“Los
discípulos no comprendían (…) discutían sobre quién era el más grande” (cfr. Mc 9, 30-37). Mientras Jesús les
anticipa proféticamente y les revela el más grande misterio sobrenatural de la
humanidad, esto es, su misterio pascual de muerte y resurrección, los
discípulos dan muestra de no estar a la altura de los acontecimientos: no solo “no
comprenden” lo que Jesús les está diciendo, sino que además “discuten entre
ellos acerca de quién sería el más grande”. La actitud de los discípulos
refleja cuál es la actitud de muchos cristianos dentro de la Iglesia y de la
Iglesia de todos los tiempos, puesto que se da desde el estado embrionario de
la Iglesia Apostólica: muchos cristianos están en la Iglesia, pero “no
comprenden” el misterio pascual de Jesucristo, además de “discutir acerca de
quién es el más grande”. Es decir, muchos cristianos están en la Iglesia, pero
sus categorías existenciales y espirituales son literalmente mundanas: por un
lado, al no comprender la sobrenaturalidad del misterio de la gracia que
concede la filiación divina, rebajan el misterio de la Iglesia al reducido
alcance de la razón humana, convirtiendo al catolicismo en un humanismo
cristiano; por otro lado, y como consecuencia natural de la radical
incomprensión del misterio pascual del Hombre-Dios Jesucristo, ambicionan
puestos de poder dentro de la Iglesia, como si la Iglesia Militante fuera un
espacio político o una organización no gubernamental que concede dinero, prestigio
y poder a quienes más encumbrados están en el poder.
“El
Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres
días después de su muerte, resucitará (…) Pero los discípulos no comprendían
esto (…) discutían sobre quién era el más grande”. La fe sobrenatural en el
misterio pascual de Jesucristo es un don que viene de lo alto; no es una
consecuencia de una deducción lógica de nuestro razonamiento y por eso debe ser
pedida insistentemente y no creer que por estar bautizados y por hacer
determinadas prácticas devocionales “lo sabemos todo”. Si esto hiciéramos,
caeríamos en el mismo error de los discípulos: rebajar el catolicismo a un
humanismo cristiano y buscar puestos de poder en la Iglesia, reducida a un
espacio mundano de poder, dinero y prestigio mundano.
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