(Ciclo C – 2025)
«Y yo te digo: Tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18). Jesucristo, el Hombre-Dios,
atribuyéndose a sí mismo y ejerciendo poderes divinos, establece personalmente
una institución propia y característica de la Iglesia Católica, el Papado. La razón
de esta institución es que el Cordero de Dios desea dejar, poco antes de ser
inmolado en el altar de la cruz, un signo visible de su presencia en su
Iglesia. Antes de cumplir su Pasión y ascender al cielo, Jesucristo desea
entregar a su Iglesia el signo visible de su singularidad y universalidad, un
signo que garantiza que su Iglesia será guiada en su nombre y con su Espíritu,
hasta el fin de los tiempos, y este signo es la institución del Papado.
Al nombrar a Pedro como Papa,
es decir, como Vicario suyo, Jesús funda su Iglesia sobre Pedro, dotándola al
mismo tiempo de un líder supremo que no solo actuará en su nombre, sino que el papado representará la unidad de la Iglesia -el
que está con el Papa está con la Iglesia y la continuidad de la tradición
apostólica -quien está unido al Papa está unido a los Apóstoles, de quien el
Papa es Sucesor y Cabeza-, además de ser un símbolo de fe -la fe católica que
profesa el Papa es la fe de Pedro, la fe de la Iglesia de todos los tiempos. La Iglesia del Hombre-Dios
será, por tanto, una sociedad religiosa fundada por Él y guiada por su Vicario,
el Papa, al cual lo hará poseedor de un poder sobrehumano que deriva de la
Persona divina de Jesús.
Ahora bien, debemos hacer la
siguiente consideración: si nos basamos únicamente en este hecho, si observamos
externamente a la Iglesia de Jesucristo, la Iglesia Católica Apostólica Romana,
guiada y gobernada por una cabeza suprema, el Vicario de Cristo, podemos creer
que esta sociedad es como cualquier otra sociedad humana, gobernada y guiada
por una cabeza suprema, un presidente, como sucede en un reino o en una
democracia. Cabría pensar que la Iglesia Católica Romana es, en efecto, una
sociedad humana religiosa con una importante labor social y filantrópica, compuesta
por hombres y mujeres misericordiosos que alaban a Dios y son gobernados por un
presidente, incluso más misericordioso que ellos. De esta manera, la Iglesia
Católica solo sería una sociedad humana religiosa con importantes tareas
sociales, morales y religiosas, buena y misericordiosa, digna de alabanza;
sería como una especie de Organización No Gubernamental religiosa y filantrópica,
extendida por todo el planeta, pero ya no sería un misterio sobrenatural, ya no
sería la Esposa mística del Cordero, ya no sería el Cuerpo Místico de
Jesucristo, el Dios-Hombre, ni el Papado sería su fundamento ni el signo
visible de su unidad.
La Iglesia Católica, en cambio,
se asemeja solo externa y superficialmente a las sociedades humanas de
gobierno, porque ella —y el Papado que la gobierna— se funda en el misterio de
Cristo, el Dios-Hombre, esto quiere decir que sin Jesucristo como Segunda
Persona de la Trinidad encarnada, no se explica la Iglesia Católica. En una
sociedad humana, quien gobierna o guía, la cabeza o presidente, es solo un
representante del interés común de los ciudadanos, pero nunca es el fundamento
de la sociedad, ni esta se establece sobre la base de esta cabeza de gobierno,
ni esta la construye por sí misma. En cambio, en la sociedad sobrenatural de
los hijos de Dios, en el Cuerpo Místico de Cristo, quien la gobierna, el Papa,
es el fundamento de la unidad en la fe y en la Tradición Apostólica: es sobre
él, sobre el Papa, sobre quien la Iglesia se funda y se establece; la Iglesia,
fundada por Jesucristo sobre Pedro, no es una ONG cuyo fin es el luchar contra
la pobreza en el mundo: es en el Papa en quien la Iglesia se revela
visiblemente como una y universal, cuya tarea propia, exclusiva y esencial es
la de salvar almas del Infierno para conducirlas al Reino de Dios.
“Tú eres Pedro, y sobre esta
roca edificaré mi Iglesia”. El Papa no solo representa el interés común de la
sociedad religiosa, como sucede en las sociedades humanas; no solo es la Cabeza
suprema del Cuerpo, ni es la parte más importante y eminente de estas: es su
fundamento, su piedra angular y su base, de tal manera que el Cuerpo Místico,
la Iglesia, sin la Cabeza, el Papa, no sería el Cuerpo Místico de Cristo, no
sería la Iglesia. La Iglesia sin el Papa sería como un cuerpo muerto, sin alma,
como una planta sin raíz, como una rama sin vid. Esto se debe a que la Iglesia
se funda en el Papa, como el Papa se funda en el misterio de Cristo y su
Espíritu, y de ellos recibe, a través del Papa, su vida divina. Cristo y su
Espíritu vivifican y edifican la Iglesia, y lo hacen a través del Papa; el Papa
actúa como un punto de apoyo visible y concreto a través del cual la Iglesia de
Jesús no solo se funda, sino que se construye cada día con su Espíritu Santo.
La Iglesia es edificada por el Papa sobre todo en la Misa, porque, siendo la
Misa el sacrificio del Cuerpo de Cristo, mediante el cual Cristo da a su
Iglesia el Espíritu Santo que la construye como su santo Templo, el Papa, en la
Misa, personificando de alguna manera a toda la Iglesia, obra en su nombre y en
sí mismo, como sacerdote visible, y la construye como un templo vivo y visible
en el que habita Dios. En cada Misa, el Papa, junto con los sacerdotes,
construye la Iglesia, pues deposita en su regazo el glorioso Cuerpo de Cristo,
la Eucaristía, que contiene el Espíritu de vida divina. Al celebrar la
Eucaristía, el Papa deposita en el regazo de la Iglesia a Cristo glorioso,
quien infunde su Espíritu Santo y la construye como templo santo del Dios
Trino.
