miércoles, 23 de julio de 2025

El Padrenuestro se vive en la Santa Misa


 

(Domingo XVII - TO - Ciclo C - 2025)

“Señor, enséñanos a rezar…” (Lc 11, 1-13). Los discípulos le piden a Jesús que les enseñe a rezar y Jesús les enseña el Padrenuestro, con lo cual, esta oración se convierte en una oración muy particular, por un doble motivo: por ser precisamente una oración enseñada por el mismo Señor Jesucristo en Persona y por tener una característica que no la tiene ninguna otra oración y esta característica es que, si bien es una oración que puede ser recitada en cualquier momento, tiene la particularidad de que es una oración que se vive, se actualiza, en la Santa Misa. En otras palabras, el Padrenuestro no solo se recita, sino que se actualiza, se hace realidad, se hace vida, en cada Santa Misa. Veamos de qué manera el Padrenuestro se vive en la Santa Misa, analizando cada una de sus oraciones.

“Padre nuestro, que estás en el cielo”: en el Padrenuestro nos dirigimos, con la mente y el corazón, a Dios, nuestro Padre, que está en el cielo; en la Santa Misa, mucho más que nosotros dirigirnos a Dios, que está en el cielo, es Dios Quien, por la liturgia eucarística, viene a nosotros, porque en la Santa Misa el altar material desaparece y se convierte en el majestuoso cielo eterno en donde reside la divina majestad.

“Santificado sea tu Nombre”: en el Padrenuestro pedimos que el Nombre de Dios sea santificado; en la Santa Misa, el Nombre Tres veces Santo de Dios es santificado por Dios Hijo en Persona, el cual glorifica a Dios por medio de su Sacrificio en cruz, renovado incruenta y sacramentalmente en el altar eucarístico.

“Venga a nosotros tu Reino”: en el Padrenuestro pedimos que el Reino de Dios venga a nosotros; por la Santa Misa, esta petición se hace realidad, porque mucho más que venir a nosotros el Reino de Dios, por la liturgia eucarística viene el Rey del Reino de Dios, Cristo Jesús en la Eucaristía.

“Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”: en el Padrenuestro pedimos que la voluntad de Dios se cumpla; en la Santa Misa, esta petición se hace realidad, porque la voluntad de Dios es que todos los hombres se salven y Quien cumple esta voluntad divina es el Cordero de Dios, Jesucristo, al entregar su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad en la Sagrada Eucaristía, para la salvación de todos los hombres.

“Danos hoy nuestro pan de cada día”: en el Padrenuestro pedimos a Dios que nos asista con su Divina Providencia, para que no nos falte el alimento cotidiano; en la Santa Misa, esta petición se hace realidad y de una manera tal que supera todo lo que podemos siquiera imaginar, porque Dios no solo nos concede el sustento material, es decir, el alimento del cuerpo, sino que nos concede algo que no podríamos jamás ni siquiera imaginar si no fuera revelado y es que por la Santa Misa Dios nos concede el sustento del espíritu, aquello que alimenta nuestra alma con la substancia divina trinitaria, el Verdadero Maná bajado del cielo, el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, la Sagrada Eucaristía.

“Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”: en el Padrenuestro pedimos a Dios que perdone nuestros pecados y al mismo tiempo hacemos el propósito de perdonar a quien nos haya cometido algún mal; en la Santa Misa, todo esto se hace realidad por Jesucristo, porque Dios nos perdona nuestros innumerables pecados gracias a la Sangre de Jesús, derramada en el Calvario y recogida en el Cáliz del altar y así se cumple la primera parte de la oración; pero además de esto, Jesucristo nos concede la fuerza de su Amor, la Sangre de su Sagrado Corazón, para que nosotros seamos capaces de perdonar a quien nos ofende, con el mismo perdón y el mismo Amor con el cual Cristo nos perdona y nos ama desde la Cruz y desde el Altar eucarístico.

“No nos dejes caer en la tentación”: en la Santa Misa pedimos a Dios la fuerza para no caer en la tentación; en la Santa Misa, esta petición se cumple con creces, porque no solo recibimos la gracia santificante, que nos da la fuerza necesaria para no ceder ante ninguna tentación, por fuerte que esta pueda ser, sino que además, al recibir la Sangre de Cristo, recibimos al mismo tiempo la gracia de participar de su vida trinitaria y de sus virtudes divinas, lo cual es infinitamente más grandioso que solamente no caer en la tentación.

“Y líbranos del mal”: en el Padrenuestro pedimos a Dios que nos libre del mal y esta petición se cumple con creces en la Santa Misa, porque Jesús por la Misa nos libra de un triple mal: del mal en persona, que es Satanás; del mal del alma, que es el pecado y del mal de la inteligencia, que es el error y la ignorancia, que conducen a la herejía y a la apostasía. Por este motivo, la petición que hacemos a Dios en el Padrenuestro, de que nos “libre del mal”, se cumple sobradamente, porque como dijimos, Jesús no solo nos libra del mal personificado, que es Satanás, el Demonio, el Ángel caído, porque Jesucristo derrota para siempre al Demonio en la Cruz y renueva este triunfo sobre el Demonio en cada Santa Misa, sino que nos concede su Bondad Infinita y Eterna, el Amor de su Sagrado Corazón que late en la Eucaristía. Pero además de librarnos del mal en persona, que es el Ángel caído, Jesús nos libra del mal que es el pecado, el mal raíz de todos los males, porque por el pecado se nos quita la gracia y el alma se ve envuelta en las tinieblas de la negación voluntaria de Dios, que es el pecado; Jesús nos libra también del mal que es el error, la ignorancia y la herejía, porque Él es la Sabiduría Divina, la Sabiduría del Padre, que se carne en Jesús de Nazareth y prolonga esta encarnación en la Eucaristía, colmándonos de la luz de su sabiduría divina cada vez que lo recibimos en gracia, con fe y con amor en la Sagrada Eucaristía.

          Por todo esto, vemos entonces cómo el Padrenuestro es una oración que se vive, se actualiza, en la Santa Misa, en cada Santa Misa y es esta la principal enseñanza que nos deja Jesús en el Evangelio de hoy. Pero el Evangelio de hoy también se refiere a otros aspectos de la oración, como por ejemplo, el hecho de que, siendo Dios infinitamente bueno, solo obtendremos de Él cosas buenas, ya que es imposible que nos dé cosas malas y para que nos demos una idea de esto, Jesús hace la comparación de un hombre que está acostado con sus hijos y que es importunado por un amigo a altas horas de la noche, pidiéndole pan; solo para que no lo importune, le dará el pan, significando a Dios Padre que nos da el Pan de Vida eterna, la Sagrada Eucaristía; el otro ejemplo es el de un padre que no da cosas malas a sus hijos: mucho menos Dios, que es infinitamente bueno, y en el que no hay la más mínima sombra de maldad, no solo no dará cosas malas a nosotros, sus hijos, sino que nos dará algo que ni siquiera podemos imaginar, nos dará el Amor de su Corazón Divino, el Amor de Dios, el Espíritu Santo. Pidamos a Dios, por medio de la Santa Misa, por medio del Sacrificio del Cordero, por medio del Padrenuestro, que venga a los corazones de los hombres de todo el mundo, el Amor de la Trinidad, el Amor de Dios, el Espíritu Santo.


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