martes, 25 de octubre de 2011

La esencia de la religión es la caridad y la compasión



“Hipócritas. Si curan a un animal en sábado, mucho más a una persona” (cfr. Lc 13, 10-17). La reacción de Jesús se debe a que los fariseos, excusándose en su conocimiento y práctica de la ley, que prohibía hacer trabajos manuales el sábado, reemplazan el mandato de Dios, del amor al prójimo, por tradiciones humanas (Mt 15, 1-20), desprecian a los ignorantes, es decir, a los que no son conocedores de la religión como ellos (Lc 18, 11s), y evitan el contacto con quienes son considerados pecadores (Mt 20, 1-15).

Es decir, los fariseos, amparándose en su condición de cumplidores de la religión, porque practican escrupulosamente los preceptos de la ley, se olvidan sin embargo de la esencia de la religión, que es la caridad, la misericordia y la compasión.

Es lo que sucede en el episodio del Evangelio: por cumplir el precepto del sábado, que impedía trabajar, descuidan la misericordia, que es el socorrer a una persona enferma.

La causa de este error radica en el amor propio: se aman orgullosamente a sí mismos, en su calidad de religiosos, antes que amar a Dios y, en Dios, al prójimo.

También el cristiano puede caer en el mismo error, puesto que el fariseísmo es un cáncer que acecha para atacar al espíritu en cualquier momento.

También el cristiano puede caer en el error de pensar que agrada a Dios porque reza y asiste a Misa –o celebra Misa, en el caso del sacerdote-, pero al mismo tiempo, se olvida de su prójimo que está enfermo en el espíritu, es decir, de aquél que es pecador y que es su enemigo, y en vez de rezar y de hacer penitencia y de pedir gracia y misericordia para con su prójimo, se limita a condenar su condición de pecador.

El fariseísmo es un cáncer, y el antídoto es la imitación del Corazón misericordioso y compasivo del Salvador, que late en la Eucaristía con la fuerza del Amor divino.

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