“Proclamen
que el Reino de los Cielos está cerca” (Mt
10, 1-7). Luego de nombrar a sus Apóstoles, Columnas de su Iglesia, y de darles
“poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o
dolencia”, el Hombre-Dios Jesucristo les encomienda la misión principal, la
esencia de la tarea evangelizadora de la Iglesia Católica: anunciar que “el
Reino de los cielos está cerca”. La expulsión de demonios y la curación de
enfermedades, son sólo prolegómenos del anuncio central: Jesús no ha venido
para hacer exorcismos, ni para quitar la enfermedad de la faz de la tierra: ha
venido a traer la vida nueva del Reino de los cielos, que es la vida de la
gracia, que siendo la participación en la vida trinitaria divina, es el
anticipo, ya en la tierra, del Reino de los cielos en la eternidad. Vivir en
gracia, es decir, vivir con la Santísima Trinidad inhabitando en el corazón del
justo por la gracia, es ya vivir, en anticipo, en el tiempo y en la tierra, el
Reino de los cielos que el cristiano, por la misericordia de Dios, desea vivir
en la eternidad.
Jesús
ha venido para “destruir las obras del Demonio” (cfr. 1 Jn 3, 8), para sanar a los enfermos, pero ante todo y
principalmente, ha venido para traer la vida nueva de la gracia, que es el
anticipo de la vida de la gloria que pertenece al Reino de Dios, y quien no
reciba esta gracia, es decir, “quien no crea en el Hombre-Dios y no se bautice,
no se salvará” (Mc 16, 15), no
entrará en el Reino de los cielos. Éste es el anuncio central que debe hacer la
Iglesia Católica en su misión a los gentiles. Anunciar otra cosa distinta, es
obra del Anticristo.
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