miércoles, 23 de junio de 2021

Jesús exorciza a los endemoniados gerasenos

 


Jesús exorciza a los endemoniados gerasenos (cfr. Mt 8, 28-34). Al llegar Jesús a la región de los gerasenos y cuando estaba pasando por el cementerio, le salen al encuentro dos endemoniados que le dicen: “¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?”. Jesús les ordena a los demonios que salgan de los cuerpos de los endemoniados y que entren en los cuerpos de una piara de cerdos; los demonios obedecen al instante y luego la piara corre hacia el precipicio, cayendo en el lago y pereciendo todos los cerdos.

En este episodio del Evangelio, en el que Jesús exorciza a los endemoniados, podemos encontrar varias enseñanzas. Una de ellas, es la existencia de los demonios, de los ángeles caídos, es decir, de los ángeles rebeldes que, obedeciendo a Satanás, se opusieron a Dios y fueron expulsados inmediatamente del Cielo, para siempre. Muchos católicos dicen: “No creo que exista el Diablo”, o “No creo en las brujas” y cuando dicen esto, no se dan cuenta de que están negando su propia fe católica, pues la fe nos enseña que “Jesús vino a destruir las obras del Diablo” y el mismo Jesús lo nombra en numerosas oportunidades, además de realizar exorcismos, como en este caso. Entonces, negar la existencia del Demonio, es negar una parte importante de la fe católica. Lo mismo sucede con las brujas, puesto que las brujas trabajan con el Diablo: quien no crea que las brujas existen y actúan maliciosamente invocando y adorando al Diablo, está también dejando de lado una parte importante de la fe católica.

Otro aspecto que podemos contemplar es la realidad de la posesión demoníaca, puesto que cuando los dos gerasenos le salen al encuentro y le hablan a Jesús, no son las personas humanas las que lo hacen, sino los ángeles caídos quienes, habiendo tomado posesión de sus cuerpos, hablan y se desplazan por medio de sus cuerpos. Muchos, erróneamente, califican a los endemoniados como epilépticos o como afectados por alguna enfermedad, pero la realidad es que son propiamente endemoniados, es decir, seres humanos cuyos cuerpos –no las almas- han sido poseídas por los demonios y el único que tiene poder para desalojarlos es el Hombre-Dios Jesucristo.

Otro aspecto es la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, reconocida por los mismos demonios y esto se ve en lo que los demonios dicen: tratan a Jesús de “Hijo de Dios”, con lo cual reconocen que es Dios Hijo encarnado y, por otro lado, saben que Jesús vendrá al fin del tiempo para encadenarlos en el Infierno por toda la eternidad: “¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?”. Paradójicamente, aquellos que se equivocaron al negarse a servir a la Trinidad en el Cielo, ahora deben obedecer a la Justicia Divina para siempre, por toda la eternidad, en el Infierno. Y aunque el Demonio es el Padre de la mentira, hay cosas que dice y que, a su pesar, son ciertas, como el reconocimiento de la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y es esto lo que podemos aprender de la declaración de los demonios: que Cristo es Dios.

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