viernes, 16 de diciembre de 2011

El más pequeño es el más grande



Parecería o un juego de palabras o un contrasentido, pero en realidad, en el reino de los cielos, el más grande es el que sea más pequeño en esta  tierra. La grandeza en el cielo se obtiene siendo pequeños aquí en la tierra, lo cual es contrario a lo que sucede en la tierra: en la tierra, son más grandes quienes son más grandes, no quienes son más pequeños. Surge entonces la pregunta del porqué de la respuesta de Jesús, y de qué grandeza y de qué pequeñez se trata.
Jesús se refiere a algo que orienta a la vida eterna, por lo que no se trata de pequeñez o de grandeza según los términos y conceptos humanos.
Se trata de una pequeñez que busca imitar la grandeza infinita del ser divino, que se hizo pequeño, se hizo hombre, asumiendo una naturaleza humana, sin dejar de ser lo que es, Dios infinitamente grande y omnipotente; se trata de imitar la grandeza infinita de Dios Hijo, que se hizo Niño en Belén, débil y pequeño, nacido en el tiempo, sin abandonar su ser eterno y grandioso, que dona a los hombres de su propia eternidad y grandiosidad -Santa Teresita del Niño Jesús decía que Dios se había hecho débil y pequeño por amor a ella para darle de su propia fortaleza[1]-; se trata de imitar la grandeza infinita del Hombre-Dios, que sin abandonar su omnipotencia, se hizo pequeño y débil frente a los hombres, permitiendo su crucifixión; se trata de imitar la grandeza infinita del Hombre-Dios resucitado, que sin abandonar su grandeza infinita y su gloria eterna, se aparece ante los suyos, en la asamblea eucarística, sobre el altar, revestido de la pequeñez de la apariencia de pan y vino.


[1] Cfr. www.catholic.net, sección “Santoral”, Teresa de Jesús.

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