Por el hecho de ser la Iglesia
nacida de Cristo y su Espíritu, y por el hecho de ser el Papa fundado en
Cristo, el Papa es el fundamento que construye la Iglesia como lo que es: una,
santa, católica y apostólica. Pero este rol o papel decisivo y fundamental en
la estructuración de la Iglesia Católica bajo el mandato jerárquico y visible
del Santo Padre, no debe hacer perder de vista lo siguiente: el Papa no es Dios,
lo cual quiere decir que no todo lo que el Papa diga es correcto, por el solo
hecho de que “lo dice el Papa”; el Papa no es un monarca absoluto, cuya
voluntad es ley, tal como lo afirma el Papa Benedicto XVI; el Papa, en cuanto
hombre, es un ser frágil como todo hombre, que necesita de la conversión y de
la purificación diarias, como todos nosotros. Así se expresaba el Papa
Benedicto XVI: “Aquel que es
titular del ministerio petrino debe tener conciencia de que es un hombre frágil
y débil, como son frágiles y débiles sus fuerzas, y necesita constantemente
purificación y conversión, pero debe tener también conciencia de que del
Señor «le viene la fuerza para confirmar a sus hermanos en la fe y mantenerlos
unidos en la confesión de Cristo crucificado y resucitado”[1].
Si el Papa se aleja de Cristo, de sus Sacramentos, de sus enseñanzas evangélicas,
proclamadas en el Evangelio y explicitadas en el Magisterio y en la Tradición,
entonces el Papa comete un grave pecado y de ninguna manera se debe seguirlo en
su error. Hacerlo, es decir, seguir a un Papa que proclama el error y la
enseñanza anticristiana, es caer en el pecado de idolatría, que en este caso
sería “papolatría”, un pecado tan condenable y execrable como cualquier pecado
mortal. Continúa luego Benedicto XVI, acerca de la función y naturaleza del
ministerio petrino, del ministerio del Papa: “El Papa no es un soberano absoluto, cuyo pensamiento y voluntad son ley.
Al contrario: el ministerio del Papa es garantía de la obediencia a Cristo y a
su Palabra. No debe proclamar sus propias ideas, sino vincularse constantemente
a sí mismo y la Iglesia a la obediencia a la Palabra de Dios, frente a todos
los intentos de adaptación y alteración, así como frente a todo oportunismo”.
Un Papa no debe nunca enseñar y proclamar sus propias ideas, y mucho más cuando
estas ideas provienen de ideologías anticristianas como el socialismo y el
comunismo; tampoco debe en ningún caso adoptar ni siquiera el lenguaje de las
sectas, comenzando por la secta que es la religión del Anticristo, la Nueva
Era. Si un Papa proclamase una fe adulterada, en la que se mezclan elementos de
la Nueva Era -como, por ejemplo, decir que “manden buenas vibraciones”, en vez
de pedir la oración católica-; tampoco debe aceptar ídolos paganos, en un
intento de un inútil y equivocado sincretismo religioso, como el hacer ingresar
a la Pachamama en la Basílica Vaticana de San Pedro; si eso hiciere, ese Papa
está cometiendo un grave pecado, el de adulterar la Santa Fe Católica y en
ningún caso se lo debe seguir, ni siquiera poniendo el pretexto de que “lo dice
el Papa”. Aceptar un error como algo verdadero y bueno solo porque “lo dice el
Papa”, es un insulto a la inteligencia y a la iluminación de la inteligencia
que produce la gracia, la cual permite precisamente discernir entre el error de
la herejía y la Verdad Eterna de la Revelación de Jesucristo.
Solo haciendo estas consideraciones -es decir, evitando
caer en la idolatría papal o papolatría, que es adherir al error herético solo
porque “lo dice el Papa”-, entonces sí podemos considerar y aceptar, sin
ninguna duda, aquello que es distintivo del papado: es a través del Papado que la
Unidad del Cuerpo Místico se convierte en la Unidad de la Iglesia visible: unidos
al Papa, nosotros los bautizados formamos el Cuerpo Místico de Cristo. Y como
estamos unidos al Papa, decimos junto a Pedro, el Primer Papa, confesando
nuestra fe en el Cristo: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios Viviente”. Y como
el Dios Viviente es el Cristo Eucarístico, nosotros, unidos al Papa,
parafraseando la respuesta de Pedro a Jesús en el Evangelio, decimos como
miembros del Cuerpo Místico de Cristo: “Tú eres el Cristo Eucarístico, el Hijo
de Dios Viviente y a ti, Cristo Eucarístico, te adoramos, te bendecimos y te
glorificamos”.
[1] Cfr. Cardenal Joseph Ratzinger,
Homilía de toma de posesión del ministerio petrino, Basílica San Juan de
Letrán, 07 de mayo de 2005; cfr. https://infovaticana.com/2020/11/01/cuando-benedicto-explico-que-es-un-papa-no-es-un-soberano-absoluto-cuyo-pensamiento-y-voluntad-son-ley/#:~:text=Cuando%20Benedicto%20explic%C3%B3%20qu%C3%A9%20es%20un%20Papa:,absoluto%2C%20cuyo%20pensamiento%20y%20voluntad%20son%20ley%C2%BB&text=%C2%ABEl%20Papa%20no%20es%20un%20soberano%20absoluto%2C%20cuyo%20pensamiento%20y%20voluntad%20son%20ley.
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