martes, 25 de octubre de 2011

Esfuércense por entrar por la puerta estrecha



“Esfuércense por entrar por la puerta estrecha” (cfr. Lc 13, 22-30). Al Reino de los cielos se entra por una puerta estrecha, y es tan estrecha esta puerta, que no deja pasar ningún bien material, absolutamente ninguno, ni siquiera el más pequeño, puesto que sólo hay lugar para la persona. Pero esta puerta tampoco deja pasar un corazón soberbio, porque el corazón soberbio es el corazón hinchado y aumentado de tamaño. Un corazón soberbio es grande, porque la soberbia es el pecado de donde nacen todos los demás pecados, y así, está aumentado de tamaño porque junto con la soberbia está la ira, el rencor, el enojo, la intemperancia, la murmuración, la pereza, la gula, la avaricia.

Es el mismo Jesucristo quien lo dice: es del corazón del hombre de donde salen todas las maldades: “los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez” (Mc 7, 14-23). Además de estar aumentado de tamaño, es de color negro, como el carbón, porque en él no habita la gracia y la luz de Dios.

Un corazón así no puede pasar por la puerta estrecha que conduce al Reino, porque es un corazón henchido, y la puerta es demasiado estrecha.

¿Cuál es la puerta tan estrecha, que no deja pasar al soberbio?

La puerta estrecha es la Cruz de Jesús, por donde sólo pueden pasar quienes tienen un corazón pequeño, hecho pequeño por la humildad, la sencillez, la mansedumbre; es el corazón de quienes escucharon el mandato de Jesús: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón”, y se esforzaron por luchar contra sí mismos, y por parecerse cada día al Cordero de Dios, manso y humilde de corazón.

Un corazón manso y humilde, imitación humana del Sagrado Corazón y del Corazón Inmaculado de María, es un corazón pacífico, justo, casto, puro, lleno de luz y de paz, e irradia amor y serenidad, porque está inhabitado por la gracia divina.

Sólo estos corazones pueden atravesar la puerta estrecha de la Cruz, para llegar al cielo.

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