Jesús
exorciza a los endemoniados gerasenos (cfr. Mt
8, 28-34). Al llegar Jesús a la región de los gerasenos y cuando estaba pasando
por el cementerio, le salen al encuentro dos endemoniados que le dicen: “¿Qué
quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?”.
Jesús les ordena a los demonios que salgan de los cuerpos de los endemoniados y
que entren en los cuerpos de una piara de cerdos; los demonios obedecen al
instante y luego la piara corre hacia el precipicio, cayendo en el lago y
pereciendo todos los cerdos.
En
este episodio del Evangelio, en el que Jesús exorciza a los endemoniados,
podemos encontrar varias enseñanzas. Una de ellas, es la existencia de los
demonios, de los ángeles caídos, es decir, de los ángeles rebeldes que,
obedeciendo a Satanás, se opusieron a Dios y fueron expulsados inmediatamente
del Cielo, para siempre. Muchos católicos dicen: “No creo que exista el Diablo”,
o “No creo en las brujas” y cuando dicen esto, no se dan cuenta de que están
negando su propia fe católica, pues la fe nos enseña que “Jesús vino a destruir
las obras del Diablo” y el mismo Jesús lo nombra en numerosas oportunidades,
además de realizar exorcismos, como en este caso. Entonces, negar la existencia
del Demonio, es negar una parte importante de la fe católica. Lo mismo sucede
con las brujas, puesto que las brujas trabajan con el Diablo: quien no crea que
las brujas existen y actúan maliciosamente invocando y adorando al Diablo, está
también dejando de lado una parte importante de la fe católica.
Otro
aspecto que podemos contemplar es la realidad de la posesión demoníaca, puesto
que cuando los dos gerasenos le salen al encuentro y le hablan a Jesús, no son
las personas humanas las que lo hacen, sino los ángeles caídos quienes,
habiendo tomado posesión de sus cuerpos, hablan y se desplazan por medio de sus
cuerpos. Muchos, erróneamente, califican a los endemoniados como epilépticos o
como afectados por alguna enfermedad, pero la realidad es que son propiamente
endemoniados, es decir, seres humanos cuyos cuerpos –no las almas- han sido
poseídas por los demonios y el único que tiene poder para desalojarlos es el
Hombre-Dios Jesucristo.
Otro
aspecto es la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, reconocida por los mismos
demonios y esto se ve en lo que los demonios dicen: tratan a Jesús de “Hijo de
Dios”, con lo cual reconocen que es Dios Hijo encarnado y, por otro lado, saben
que Jesús vendrá al fin del tiempo para encadenarlos en el Infierno por toda la
eternidad: “¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?”. Paradójicamente,
aquellos que se equivocaron al negarse a servir a la Trinidad en el Cielo,
ahora deben obedecer a la Justicia Divina para siempre, por toda la eternidad,
en el Infierno. Y aunque el Demonio es el Padre de la mentira, hay cosas que
dice y que, a su pesar, son ciertas, como el reconocimiento de la divinidad de
Nuestro Señor Jesucristo y es esto lo que podemos aprender de la declaración de
los demonios: que Cristo es Dios.
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