el Adviento es una época o momento de gracia para la Iglesia Católica, en la cual la característica principal es la preparación espiritual para el encuentro personal con Cristo, ya sea en su Segunda Venida en la gloria o bien en la participación del misterio de la Primera Venida en Belén.

¿Cómo vivir espiritualmente el Adviento?

Lo primero a tener en cuenta es que es preparación para un encuentro personal con Cristo Dios, por lo cual, conviene tener en la mente y en el corazón la parábola del siervo que espera a su señor, el cual habrá de regresar en la hora menos pensada. Nuestra actitud espiritual en Adviento debe ser la del siervo que espera a su señor con la túnica ceñida -señal de actividad espiritual, de oración y de obras de misericordia- y con la lámpara encendida -la lámpara es símbolo de la fe, la luz, alimentada con el aceite de la gracia santificante-; esto quiere decir que debemos hacer oración -principalmente el Santo Rosario y la Adoración Eucarística-, frecuentar los Sacramentos -sobre todo la Confesión Sacramental y la Sagrada Eucaristía- y obrar obras de misericordia. De esta manera, seremos como el siervo de la parábola, que espera atento y vigilante la llegada de su señor, es decir, estaremos preparados para la Segunda Venida del Señor en la gloria. Esta es la forma de vivir el Adviento en su primera parte, las dos primeras semanas.

Para las dos últimas semanas del Adviento, la Iglesia nos recomienda prepararnos para la conmemoración y participación del Nacimiento del Señor, mediante el ayuno, la penitencia, las obras de misericordia, la observancia de los Diez Mandamientos y el vivir en estado de gracia. Para esto, debemos tener en cuenta lo siguiente: no se trata solo de una simple conmemoración o recuerdo del Nacimiento de Nuestro Señor, sino que se trata de una “participación” misteriosa en ese Nacimiento, a través del misterio de la liturgia eucarística de la Santa Misa, porque si bien la Santa Misa es la renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz en el Calvario, en la Santa Misa también se hacen presentes las otras etapas de la Vida de Nuestro Señor Jesucristo, como la Encarnación y su Nacimiento por obra del Espíritu Santo. En otras palabras, por medio de la Santa Misa, nos hacemos presentes, misteriosamente, en el momento mismo del Nacimiento de Nuestro Señor en una humilde gruta de Belén, de ahí la importancia de la asistencia a la Santa Misa y de ahí el hecho de que, sin la Santa Misa de Nochebuena, la Navidad no tiene sentido. Solo por la participación en la Santa Misa de Nochebuena, no solo recordamos el Nacimiento de Nuestro Señor, sino que nos hacemos misteriosamente presentes en el momento en el que Nuestro Señora Jesucristo nacía, milagrosa y virginalmente, en la gruta de Belén.

 

 

 

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