(Domingo
XVI - TO - Ciclo B – 2024)
“Jesús
vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin
pastor”. El Evangelio nos relata una escena en la que Jesús ve a una
muchedumbre de la cual se compadece porque la compara como a “ovejas que se
encuentran sin pastor” (cfr. Mc 6, 30-34). Jesús ve a la muchedumbre y
se compadece de la multitud porque “estaban como ovejas sin pastor”. Para poder
comprender un poco mejor la compasión de Jesús por la muchedumbre, primero
debemos reflexionar qué es lo que le sucede a un rebaño de ovejas cuando estas
se encuentran sin pastor. Las ovejas son animales mansos, con un escaso sentido
de supervivencia, dotadas de una casi nula capacidad de defensa frente a sus
depredadores naturales, entre ellos y en primer lugar, el lobo de las llanuras,
de manera tal que si no hay un pastor que las defienda, son una presa más que
fácil para las garras y dientes afilados de estas fieras salvajes. El pastor
cuenta también con perros de la pradera, que son sus ayudantes y que le ayudan
en su tarea de guiar a las ovejas y de ahuyentar al lobo, de manera que, si no
está el pastor, tampoco están los perros, con lo cual el lobo tiene el camino
seguro para hacer estrago entre las ovejas que no tienen ninguna posibilidad de
escapar de una muerte segura. Pero no es solo el lobo el único peligro al cual
se enfrentan las ovejas sin pastor: al no haber pastor, las ovejas, al estar
fuera del redil, se desorientan fácilmente, con lo cual pierden el camino hacia
las fuentes seguras de alimentación, los pastos verdes y las aguas cristalinas
de los arroyos, con lo cual las acecha, si no es la muerte por las dentelladas
del lobo en sus carnes tiernas, la muerte por inanición y por sed. También
corren el riesgo de perder el sendero seguro cuando al caer la noche quieren regresar
al redil y en vez de seguir por el camino por el que los guiaría seguras el
pastor, toman el camino equivocado, aumentando a cada paso que dan, por la
oscuridad de la noche, el riesgo de caer por el barranco, quebrando sus huesos
en la caída, desgarrando su piel y quedando inermes y sangrantes en el fondo
del barranco, sin poder moverse, atrayendo a la manada de lobos con el olor de
la sangre que sale de sus heridas y esperando así una muerte segura, aunque al
final llega siempre el Buen Pastor, escuchando sus gemidos, viene en su ayuda,
baja con su cayado, sana sus heridas con aceite, las venda, las carga sobre sus
hombros, la sube barranco arriba y la pone a salvo en el redil. Esto es lo que
les sucede a las ovejas sin pastor.
Esta
imagen de las ovejas sin pastor es la que Jesús traslada a los hombres en la
tierra, que vagan por el mundo desde la caída de Adán y Eva: las ovejas son la
raza humana que desciende de Adán y Eva, caídos en el pecado original y que
vagan en las tinieblas del mundo y de la historia humana; las ovejas están
fuera del redil, que es la Iglesia Católica, todavía no fundada, porque será
fundada en el momento de la Crucifixión de Nuestro Señor Jesucristo; las ovejas
mansas, indefensas, sin sentido de supervivencia, representan a la raza humana,
indefensa frente a la superioridad de los ángeles caídos, los demonios, las
tinieblas vivientes; los depredadores naturales de las ovejas, los lobos,
representan a los lobos del Infiernos, los demonios y sobre todo al Lobo
Infernal, Satanás, la Serpiente Antigua; las dentelladas y las garras afiladas
de los lobos, cuando atacan a las ovejas, representan a los demonios cuando
logran su objetivo con la tentación, que es hacer caer en pecado mortal a las
almas de los hombres; el Pastor por antonomasia, por excelencia, el que con su
cayado hace huir a los lobos de las llanuras, es decir, al Infierno todo, es
Nuestro Señor Jesucristo, que vence al Infierno entero con el cayado de la
Santa Cruz y con el poder de su Sangre Preciosísima; los perros del pastor, los
que ayudan al Sumo Pastor a guiar a las ovejas, son los sacerdotes
ministeriales, que conducen a las ovejas a las aguas cristalinas de la Sangre
de Cristo en el Cáliz del altar y al pasto delicioso del Cuerpo de Cristo en la
Eucaristía; las ovejas que se desorientan en la noche en el regreso al redil y
caen por el barranco son las almas que por propia voluntad se pierden en la
noche de las pasiones sin control y caen en el abismo del pecado, quedando sus
heridas irremediablemente heridas por el pecado mortal, siendo acechadas por el
Lobo Infernal, aunque si el alma se arrepiente y clama la Misericordia del Buen
Pastor, Jesús acude y baja hasta el fondo del alma en el que yace el alma en
pecado con el cayado de la Cruz, la sana con el aceite de su gracia
santificante, la venda con su Sangre Preciosísima, la carga sobre sus hombros y
la regresa al seno de la Santa Iglesia Católica, el Santo Redil de Dios.
“Jesús
vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin
pastor”. Hoy en día, muchos preguntan dónde está el Buen Pastor, ya sea en sus
vidas, en la vida de la Nación, o en el mundo, visto el caos en el que el mundo
está sumergido, pero no es que el Buen Pastor se haya ausentado; el Buen y Sumo
Pastor, el Pastor Eterno, está donde siempre estuvo, desde la Resurrección: en
el Cielo y en el Sagrario, en la Eucaristía: es el hombre el que lo ha olvidado
y lo ha desplazado de su vida; es el hombre el que ha desplazado al Buen Pastor
de sus leyes, promulgando leyes anticristianas como el aborto y la eutanasia
entre otros; es el hombre el que se aleja de los Sacramentos, de la Confesión y
de la Eucaristía, dejando al Buen Pastor solo en el Sagrario y luego las
personas se preguntan por qué sus vidas son un caos; es el hombre el que ha
desplazado al Buen Pastor de la sociedad y sin el Buen Pastor, la humanidad
está extraviada, en las tinieblas del mundo, dirigiéndose a una Tercera Guerra
Mundial Nuclear. No preguntemos “¿Dónde está el Buen Pastor?” si no lo queremos
encontrar, si no queremos cargar su cruz, si no queremos seguir sus pasos camino
del Calvario. Pero si queremos, como ovejas extraviadas, volver al redil, preguntemos
dónde está el Buen Pastor, y el Buen Pastor nos dirá: “Estoy aquí, en el
Sagrario, en la Sagrada Eucaristía, esperándote”.
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